La persecución contra los cristianos alcanzó nuevas cotas en Irán en 2018, según un exhaustivo informe hecho público conjuntamente por Open Doors, Middle East Concern, Article 18 y Christian Solidarity Worldwide: "El final de 2018 fue escenario de una inaudita oleada de redadas en domicilios particulares, que dio lugar a un gran número de detenciones. Muchos cristianos fueron condenados a prisión, o tienen sentencias pendientes de ratificación en el Tribunal de Apelaciones".
A pesar de que los abusos y ataques contra los cristianos se han intensificado, la comunidad internacional sigue etiquetando al Gobierno iraní, comandado por el presidente Hasán Ruhaní, como "moderado". Lo alucinante es que, a la vez que presumen de que en el islam los cristianos y las demás minorías religiosas son tratados con justicia, las autoridades iraníes están poniendo en la mira a los cristianos sólo por atreverse a practicar su fe de manera pacífica. Recientemente, en una sola semana fueron detenidos más de cien cristianos. También hubo un "repunte" inaudito "durante noviembre y diciembre de 2018, cuando se reportaron arrestos en Ahvaz, Chalus, Damavand, Hamedán, Hashtgerd, Karaj, Mashad, Rasth, Shahinshahr y Teherán. Se ha informado de la detención de 114 cristianos en sólo una semana".
Dos órganos del Estado parecen ser los responsables de este acoso a los cristianos. El Ministerio de Inteligencia y sus agentes asociados llevan a cabo sofisticadas acciones de vigilancia de las comunidades cristianas, cuyas actividades cotidianas documentan y registran. La información se transmite después a los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), servicio de seguridad que ha mutado en organización terrorista. Informó The Guardian: "Mohsen Sazegara fue miembro fundador del sepah de Jomeini [los CGRI], pero ahora es un disidente exiliado y un destacado crítico de la organización que ayudó a crear. 'Creamos un ejército del pueblo para defender al país y ayudar en las emergencias, pero se ha convertido en un monstruo'".
Con la información que reciben, los CGRI llevan a cabo redadas en la comunidad cristiana, y detenciones masivas. Los abusos no se limitan a la vigilancia y los arrestos; a esos ciudadanos inocentes se les niega después un juicio justo o el acceso a sus propios abogados. Para que confiesen, los interrogadores recurren a la violencia y, según Open Doors, al confinamiento en régimen de aislamiento, así como a una pluralidad de torturas físicas y psicológicas: "Los presos son a menudo torturados física y mentalmente. Son sometidos a interrogatorios casi diarios, que incluyen grandes palizas, y obligados a soportar acusaciones amañados. En prisión, al profesor eclesiástico Morad los guardias le llevaban té pero no le dejaban ir al baño. Los expresidiarios denuncian privaciones del sueño y amenazas contra sus familiares, así como presiones para que renegaran de su fe".
Los CGRI no van sólo a por los individuos. Irrumpen con frecuencia en los templos y los clausuran, o confiscan propiedades de cristianos. Así las cosas, cada vez son más los cristianos que practican su fe en sus domicilios, en lo que se conoce como iglesias domésticas. Ni siquiera el estar en sus propias casas les da seguridad: los CGRI no hacen sino intensificar su represión contra cualquier práctica religiosa cristiana.
Las autoridades suelen fabricar acusaciones contra los cristianos, como la de "poner en peligro la seguridad nacional". Shamiram Isavi Jabizeh, esposa del reverendo Víctor Bet Tamraz, fue condenada a cinco años de cárcel por "pertenencia a una organización que pretendía perturbar la seguridad nacional". El tribunal de la sharía añadió otros cinco años de prisión por "reunirse y conspirar para cometer delitos contra la seguridad nacional". Su única prueba fue que la vieron practicando su religión. ¿Cómo puede ser leer la lectura del Evangelio en un domicilio una amenaza tan grave para la seguridad de un país?
Parece que uno de los objetivos de este tipo de atropellos es amenazar e intimidar a la milenaria comunidad cristiana, para que sus miembros huyan por temor a la cárcel, la tortura o la muerte. Se diría que la estrategia de los CGRI consiste en ejercer presión sobre la comunidad cristiana para reducir su número y que, en cambio, crezca la proporción de musulmanes en el país, para conferir así a la mayoría un nivel de control aún mayor.
Otro objetivo sería condenar a las tinieblas la práctica del cristianismo. El maltrato no sólo instila el terror entre los cristianos, también les impide difundir el Evangelio en público y sumar fieles a su credo. El régimen iraní considera outsiders a los cristianos que viven en el país, y como tales los trata.
Según la legalidad internacional, el Gobierno iraní tiene la obligación de respetar la libertad religiosa. Sin embargo, se están vulnerando los derechos de los cristianos a una escala nunca vista: ¿cuánto tiempo permanecerá callada la comunidad internacional? ¿Qué hará falta para que los moralistas eternamente engreídos actúen contra estos atropellos a los derechos humanos, para que la gente no tenga que esconder su fe, o deje de vivir con miedo a graves persecuciones? Si el Gobierno iraní se niega a tomar medidas para garantizar los derechos y libertades de los cristianos, estos individuos inocentes no pueden sino rogar por la ayuda humanitaria de la comunidad allende sus fronteras, con la esperanza de que algún día puedan vivir en una tierra donde sus creencias y oraciones no sean motivo de encarcelamiento y tortura.
Publicado en El Medio.
Mayid Rafizadeh es presidente del International American Council.