Qué dice ser y qué dice querer. En los textos de la hermandad que podríamos llamar canónicos, esto es, las Constituciones de Anderson, no aparece muy claro lo que pretende la masonería y tampoco cuál es su verdadera naturaleza. El título de este documento informa que se trata de “las Constituciones de los francmasones (masones libres) que contienen la historia, las obligaciones, reglamentos y c., de esta muy antigua y muy Venerable Fraternidad”.
En cuanto a su historia y antigüedad, que remonta su origen al padre Adan –nunca se cita a Eva-, ya examiné el tema en un artículo anterior, al que me remito. Mayor concreción y alcance tiene su organización en forma de hermandad –hermandad opaca-, con la obligación de ayudarse mutuamente en cualquier circunstancia y lugar. Aquí tenemos una de las claves de la operatividad de la masonería, su eficacia actuante y penetrante: la “fraternidad masónica universal”, traducible en una especie de sociedad de socorros mutuos de alcance mundial si llega el caso. Las logias de Europa entera y de América se movieron como un solo hombre y montaron un griterío infernal contra la ejecución del anarquista masón, Francisco Ferrer y Guardia, considerado por los tribunales que lo condenaron uno de los principales instigadores de la Semana Trágica de Barcelona en 1909.
Si algo queda claro en dichas Constituciones, dentro de la ficción del lenguaje, la fabulación histórica y el barroquismo de sus ritos, es la insistencia en el secreto masónico y la obligación de ayudarse unos hermanos a otros, aparte de ser personas honorables y ejercer la caridad o filantropía.
La masonería, según sus propios ritos, pretende abrir los ojos de los candidatos a la luz, una luz que ilumina los misterios de la orden, cuyo conocimiento es tan profundo (gnóstico), que permanece completamente oculto a los profanos, que somos la infinita mayoría del género humano.
En el portal digital Fuenterrebollo, afecto a la Gran Logia de España, masonería regular de obediencia inglesa, o sea, la tradicional y “auténtica”, podía leerse estos años atrás –ignoro si todavía permanece colgado en esta web- el siguiente texto sobre el ser de la masonería. A su decir es “una sociedad fraternal, que admite a todo hombre de buena reputación, sin distinción de raza, religión, ideario político, posición social, exigiendo únicamente que posea un espíritu filantrópico y el firme propósito de tratar siempre de ir en busca de la perfección. Está basada en la creencia de un Ser Superior, o Dios, al que se denomina Gran Arquitecto del Universo, como principio o causa de todas las cosas. La Masonería es muchas cosas, pero, por encima de todo, es un estilo de vida, trata de hacer un hombre bueno otro mejor. Sus miembros aprenden sus preceptos en ceremonias ritualísticas dramatizadas, que siguen antiguas formas, usos y costumbres de los constructores de catedrales, utilizando las mismas herramientas como guías alegóricas. En las Logias se aprende a amar a la Patria, someterse a las Leyes, respetar a las autoridades legalmente constituidas y a considerar el trabajo como un Deber esencial del ser humano”.
Por su parte, la enciclopedia virtual Wikipedia, en la entrada francmasonería, bastante extensa, dice de esta orden: “La francmasonería o masonería, se define a sí misma como una institución discreta, de carácter iniciático, no religioso, filantrópica, simbólica y filosófica, fundada en un sentimiento de fraternidad. Tiene como objetivo la búsqueda de la verdad a través de la razón y fomentar el desarrollo intelectual y moral del ser humano, además del progreso social. Los masones se organizan en estructuras de base denominadas logias, que a su vez pueden estar agrupadas en una organización de ámbito superior denominada ‘Gran Logia’, ‘Gran Oriente’ o ‘Gran Priorato’”.
Personalmente me llama la atención, en particular, su objetivo de buscar la verdad. Bien, pero la verdad de qué, la verdad sobre qué materia o cuestión. No concreta. Sin embargo, la verdad abstracta, la verdad difusa, la verdad en general, sin más precisiones o acotaciones, más parece un brindis al sol que un propósito serio de indagación antropológica y social, si es a ello a lo que se refiere la masonería.
La masonería también afirma ser filosófica, como hemos visto, pero no explica cuál es su filosofía fuera de su insistente relativismo y su sincretismo laicista, que no es propiamente una filosofía, sino una ideología. No puedo detenerme, por las limitaciones que impone un simple artículo de prensa, a comentar la simbología de la palabra perdida, el nombre acrónimo de Jahbulón o la piedra cúbica perfecta, que existe, por ejemplo, en la sede central de la ONU en Nueva York –donde no figuran, en cambio, de manera visible, crucifijos, medias lunas o estrellas de David- para que quede bien claro el espíritu que domina este organismo internacional y, por extensión, en otras esferas mundiales.
Para concluir este apunte podemos preguntarnos: ¿por qué resulta tan difícil comprender la masonería desde fuera? En mi opinión por su propia oscuridad, y en segundo lugar, porque en ella nada es lo que parece, nada tiene que ver con el entendimiento común de las cosas, sino que todo queda recubierto por un lenguaje figurado, metafórico, simbólico, alegórico, cifrado, a fin de escapar, supongo yo, a la curiosidad y conocimiento de los profanos, para que nadie sepa lo que en las logias se dice y hace, para disimular lo que realmente es. (Continuará).