“Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha” (n. 22), proclama el Instrumentum laboris [Documento de trabajo] preparatorio del Sínodo de la Sinodalidad. El tema de la “escucha” –al Espíritu Santo, al pueblo, a los necesitados, a los marginados- es el mensaje genérico de este documento. Escuchar es ser sinodal, y la sinodalidad se anuncia como el objetivo de todo el proceso de este sínodo.
Pero ¿qué es la sinodalidad? Esa es la cuestión que el Papa Francisco ha planteado al Sínodo. Los obispos que se reunirán en Roma en octubre (junto a quienes no son obispos y, curiosamente, sumarán el 21% de los votantes en este ‘sínodo de los obispos’) tienen la nada envidiable tarea de definir ese término y explicar cómo debería vivirse en la Iglesia.
De modo que el objetivo del Sínodo es también el tema del Sínodo: a los participantes se les pide dejarse conducir… por aquello que se les pide que expliquen. Toda una receta para la confusión.
¿Qué es la ‘sinodalidad’?
El Instrumentum laboris intenta evitar esta confusión describiendo la “sinodalidad” como un proceso, y afirmando que el largo proceso de consultas que dio lugar finalmente a este largo documento es en sí mismo un ejemplo magnífico de sinodalidad: “Un término tan abstracto como la sinodalidad ha comenzado así a encarnarse en una experiencia concreta” (n. 18).
Tal vez sea así. Pero mientras no hayamos definido lo que es la sinodalidad y cómo funciona, ¿cómo podemos estar seguros de que las reuniones preparatorias encarnaban sus virtudes? El Instrumentum laboris responde a esto indirectamente diciendo que los participantes en ese proceso… en ocasiones lo encontraron estimulante: “Para muchos, la gran sorpresa fue precisamente la experiencia de ser escuchados por la comunidad, en algunos casos por primera vez” (n. 22).
Muy bien: algunas personas sintieron que sus voces eran escuchadas. Pero ¿cómo podíamos saber que eran escuchadas las voces correctas, que esas voces representaban las mociones con las que el Espíritu Santo conduce a la Iglesia? Más que abordar esa cuestión, el Instrumentum laboris presume reiteradamente sobre la variedad y amplitud de la consulta, celebrando el número de preguntas que se han suscitado, más que buscando respuestas.
La sinodalidad, tal como se ha entendido tradicionalmente, se refiere a la forma en que la Iglesia, como institución, resuelve las cuestiones. Un sínodo es un encuentro donde los prelados discuten asuntos doctrinales o disciplinares. Por lo tanto, la sinodalidad es un proceso, no un programa. Pero este Sínodo de la Sinodalidad, desde su inicio, ha sido diseñado para suscitar nuevas cuestiones doctrinales y disciplinares (y para reavivar otras antiguas), aparentemente en la creencia de que debatiendo asuntos polémicos aprenderemos de alguna forma cómo debemos debatirlos. En otras palabras: los organizadores del Sínodo han decidido que debemos jugar el partido antes de establecer las reglas. Es un proceso que conduce por sí mismo a la manipulación.
Un proceso autocomplaciente
El Instrumentum laboris describe este sínodo como un hito en la historia de la Iglesia católica y exalta la visión del Papa Francisco, que planteó el tema y aprobó los parámetros de un proceso sinodal agotador y de una duración sin precedentes. “El Pueblo de Dios se ha puesto en camino desde que el Papa Francisco convocó a toda la Iglesia en Sínodo el 10 de octubre de 2021” (n. 1), señala el párrafo de apertura del documento.
La primera sección del Instrumentum laboris resume algunos de los principales resultados de las deliberaciones que comenzaron en 2021, con reuniones primero a nivel local, luego diocesano, luego nacional y finalmente continental. Por supuesto, sería imposible incluir todos los pensamientos que se compartieron en todas esas reuniones, pero el Instrumentum laboris ofrece un resumen rápido: “El camino recorrido hasta ahora, y en particular la etapa continental, ha permitido también identificar y compartir las peculiaridades de las situaciones que vive la Iglesia en las diferentes regiones del mundo: de las excesivas guerras que tiñen de sangre nuestro planeta y exigen un renovado compromiso para la construcción de una paz justa, a la amenaza que representa el cambio climático con la consiguiente prioridad del cuidado de la casa común; de un sistema económico que produce explotación, desigualdad y 'descarte', a la presión uniformadora del colonialismo cultural que aplasta a las minorías” (n. 4).
Estos temas, que según los autores del Instrumentum laboris resumen las preocupaciones de los católicos de todo el mundo, coinciden exactamente con los temas que aborda el Papa Francisco en sus pronunciamientos públicos: la paz mundial, el cambio climático, la desigualdad económica. Incluso los términos utilizados en el Instrumentum laboris (como “descarte” y “colonialismo cultural”) podrían haber sido tomados de las alocuciones papales.
Por otro lado, están llamativamente ausentes del Instrumentum laboris las inquietudes que podrían haber expresado católicos de mentalidad tradicional, como la frecuencia del divorcio, la aceptación del aborto legal o la pérdida de reverencia en la liturgia eucarística.
Una preferencia por el cambio
El Instrumentum laboris reconoce la existencia de “ciertas tensiones” en el seno de la Iglesia. Pero, en coherencia con su planteamiento global, rechaza abordar esas tensiones directamente y, por el contrario, sugiere más diálogo: “No debemos asustarnos de ellas, ni tratar de resolverlas a toda costa, sino comprometernos en un discernimiento sinodal constante: sólo así las tensiones podrán convertirse en fuentes de energía y no caer en polarizaciones destructivas” (n. 6).
En algunos casos, reconoce el Instrumentum laboris, las “tensiones” que se pusieron de manifiesto en las consultas preparatorias remiten a cuestiones doctrinales que ya han sido resueltas, como la imposibilidad de la ordenación sacerdotal de mujeres. Sin embargo, incluso en esos casos, el documento se resiste la idea de que las cuestiones resueltas puedan estar resueltas: “El hecho de que sigan surgiendo interrogantes sobre puntos de este tipo no puede descartarse precipitadamente, sino que debe ser objeto de discernimiento, y la Asamblea sinodal es un foro privilegiado para hacerlo” [epígrafe Cómo utilizar las fichas de trabajo].
El lenguaje empleado en todo el documento delata esa misma reticencia a defender la doctrina de la Iglesia. La palabra “homosexual” no aparece en el Instrumentum laboris; en su lugar, los autores usan “LGBTQ+”, asumiendo el término que prefieren los partidarios de la revolución sexual. La palabra “matrimonio” aparece tres veces en el documento, dos veces refiriéndose a las uniones polígamas y una refiriéndose a los matrimonios interconfesionales, pero nunca al matrimonio cristiano. Palabras como “pecado” y “redención” no se hallan en parte alguna.
Quizá la razón de este planteamiento pueda encontrarse en la afirmación del Instrumentum laboris de que “la vida sinodal no es una estrategia para organizar la Iglesia, sino la experiencia de poder encontrar una unidad que abraza la diversidad sin cancelarla, porque está fundamentada en la unión con Dios en la confesión de una misma fe” (n. 49). Pero ¿cuál es esa "misma fe" y cómo podemos resolver los interrogantes sobre lo que exige de nosotros?
Para definir el significado preciso y el ejercicio de la “sinodalidad”, necesitamos en primer lugar comprender cuáles son los principios básicos, fundamentales, no negociables sobre los que se basa nuestra fe católica. Sobre la base de esos principios -la doctrina de la Iglesia- podemos discernir una forma de resolver las disputas que nos dividen. Si el Sínodo de la sinodalidad sigue las orientaciones del Instrumentum laboris y descuida los puntos fundamentales para centrase en los puntos candentes, está condenado al fracaso.
Publicado en Catholic Culture.
Traducción de Carmelo López-Arias.