Que un filósofo tan influyente en Brasil como Olavo de Carvalho, el Roger Scruton carioca, no esté traducido aquí es una prueba de lo mucho que tenemos que estrechar los lazos de la iberoesfera. Pero además un libro suyo tiene un título de enorme tirón comercial: Lo mínimo que usted necesita saber para no ser un idiota. Aunque quién sabe si aquí todo el mundo se considera inteligentísimo y que no necesita aprender nada.
No yo, que lo estoy leyendo con avidez y aprovechamiento. Advierte de un inmenso peligro: "El ciudadano moderno desearía endosar todas sus responsabilidades al Estado: no quiere proteger su casa, sino que la proteja la policía; no quiere formarse para formar a sus hijos, sino entregarlos a los pedagogos que lo transformarán en robots políticamente correctos; no quiere decidir qué come, qué bebe o qué fuma: quiere que la burocracia sanitaria le imponga un régimen; no quiere crecer ni tener conciencia, ser libre y responsable: quiere un papaíto Estado que lo lleve en brazos y contra el que aún pueda montar un berrinche, pataleando en defensa de sus 'derechos'. El Estado sonríe, porque sabe que, cuantos más derechos concede a ese cretino, más leyes son promulgadas, más funcionarios son contratados, más oficinas burocráticas se abren, más impuestos hay que cobrar y, en fin, menor es el margen de libertad de millones de idiotas cargaditos de derechos".
Como en El Padrino, si nos preguntamos quién es el político que va a traicionarnos, es el que prometa más derechos. Es lo mínimo que hay que saber. Hemos de replegarnos a la defensiva, porque nunca como en estos momentos eso significó un buen ataque. Hay que ser capaces de guardar nuestras casas, de formar muy bien a nuestros hijos, de ser fieles a nuestra conciencia, de crecer… Ernst Jünger escribió también unas líneas luminosas sobre la garantía para la libertad que suponía un padre con sus hijos en la puerta de su casa con un hacha. La Constitución no crea a los hombres libres, sino los hombres libres a la Constitución. Incluso Savater ha dicho: "Cuanto menos padres quieren ser los padres, más paternalista se exige que sea el Estado". Cuando vemos el incendio en el que se está convirtiendo nuestra vida pública por todos lados y no sabemos adónde apuntar con la manguera, Carvalho nos enseña que lo principal es ser siempre señores y responsables de nosotros y de lo nuestro. Así seremos inexpugnables.
Publicado en Diario de Cádiz.