Los pies se agitan, sin querer, siguiendo la danza húngara de Brahms, tras el violín de Frantisek Eret.  La antigua biblioteca del monasterio de San Miguel vibra con ondas románticas mientras las flámulas de ambientación parpadean: La música crea, por unos instantes, ilusiones de otra vida. Pero la cabeza no sigue a los pies. Abrumada, apenas  cesa de analizar: Una sala vacía en tres cuartas partes amplifica la penuria de artistas obligados a interpretar fragmentos populares para sobrevivir. Su cortesía no oculta el drama existencial y convierte el genio en un auténtico gemido.

Ese grito se suma al de las imágenes sembradas por la contrarreforma en las fachadas y en las plazas. Clamor mudo, desde las hornacinas, de las madonas y los ángeles barrocos: ¡Praga sufre! ¡La  Bohemia cristiana sigue encadenada! Engaño sobre engaño, los títeres de la república gesticulan sumisos en el escenario rococó. Pero el teatro entero cruje. La angustia de los iconos trasciende los reclamos góticos de la disneylandia oficial, sorprende a los turistas, persigue a las sombras de los tranvías. El alma cristiana de Praga expresa su sufrimiento más fuerte, más dolorosamente que la misma población económicamente desangrada. Son las piedras las que gritan, porque las gentes han enmudecido, incapaces de glorificar al Salvador (cf Lc 19, 40). La sequía espiritual  es sofocante, a pesar de la inocencia intelectual del pueblo, víctima de una historia inclemente: Generaciones extraviadas, libres por un minuto del dragón rojo (Ap 12, 3)… Sólo para ser alienadas por el icono parlante de la Bestia (Ap 13, 15 16) y después  esclavizadas por Mamón.  Gentes incapaces de encontrar por sí solas – porque nadie podría - la ruta salvadora. 

La riada humana se hacina sobre el puente de Carlos IV, ajena al lenguaje de sus imágenes. Muslos al aire ellas, tatuajes y piercings ellos, no realzan la belleza femenina ni reflejan virilidad, pero materializan la animalidad: Hay razones para observar el paganismo ético y estético de esta juventud. Las parejas  - de hecho, aunque breve -  no parecen infelices a primera vista.  Pero cuando se escarba en las miradas se percibe el trance… Disimulado por la euforia de lo inmediato y por los tics tecnológicos. Son templos que ansía recuperar el Espíritu Santo.

Desfilan entre las esculturas ennegrecidas, aparentemente sordos a la catequesis: ¿Qué puede decirles el Salvador, flanqueado por Cosme y Damián, o la Virgen acompañada por Sto. Domingo y Sto. Tomás a estos ensimismados en artilugios digitales? El empeño catequético de la Casa de Austria, ideado para almas sencillas, rebota contra casi toda esta juventud. Siempre hay excepciones. El misterio del Amor trascendente, que nos salvó y nos salva sufriendo, acabará pinchando las burbujas evasivas.  No serán los sucedáneos teológicos los que acercarán ese misterio del amor a las frentes marcadas (Ap 13, 16). La pedagogía de la realidad, sintetizada en tantas bellas imágenes, se ha convertido en antigualla decorativa, necesitada de revivir en gestos de verdadero cristianismo. De lo contrario, la ficción autosuficiente, apoyada en la manipulación, suplantará a la realidad.

Intentan acallar el clamor de la imaginería católica mediante un estrépito perfectamente dispuesto. La quinta esencia del materialismo práctico, aderezada con toques explícitos de satanismo, se despliega envolvente: ¡Ved lo que hemos hecho con vuestras creencias medievales y oscurantistas! ¡Una galería de recuerdos, de momias fosilizadas! Y, efectivamente, lo intentan a fondo:  El Calvario, artístico conserje, monta guardia  ante la capilla del monasterio premostratense de Strahov, convertida en hotel. Los confesionarios barrocos y las capillas laterales del claustro de Loreto – pueden fotografiarse por cien coronas – languidecen vacíos. En la Piedad, la súplica de la Madre atenaza el corazón: “Vosotros  todos que pasáis, atended y mirad si hay algún dolor como el dolor mío…” Sostiene el cuerpo exánime del Hijo, aunque fácilmente se comprende que son nuestros propios despojos, sumergidos en la cultura de la muerte, los que sujeta entre sus brazos. ¿Qué podemos hacer, Madre, sino asociar nuestros pequeños sufrimientos a la cruz, abandonada y solitaria, donde Jesucristo cuelga destrozado? ¿Qué podemos hacer, pasmados, en la nueva capilla  de “adoración”? Ante esa custodia iconoclasta – espesa plancha de metacrilato – vacía y ese cajón  lateral que debe ser el sagrario. ¿Será consciente monseñor Karel Herbst de lo que ha hecho? ¿O pensará que la desnudez compensa los excesos del barroco?.

En Nª Sra. de las Victorias, una carmelita coloca arreglos florales ante el Niño Jesús. Entran peregrinos presurosos, en pequeños grupos, a fotografiar al infante coronado y se sitúan indiferentes frente al altar central, cuyo sagrario luce lamparilla roja: ¿Obsesión por lo negativo? ¿O será que  duele este desdén hacia el Dios vivo y presente? De rodillas, de rodillas, que el gesto hable.  Se puede poco, a nivel humano, pero…  Al Niño rey pedirle por la ciudad y el reino. Por el otro rey, aunque habrá ido directo al cielo. Se lo ha llevado a tiempo y no tendrá que contemplar lo que se nos viene encima. (También al P. Gobbi, y a Vallet…  Recogida de justos antes de la gran sacudida. Paz para ellos).  El obelisco junto a San Vito, en lo más alto del castillo, hiere sólo a los que nos quedamos. Por desgracia, ya no es un desafío, sino una  marca de propiedad: Lo han clavado en el corazón de esta ciudad que es corazón de Europa. Coronado por esa pirámide dorada que en los billetes de un dólar aparece con un ojo en su interior, que es el “ojo omnisciente de Osiris” o de Baal, deidades que equivalen a lo que los cristianos llamamos Lucifer.

Nuestra fe arriesga convertirse en objeto de museo. Clavada como una mariposa en un marco para ser abolida por la indiferencia… Praga no miente. ¿Qué ha fallado aquí? ¿Son mis pecados? ¿Solamente mis pecados? Para el padre K., de San José, - jesuita formado en el exilio de París, durante los años rojos – la descristianización de Bohemia es profunda. (Y no es un cura sospechoso, en su homilía vertió nociones contra el carácter necesario del Sacrificio: A la última moda teológica). ¿Creerán que desdibujando el pecado, la justicia y el juicio (cf Jn 16, 8) le hacen un favor al Espíritu Santo? En esta Bohemia anémica cabemos todos, con nuestras historias igualmente sangrantes, deformadas por la mentira. Y creo que se necesitarían más voces verdaderamente proféticas y menos “programas coordinados de evangelización”, homologados con el ambiente… ¿Pero cómo suscitar aquellas?.

Se ha escrito, con razón, que “la doctrina social de la Iglesia ilumina con una luz que no cambia los problemas siempre nuevos que van surgiendo…” Pero,  sin adecuarse plenamente al momento teológico es muy difícil afrontar la dimensión escatológica de las amenazas actuales:   El problema no consiste ya en tratar de orientar “el impulso hacia la unificación de la humanidad” – por mucho que coincida con “el ideal cristiano de una única familia de los pueblos”.  Primero habría que  denunciar  la falsificación de ese impulso.  El mal  aplicado en fórmulas institucionales. El secuestro y la manipulación criminal de los ideales humanistas. Porque ya emerge la mentira suprema - aunque venga parcialmente frustrada y abortada por la resistencia de la Iglesia - frente a la cual no cabrá otra actitud que la contradicción y la cruz… Los equilibrios, ahora, “convierten el amor en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Este es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad” (CIV, 3). 

La alternativa que nos ofrece el NWO es el museo. La abominación de la desolación en lugar sagrado (Mt 24, 1516) que no significa únicamente la banalización sacrílega de la Eucaristía, sino también la conversión del motivo religioso en espectáculo cultural, mediante pérfido e intencional contraste con la exaltación pagana de la carnalidad. Atención al pudor. Los verdaderos tabernáculos son nuestros cuerpos, jóvenes o viejos, siempre templos del Espíritu Santo. Y Praga es el ejemplo consumado, doloroso, de su momificación. La profanación padecida por un pueblo necesitado de rescate espiritual más aun que de liberación política y económica. Aunque la táctica sectaria bien pudiera obedecer a una consigna universal: La fe cristiana desearían convertirla en objeto de museo por la sola fuerza de la contradicción ética y estética.