Durante esta pandemia, una amplia comunidad cristiana ha sido acompañada por la lectura de la novela Van Thuan. Libre entre rejas, de Teresa Gutiérrez de Cabiedes. No se ha tratado simplemente de una lectura benéfica, sino de un ejercicio de memoria compartida (eclesial) que ha servido para interpretar los diferentes aspectos del drama provocado por el coronavirus con una vivacidad sorprendente.
Van Thuan vivió 13 años preso en las cárceles comunistas de Vietnam, ocho de ellos en aislamiento total, y su fe (su humanidad) se vio sometida a dura prueba. Este obispo audaz y creativo, con una enorme pasión apostólica, se vio constreñido por una circunstancia indeseada a decidir entre la desesperación y la confianza plena en Jesucristo. De un plumazo fue desposeído de sus magníficas obras de evangelización. El Señor le llamaba a decir "sí" dentro de un huracán que podía despedazarlo.
Lo impresionante de la lectura es que Van Thuan ha sido un verdadero compañero de camino en las dificultades familiares, en la incertidumbre laboral o en la angustia frente a la muerte de un ser querido. Y ha sido posible porque la vida de Van Thuan encuentra un eco en muchos testigos de hoy. Esto es lo que significa vivir la memoria en la experiencia cristiana, una memoria que liga la historia de nuestro pueblo con el presente dramático en que nos encontramos.
Un aspecto de todo esto es el valor práctico de conocer la historia de la Iglesia (tan relegada en nuestros procesos de formación) a la hora de sostener realmente nuestra fe dentro de las circunstancias. Hace falta, naturalmente, que dicha historia sea revivida desde dentro de la experiencia de la comunidad cristiana, y no leída como algo exótico o externo a nuestras vicisitudes. Otra cuestión decisiva es que esta lectura se produzca dentro de una dinámica educativa que debería ser connatural a toda la actividad eclesial. Cuando la fe está viva, todo en la Iglesia (desde la liturgia a la caridad) es educación, y la persona que es introducida en cada gesto no sale igual que entra, es generada una y otra vez en su forma de mirar, de entender, de relacionarse con todo.
Muchos de los que ahora se han sentido tocados por la historia de Van Thuan conocían ya al personaje, pero no habían conectado su experiencia con la que ellos están haciendo ahora en carne viva. El fruto que veo es una fe más incidente, una esperanza cierta dentro del dolor y una disposición renovada para la lucha diaria, para un amor que actúa con inteligencia.
Publicado en Alfa y Omega.