Se pregunta el filósofo "si hay salvación". Y precisa: "No de este hambre que ahora siento, de este desengaño amoroso, del problema que se nos plantea cuando me quedo sin trabajo, sino si hay salvación en absoluto, de si tiene sentido la esperanza que en medio de esa angustia, en el fondo del corazón, siento, de que al final... todo saldrá bien y esa angustia, en un glorioso despertar, se mostrará como pesadilla superada... para siempre".
El filósofo escribe entonces páginas luminosas, penetrantes sobre la muerte y su necesidad, el desafío al tiempo en que consiste la vida, sobre el amor y su capacidad para ser puro vivir -arrancando a la vida del tiempo, el espacio y la circunstancia- que, sin embargo, parece rendirse ante la muerte. Parece, porque con Novalis nos recuerda que el amor demuestra la vanidad de la muerte: "Quien de verdad ha amado sabe que ha descubierto lo eterno... sabe que la resurrección, más que posible, es necesaria".
Usted primero y ¿Alguien entiende a Dios? son dos de las obras de divulgación de Javier Henández-Pacheco, quien tiene además una amplia bibliografía académica.
¿Puede el hombre alcanzar solo ese horizonte? Sabemos de nuestras limitaciones, pero no podemos conformarnos con menos de un mundo donde los cojos anden y los ciegos vean, donde los muertos resuciten y a los pobres se les anuncie la noticia de que dejarán de serlo. Por eso no puede haber cielo ni salvación sin Dios ni menos aún contra Dios: "Si no hay Dios, entonces el tiempo se hace infinito y la historia acaba en sí misma, se hace redonda. Cada instante se convierte en el fin del mundo". Pero, si cada instante es eterno, "se hace eterna también la miseria que la historia ha tenido que recorrer para parirlo": no hay salvación.
El filósofo halla y sugiere, no obstante, una alternativa, "una frase que merece ser el mejor verso, el final de esa poesía en la que se extiende sobre el mundo la voluntad con que el Creador se recrea en él: '¡Mirad que yo haré nuevas todas las cosas!' (Apocalipsis 21,5)". Y por ahí alcanza el cielo que desde la eternidad le estaba reservado: "Que al final lleguemos al principio, a ese instante original en el que todo tiene arreglo, en el que la vida empieza de nuevo, y Dios pueda otra vez mirar el mundo y ver que es bueno, y estar nosotros allí para aplaudir, ¡eso me parece a mi que es el cielo!"
Descanse en paz Javier Hernández-Pacheco, el filósofo, el amigo querido.
Publicado en Diario de Sevilla.