La muerte del jefe del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, no permite en absoluto bajar la guardia sobre la agresividad de las innumerables unidades armadas que se inspiran en el fundamentalismo islámico.
Ayuda a la Iglesia Necesitada, la fundación de derecho pontificio comprometida con el apoyo a los cristianos perseguidos en todo el mundo, ha publicado hace pocos días una actualización sobre los veinte países en los que la persecución religiosa es hoy más pesada.
Son los países pintados de rojo en el mapa que se reproduce arriba. En dieciséis de veinte, el terrorismo musulmán está rabioso. Y en ocho de estos dieciséis países, la agresión a los cristianos se ha vuelto todavía más implacable en el último año.
Estos ocho países son Burkina Faso, el Níger, Nigeria, Camerún, la República Centroafricana, Eritrea, Sri Lanka y Filipinas.
No es en Medio Oriente, entonces, donde se desencadena hoy más el terrorismo islámico, sino en Asia y más todavía en el África subsahariana. Exactamente como fue predicado por Abu Bakr al-Baghdadi en su último vídeo del 29 de abril pasado, en el que reivindicaba para el Estado Islámico la hecatombe en Sri Lanka de unos días antes, con 258 muertos y 500 heridos en tres iglesias cristianas, durante la mañana de Pascua.
Noticias más detalladas sobre cada uno de los veinte países están en el dossier puesto en red por Ayuda a la Iglesia Necesitada.
La amarga novedad de este mapa del terror está dada, precisamente, por su expansión en África, como prueba también este otro informe del director de Analisi Difesa, la revista-web especializada en escenarios de guerra y cuestiones militares.
Y entre los países africanos, él último que ha sido invadido por ejércitos yihadistas es Burkina Faso, con un incremento de agresiones, este año, casi todas dirigidas contra las comunidades cristianas.
Pero dejamos la palabra a un testigo directo de este martirio desconocido al máximo, Roger Kologo, sacerdote de la diócesis de Dori, típica tierra de misión, con una abrumadora mayoría de musulmanes y una pequeña minoría de católicos.
Roger Kologo ha brindado este impactante testimonio el pasado 21 de octubre en un encuentro promovido por Ayuda a la Iglesia Necesitada, en la basílica romana de San Bartolomé en la Isla, dedicada a los mártires cristianos actuales.
“Era Viernes Santo. Y han mezclado su sangre con la del Crucificado”
por Roger Kologo
La diócesis de Dori es una de las quince diócesis de Burkina Faso. A causa de su ubicación geográfica, limitando con Mali y con Níger, y a causa de factores endógenos, a partir de noviembre de 2015 ha sido la primera en ser golpeada por el terrorismo islámico y es la diócesis que ha sufrido el mayor número de ataques.
En el 2018 algunos cristianos fueron asesinados en la aldea de Tabramba y se entendió inmediatamente que su homicidio estaba motivado por su rol de liderazgo en la comunidad local.
Siguió el secuestro de una pareja de catequistas –Matthew Sawadogo y su esposa– y el de un pastor evangélico secuestrado con toda su familia el día de Pentecostés, el 20 de mayo del 2018, en la aldea de Basneere. Serían liberados cuatro meses después, con la excepción de dos hijos jóvenes que fueron retenidos para hacerlos combatientes de la yihad.
De allí en adelante se hicieron más frecuentes las irrupciones de hombres armados en las aldeas, con la imposición de observar un Islam riguroso. El 1 de enero de 2019 explotó un violento conflicto intercomunitario que signó el giro que ha llevado a la actual situación.
Sometidos a amenazas y ataques, algunas aldeas de la provincia de Soum se vaciaron de habitantes. En estas aldeas vivían las principales comunidades rurales de la diócesis. El obispo, a fines de enero, se vio obligado a cerrar la parroquia de Arbinda, mientras que en las parroquias de Gorom-Gorom y Djibo la animación pastoral tuvo que reducirse a pocas localidades.
Con valentía, sin embargo, el párroco de Djibo, don Joël Yougbare, continuó acercándose a algunas aldeas para visitar las comunidades de fieles. Se intuyó que había sido seguido más de una vez por terroristas. Y lamentablemente el 17 de marzo del 2019, hacia las 17 horas, mientras volvía de una de estas visitas, fue interceptado y conducido a un lugar desconocido. Yo había arribado también a su parroquia la tarde anterior, el 16 de marzo, para un encuentro de Caritas y me preocupé cuando durante la cena me dijeron que al día siguiente se desplazaría para encontrar a otra comunidad de fieles. Don Yougbare era un sacerdote Fidei Donum, entregado al compromiso misionero. El crecimiento de las comunidades cristianas era su preocupación primera (2 Cor 11, 28). Sigamos rezando al Señor para que podamos encontrarlo con vida.
La persecución contra los cristianos se ha vuelto todavía más evidente desde el 19 de abril pasado, que fue Viernes Santo. En la aldea de Djika la comunidad se había congregado a las 16 horas, para celebrar la Pasión del Señor. Un cuarto de hora después la capilla fue rodeada por hombres armados que interrumpieron la celebración e incendiaron las decoraciones del altar y los libros de canto. Después hicieron salir a los fieles, separaron a los hombres adultos de las mujeres y de las personas ancianas, antes de disparar al grupo de los hombres adultos, matando a cuatro de ellos y mezclando así su sangre con la del Crucificado. La comunidad sepultó a sus muertos antes de abandonar la aldea en busca de un lugar más seguro.
Diez días después, el domingo 28 de abril, en Silgagji, otro ataque golpeó a una iglesia protestante. Los terroristas siguieron el mismo procedimiento, matando al pastor y a cinco fieles. Dos semanas después, el domingo 12 de mayo, fue atacada la iglesia parroquial de Dablo, en la diócesis de Kaya. El sacerdote que celebraba la Misa fue asesinado junto a cinco de sus fieles. Al día siguiente, en la vecina ciudad de Zimtanga, en la diócesis de Ouahigouya, se interrumpió una procesión, cuatro cristianos fueron asesinados y se destruyó una estatua de la Virgen. Todo esto en 24 horas y en un radio de 40 kilómetros. El mismo escenario se repitió después en Toulfe, también en la diócesis de Ouahigouya, cien kilómetros más lejos, donde cuatro personas perdieron la vida el 26 de mayo.
Desafortunadamente, hemos llegado a un estado en el que los cristianos se han convertido en objetivos de caza y los fieles son incluso alcanzados en sus casas y ajusticiados. En la diócesis de Dori, el delegado de la comunidad de Essakane fue muerto justamente así: una tarde los hombres le preguntaron por qué no había ayunado o rezado como ellos durante el mes de Ramadán. Después fueron a su casa y lo mataron. En la diócesis de Ouahigouya este tipo de ejecuciones son todavía más numerosas. En las aldeas ahora caídas en la inseguridad total, nuestros hermanos en la fe son los objetivos claramente identificados y asesinados simplemente por ser cristianos. Desde comienzos de año, en Burkina Faso, son más de sesenta los fieles asesinados por su fe.
No puedo terminar sin recordar a don César Fernández, misionero salesiano de origen español, asesinado el 20 de febrero en la frontera con Togo. Y junto con él es justo también recordar a todos los que no son bautizados, pero que han sido asesinados porque pertenecen a liderazgos locales o porque se han opuesto a la violencia terrorista, como los 16 musulmanes muertos en su mezquita el 11 de octubre.
Publicado en el blog del autor, Settimo Cielo.