Nuestra entrañable divisa de tantos años, que rubrica la comunión de vida con la Madre - la familiaridad inmerecida que algunos no han sabido conservar y que es compatible, porque Ella así lo quiere, con la esclavitud rendida ante la Reina, - cobra su plenitud de sentido cuando los acontecimientos desafían nuestra inteligencia y nuestra capacidad. Cuando nos vemos enfrentados a una tesitura imposible de encajar en ese orden de vida que nuestro instinto ha planificado como un cuaderno bien ordenado, de amplios márgenes y muchas páginas. Dios nos rompe los esquemas, porque sus planes distan de nuestros planes como el cielo de la tierra, y es vano apelar entonces a la razón para tratar de entender, para buscar explicaciones. Habría que saltar en el vacío, con esa plenitud de confianza que hace a los santos, pero el imperio de nuestros propios esquemas, nuestro racionalismo, y las nociones que, por nuestra cuenta, hemos exigido al favor divino, se sublevan y nos mantienen clavados en el borde del trampolín, impidiéndonos volar...
El diálogo con Dios se torna monólogo y el Señor nos escucha con paciencia mientras leemos nuestro libro de reclamaciones: Ese folletín que muchas veces se resume en proclamación insensata del yo, yo y yo… Nos escucha en silencio, porque es Padre, y Padre sobre todos los padres. Nos conoce mucho mejor que nosotros mismos, y vela por nosotros con más celo del que jamás podríamos imaginar. Nos escucha, con una sonrisa indulgente que quiere decir, más o menos: ¿Qué te piensas, pobre hijo mío? ¿Imaginas que no conozco tus límites? Quizá permanezca en silencio y se diría que no nos ha oído, o que finge no habernos oído. Y, sin embargo, su respuesta está ya en camino y llegará puntual en cuanto hagamos un poco de silencio para escucharle.
Su respuesta suele ser trinitaria, oportuna y concisa. Un bálsamo para todas nuestras calenturas. Pero, antes de que llegue, Él permite que se adelante su mensajera, que ha salido disparada, como Madre solícita, en cuanto ha sentido nuestro apuro. Porque Ella no puede sufrir el bloqueo del espíritu que, aunque indigno, es todo suyo, siendo como es, adelantada de las respuestas. La gran vencedora de todos los racionalismos, la que es confianza en estado puro, puede entonces desarrollar la lección que nunca habíamos terminado de entender, quizá porque estábamos ante Ella sin estar con Ella…
Con María significa responder exactamente como Ella: Hágase tu voluntad. Fiat. Lo que dispongas, cuando quieras y como quieras. Pero Ella lo explica, porque es una Reina generosa hasta decir basta: “¿Creéis que era fácil dar el sí cuando se me anunciaba un embarazo sobrenatural, incomprensible para la razón humana? ¿Creéis que era fácil dar el sí cuando no podría compartir con nadie el acontecimiento de mis entrañas? ¿Creéis que era fácil dar el sí sabiendo que se romperían todas las convenciones sociales? ¿Creéis que fue fácil seguir dando el sí durante toda mi vida, cuando adivinaba el peligro cerniéndose sobre mi Hijo? ¿Creéis que fue fácil, por último, dar el sí viéndole fracasado humanamente, torturado y crucificado? ¿Creéis que fue fácil tener en mis brazos su cuerpo exánime, destrozado, y besar una a una, y lavar con mis lágrimas todas sus heridas?.
Pues bien, no fue fácil en lo natural, en el terreno de la inteligencia y de los sentimientos. Pero sí fue fácil, y muy fácil, en el orden del espíritu, desde donde se gobernaba toda mi persona: Fue fácil porque nunca traté de racionalizarlo, ni de analizarlo, ni de comprenderlo. Y fue fácil porque en mi alma reinaba una confianza absoluta, que me movía a aceptarlo todo sin recelo, que me ayudaba a responder en cada momento sin tardanza: Lo que dispongas, cuando quieras y como quieras.
También para ti será fácil, en el orden del espíritu, cuando impongas - con mi ayuda - su imperio sobre la inteligencia y los sentimientos. Cuando antepongas la gloria divina a la prudencia humana. No pienses en tus ilusiones, sino en la gloria de Dios, que merece ser servido sin esperar recompensa… ¿Piensas que yo imaginaba la magnitud de mi recompensa en aquella mañana del anuncio? Bienaventurada me llamarán todas las generaciones. Reina de los Cielos. Vencedora de la antigua serpiente. Profetisa del Reino. Madre de todos los hijos de Dios… Inimaginable incluso desde el mejor conocimiento de las Escrituras. El Espíritu Santo me mostraba todo lo que necesitaba saber del misterio de Salvación, me adelantaba signos de predilección para sostenerme, pero nunca pude imaginar la generosidad de Yahvé hacia su humilde sierva, que excede todo lo concebible.
Yo respondía de inmediato, tras una rápida intelección, pero tú, querido hijo, siempre rezongas al principio. Discutes y argumentas. Dios aprecia tu libertad de espíritu, pero se sentiría más satisfecho si te viese tranquilo y confiado en su providencia. Sabedor del valor de sus designios. Amante, sobre todo, de su voluntad que es la contraseña del Reino… Tu protestas y reniegas – de manera peligrosa, a veces – hasta que vengo yo a tranquilizarte y darte el empujón que te mueve. Más vale eso que nada, aunque hay que procurar que llegue el día, tan ansiado, en que tu respuesta sea de rapidez semejante a la mía. Cuando tu fiat se convierta en un eco fiel del mío. Ese será el día de tu definitiva consagración. Y entonces permanecerás, de mi mano y sin fugas extravagantes, en el Corazón Sagrado de Jesucristo… Entonces estarás, efectiva y plenamente “con María”.
¿Cómo agradecer tal Madre, tal cariño y tal enseñanza? Imposible si no es con la total entrega, con la respuesta de un sí multiplicado y permanente. Con una confianza filial sin límites y un servicio generoso a la Reina. Porque Ella excede cuanto podemos imaginar. Es la esposa del Amor operativo. La adelantada de una humanidad rescatada. La fiadora y custodia de la Iglesia. Ella es la voz que clama en el desierto actual – amordazada y vejada por los “racionalismos” y las apostasías - de la que apenas somos ecos tímidos, tartamudos y vergonzantes.
Siempre, siempre, pase lo que pase, que ya está pasando, CON MARÍA. Corredentora, mediadora universal y abogada ante el Cielo de cada hombre y de todos los hombres. Refugio y escudo protector nuestro: Cualquier alabanza se queda chica ante su esplendor, y ni siquiera este quinto y anhelado dogma -¡súbito! ¡Vite!- terminará de hacerle justicia. Con María… Con María…Con María.