El primer personaje a la derecha de la foto, junto al Papa, al patriarca de Constantinopla, Bartolomé I, y al rabino David Rosen,.

En Asís, en la "peregrinación" promovida por Benedicto XVI el pasado 27 de octubre, el profesor nigeriano Wande Abimbola tomó la palabra "en nombre de los jefes y de los seguidores de las religiones indígenas de África". Él mismo es sacerdote y representante mundial de la religión Ifa y Yoruba, difundida en gran parte del África subsahariana y que también arribó a América por el camino de la emigración.

Al hablar en Asís, Abimbola ha pedido que "se le dé a las religiones indígenas africanas el mismo respeto y consideración que se le da a las otras religiones".

Y Benedicto XVI – que cuando escribe sus discursos de puño y letra, como en este caso, jamás es políticamente correcto – le ha tomado la palabra.

En el discurso pronunciado poco después a los trescientos exponentes religiosos y a los "buscadores de la verdad", el Papa ha expresado consideraciones críticas sobre todas las religiones, incluidas las religiones tradicionales africanas. Las ha unido en una historia configurada también por el "recurso a la violencia en nombre de la fe": una historia, entonces, en la que todas están necesitadas de purificación.

Pero dos días después del encuentro de Asís, Benedicto XVI ha sido todavía más crudo y mordaz. Al recibir en el Vaticano a los obispos de Angola en visita "ad limina", denunció una violencia que en nombre de las tradiciones religiosas africanas llega inclusive a matar a niños y ancianos:

"Un obstáculo en vuestra obra de evangelización es el corazón de los bautizados, todavía dividido entre el cristianismo y las religiones tradicionales africanas. Afligidos por los problemas de la vida, no dudan en recurrir a prácticas incompatibles con el seguimiento de Cristo. Efecto abominable de ello es la marginación e inclusive el asesinato de niños y ancianos, quienes son condenados por falsos veredicto de brujería. Al recordar que la vida humana es sagrada en todas sus fases y situaciones, continúen, queridos obispos, elevando vuestra voz a favor de sus víctimas. Pero al tratarse de un problema regional, es oportuno un esfuerzo conjunto de las comunidades eclesiales puestas a prueba por esta calamidad, buscando determinar el significado profundo de tales prácticas, identificar los riesgos pastorales y sociales vehiculizados a través de ellas y alcanzar un método que conduzca a su definitiva erradicación, con la colaboración de los gobiernos y de la sociedad civil".

Hace ya dos años, en el 2009, en el transcurso de su viaje a Angola, Benedicto XVI había planteado la cuestión:

"Muchos viven temerosos de los espíritus, de los poderes nefastos de los que creen estar amenazados; desorientados, llegan a condenar a niños de la calle y también a los más ancianos, porque, según dicen, son brujos".

Y también había rechazado una objeción corriente en la misma Iglesia:

"Algunos objetan: ´¿Porqué no los dejamos en paz? Ellos tienen su verdad; nosotros, la nuestra. Intentemos convivir pacíficamente, dejando a cada uno como es, para que realice del mejor modo su autenticidad´. Pero, si nosotros estamos convencidos y tenemos la experiencia de que sin Cristo la vida es incompleta, le falta una realidad, que es la realidad fundamental, debemos también estar convencidos de que no hacemos ninguna injusticia a nadie si les mostramos a Cristo y le ofrecemos la posibilidad de encontrar también, de este modo, su verdadera autenticidad, la alegría de haber encontrado la vida. Es más, debemos hacerlo, es nuestra obligación".

Anna Bono, experta en tradiciones africanas, ha comentado en el diario católico on line "La Bussola Quotidiana":

"Lo que el Papa ha denunciado no sucede solamente en Angola. En África, la brujería es una de las instituciones tribales más arraigadas y persistentes. Se habla poco de ella, quizás también porque su existencia contradice la representación que prevalece de las comunidades tradicionales africanas como modelos de convivencia pacífica, tolerancia, equidad y armonía social, depositaria de valores humanos que Occidente, por el contrario, habría sacrificado al poder y al dinero".

En el mismo comentario, Anna Bono cita algunos casos recientes de asesinato de niños por motivos de brujería en varios países de África, o de su mutilación "a causa de las propiedades especiales atribuidas a sus órganos", como acontece con los albinos.

Hay quien ha quedado asombrado por una denuncia tan explícita de tales asesinatos, hecha por Benedicto XVI al hablar a los obispos de Angola.

En efecto, los discursos del Papa a los obispos "ad limina" pasan por el tamiz de la diplomacia vaticana, por lo general muy prudente.

Pero esta vez también el revisor que se ocupó personalmente de ellos, en la Secretaría de Estado, sabía lo que hacía.

Giovanni Angelo Becciu, hoy secretario sustituto de Estado para los asuntos generales, es decir, número dos del gobierno central de la Iglesia inmediatamente después del cardenal Tarcisio Bertone, era nuncio en Angola cuando Benedicto XVI visitó ese país, con una etapa anterior en Camerún, y puso al descubierto esa abominación.

El 18 de noviembre próximo el papa Joseph Ratzinger se dirigirá a Benin, para entregar a una representación de obispos del continente la exhortación apostólica conclusiva del Sínodo de los Obispos del año 2009, dedicado precisamente a África.

Será interesante ver qué dirá el documento sobre las religionesa tradicionales africanas.