A nuestros obispos, párrocos y sacerdotes: ¿Sería posible facilitar que en nuestras iglesias la gente pueda comulgar de rodillas? La solución es sencilla, o bien antes de la Santa Misa se colocan uno o dos reclinatorios ante el altar, o bien antes de impartir la Comunión, unas personas colocan los reclinatorios y luego los retiran.

“Un signo convincente de la eficacia que la catequesis eucarística tiene en los fieles es sin duda el crecimiento en ellos del sentido del misterio de Dios presente entre nosotros. Eso se puede comprobar a través de manifestaciones específicas de veneración de la Eucaristía... Pienso, en general, en la importancia de los gestos y de la postura, como arrodillarse durante los momentos principales de la Plegaria eucarística. Para adecuarse a la legítima diversidad de los signos que se usan en el contexto de las diferentes culturas, cada uno ha de vivir y expresar que es consciente de encontrarse en toda celebración ante la majestad infinita de Dios, que llega a nosotros de manera humilde en los signos sacramentales.” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis)

De esta manera se facilita que quien desee comulgar de rodillas lo haga, y quien no, de pie. Últimamente (donde hay reclinatorios, si uno se pasea por las iglesias de la isla de Menorca, se sorprenderá al ver que los bancos carecen de rodilleros) se pueden ver escenas en las que por un lado queda manifiesta la libertad de cada quien al ir a recibir al Señor, unos se inclinan profundamente en reverencia antes de recibir la Hostia consagrada; otros realizan una genuflexión y se ponen de pie para comulgar; otros se arrodillan en el suelo y permanecen así hasta que el sacerdote les da la comunión; y otros, desde la fila al llegar al sacerdote, comulgan en la mano o en la boca.

No es cuestión de orden, sino más bien se trata de facilitar el signo corporal de adoración ante el Señor en la Eucaristía, para quien lo desee o necesite.

“El ars celebrandi ha de favorecer el sentido de lo sagrado y el uso de las formas exteriores que educan para ello, como, por ejemplo, la armonía del rito, los ornamentos litúrgicos, la decoración y el lugar sagrado... Para una adecuada ars celebrandi es igualmente importante la atención a todas las formas de lenguaje previstas por la liturgia: palabra y canto, gestos y silencios, movimiento del cuerpo, colores litúrgicos de los ornamentos. En efecto, la liturgia tiene por su naturaleza una variedad de formas de comunicación que abarcan todo el ser humano. La sencillez de los gestos y la sobriedad de los signos, realizados en el orden y en los tiempos previstos, comunican y atraen más que la artificiosidad de añadiduras inoportunas. La atención y la obediencia de la estructura propia del ritual, a la vez que manifiestan el reconocimiento del carácter de la Eucaristía como don, expresan la disposición del ministro para acoger con dócil gratitud dicho don inefable.” (Benedicto XVI, Sacramentum Caritatis)