No, no es el último grito de las nuevas supertecnologías; lo siento por los superadictos a las superpanaceas supermodernas. Es el habitual despertador de Álex Rosal, un libro imprescindible, que acaba de escribir. Su título principal, en mayúsculas de urgencia, es Despierta, y se completa así: Y combate a los bárbaros que arruinan tu vida (LibrosLibres).
Y ¿quiénes son esos bárbaros? El autor lo explica cumplidamente: “Son arquitectos de la maldad que quieren poner patas arriba el mundo invitándonos a experimentar un nuevo Paraíso que no es más que otro infierno en la tierra. La utopía de los bárbaros es trastocar el orden natural de las cosas para crear un nuevo estilo de vida, que solo nos traerá más esclavitud. El envoltorio de su mercancía ideológica es sugestivo y atrayente, pero es pura mentira. Quieren desmantelar la familia, buscan crear desconfianza, sueñan con una población sumisa y distraída… su objetivo es arruinar nuestras vidas”. Más claro, agua. ¿Hace falta dar nombres?
Cuajado de citas que bastarían para hacer reflexionar a los que ni saben ni quieren saber qué es eso y que, por sí solas, bastan para recuperar el alucinante déficit de sentido común en vigor y en auge, este libro desenmascara sistemáticamente, y con lúcido discernimiento, lo que su autor define como “una telaraña diabólica”, que, en definitiva, no es otra cosa que totalitarismo puro y duro; más duro que el totalitarismo habitual, porque es mucho más sutil, cínico, solapado, hipócrita, insoportable, corrosivo y letal. Obviamente el autor no se queda en la mera denuncia, sino que ofrece un acabado decálogo para romper esa satánica telaraña. Sólo los que, como Álex Rosal, se han pasado la vida avisando a tiempo y a destiempo, con persistente incorrección política, que “eso no es verdad, eso otro no es verdad” están plenamente legitimados y tienen la suficiente fuerza moral para escribir libros como éste.
Entre los muchos aciertos de estas páginas-despertador, no es el menor el haber sintetizado y recogido prácticamente todo lo que sobre este totalitarismo rampante se ha dicho y escrito, aquí y allá, de manera dispersa, así como las reflexiones llenas de sensatez y de preocupación que el autor hace sobre el miserable control social digital que hoy atenaza a los padres, educadores y formadores que irresponsablemente quieren ignorarlo, o simplemente les resulta más cómodo mirar hacia otro lado. Nadie que lea este libro podrá seguir escudándose en que eso ya lo harán otros, los jueces, los obispos, los intelectuales, los de la seguridad, los profesores, los de la oposición… ¿Los qué? Es hora de enterarse, de una vez: lo que no hagas tú, eso se queda sin hacer, y lo que dejes de hacer tú, otro lo hará. ¿Vas a seguir votando a quienes no defienden la Verdad y la Vida, así que todo lo demás para qué te cuento? ¿Vas a seguir sin denunciar lo que le están inculcando a tu hijo en el cole? Vas a seguir sin controlar la tableta de tu hija, o el móvil de tu hijo? ¿Vas a seguir comprando ese panfleto diario, oyendo esa emisora, viendo esas series y programas de televisión? Luego no vengas con lamentaciones inútiles, porque habrás perdido el derecho a hacerlo.
No te dejes anestesiar el alma con la quincalla ideológica que te venden como progreso. Los gallegos lo expresan muy gráficamente: “Nos mean y decimos que llueve”. Esto es ya un diluvio, y ya no hay paraguas que valga. Este libro te enseña a espabilar, te explica respetuosa y libremente cómo puedes salir del “sistema”, sin seguir tragando a políticos mendaces que te dicen que son socialistas y son más comunistas que Gramsci, eso sí, chulísimamente, a magistrados cómplices y de alquiler, a profesores de pacotilla y de todo a cien que no tienen ni idea de lo que es un maestro; este libro te enseña a no seguir perteneciendo lanarmente a la comunidad de “Idiotizados punto com.” Supongo que, a estas alturas, con la que está cayendo, ya te habrás dado cuenta de que las redes son para pescar . ¿Vas a seguir dejándote pescar?
En este despertador de Álex Rosal ha sonado la alarma. Todo país tiene derecho a defenderse; pues claro, pero ningún país tiene derecho a matar a niños, ni en la guerra ni en el aborto, ni física ni espiritualmente. ¡Despierta!