Nuestra sociedad, este país, muchos otros viven un conjunto de crisis acumuladas y ni gobiernos ni partidos son capaces, no ya de resolverlas, sino de aportar esperanzas creíbles. Ante esta situación hay que decir que la aportación cristiana es la alternativa a este fracaso.
¿No es acaso una paradoja que, para forjar una alternativa al sistema, alguien tan aparentemente lejos del cristianismo como Antonio Negri deba recurrir como modelo, no a Marx, Lenin o Trotsky, como sería de espera por sus antecedentes, sino a San Agustín y un poco a San Francisco de Asís, como hace en su obra Imperio? Y nosotros, desde el núcleo del hecho cristiano, y ante la crítica situación actual, ¿no somos capaces de levantar una alternativa más fidedigna y mejor?
La primera cuestión es esta: si el sujeto cristiano es débil es necesario reconstruirlo, y la única manera de hacerlo es mediante la acción, porque ella es portadora de sentido. Se trata de un acto humano cuya práctica requiere de los dones del Espíritu Santo y de las virtudes cristianas.
Acción en cuatro planos orgánicamente distintos, pero íntimamente conectados: la misión evangelizadora, la alternativa cultural, la acción política social cristiana y la unidad. Misión, alternativa, acción y unidad.
España es un país para evangelizar de nuevo, es un país de misión. La misión es extender el Reino. Y esta misión choca con dos grandes adversidades: el marco de referencia cultural y político de la desvinculación y cancelación de Dios, y las estructuras de pecado, muy poderosas y, en buena medida, fruto de leyes.
La batalla cultural consiste en una alternativa. De contraculturales a alternativos. Y una alternativa debe de poseer un buen relato dirigido a todos. La tarea de construir este relato es urgente. Sobre dicho relato solo voy a decir ahora unas pocas cosas.
Una. Debe practicar un diagnóstico crítico, sistemático de todos los males que nos aquejan, de las crisis acumuladas, porque todas ellas son fruto de la cultura y el poder desvinculado y de la alianza política que la promueve.
Dos. Debe presentar la concepción y la mentalidad cristiana como alternativa integral al desastre. La mentalidad cristiana es fruto de una fe, pero surge también en la increencia, solo como cultura. El último y extraordinario libro del historiador Tom Holland, Dominio, permite rastrearla con claridad a lo largo de la historia. Es una conciencia, pero también un tensor, un horizonte de sentido, un marco de referencia. Se forja en la práctica de unas virtudes específicas.
Todo esto ha de significar el relato que debe mostrar que todo lo existente sería muy distinto y mucho mejor con el proyecto cultural cristiano.
La tercera referencia sobre la alternativa cultural se refiere a Habermas. La alternativa debe plantear abiertamente que los ciudadanos secularizados no tienen derecho a rechazar el verdadero potencial de las cosmovisiones religiosas, ni discutir el derecho de los conciudadanos creyentes a hacer contribuciones a las discusiones públicas en su lenguaje religioso.
La cuarta consideración es que la alternativa debe extender e intensificar el debate sobre la vida humana y su dignidad, porque en las actuales condiciones posee una extraordinaria capacidad transformadora. Se trata de afirmar y transformar en políticas públicas que toda vida importa, en su naturaleza, dignidad y libertad, y por ello la vida, hoy y aquí, es un problema político. Debemos construir la sociedad de la vida, de la solidaridad, el cuidar y la acogida, donde cada persona dependiente reciba de acuerdo con sus necesidades.
La alternativa cultural siempre quedará como reactiva si no accede a la legislación y a las políticas públicas. El catolicismo español ha olvidado la ley de la contienda política, que dice que todo movimiento, concepción, que no tiene algún tipo de presencia y representación en las instituciones políticas, queda confinado a los márgenes.
Es una omisión grave seguir renunciado a la política. Solo hace falta observar cómo van cayendo las fichas para constatarlo. Y la próxima será la escuela concertada. Pero antes ya lo han hecho la neutralidad del estado en materia moral y religiosa, la maternidad y paternidad, el matrimonio, la sacralidad del cuerpo humano, el sentido y dignidad de la vida, la familia, la conversión de la ideología de género en sus dos versiones, la del feminismo del patriarcado y la de las identidades LGBTI, en política de estado. Siendo a la vez un emporio europeo de la prostitución y la pornografía.
Mientras, la desigualdad y la pobreza siguen creciendo, el sistema educativo español a la luz de los datos es un gran fracaso, el envejecimiento aumenta sobre todo a causa de la baja natalidad, que condena el futuro de este país. La administración pública es muy deficiente, la partitocracia y la demagogia han usurpado la democracia, las instituciones del estado están en crisis, la gestión de la pandemia ha sido humanamente cruel y un desastre en cuanto a resultados. La lista es larga y no voy a extenderme más. Todo esto es política, todo esto es fruto en mayor o menor medida de la política de la desvinculación. ¿Qué más se requiere para una llamada cristiana a la acción política? ¿Qué más ha de suceder?
La cuestión por debatir no es si se debe hacer política como cristianos, es decir, si debemos contribuir al bien común, sino cómo debemos hacerla.
En eso estamos.
Publicado en Forum Libertas.