El cardenal Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid, no suele decir una palabra más alta que otra. En su pasada intervención en la asamblea plenaria de los obispos insistió en que estamos atravesando una situación de «penuria vocacional». Hace no mucho tiempo, en la Conferencia Episcopal, se trabajó un documento, también estadístico, que no se hizo público, sobre los sacerdotes en España.
Se reseñaban, entre otros datos, la edad media (65,5 años, en no pocas diócesis 74) y su desigual distribución. Por cierto que concluía con escalofriantes proyecciones de futuro. La otra cara de la moneda son los seminarios. Y aquí si tenemos datos ventilados de estos días.
Según las estadísticas, los sacerdotes ordenados el pasado año fueron 135. El año anterior, 109. Hay 1023 seminaristas mayores en España, 60 menos que en el curso anterior. Los seminaristas menores, una denominación bastante confusa, son 918, mientras el pasado año alcanzaron la cifra de 1061. Por diócesis, Madrid está a la cabeza con 172 aspirantes mayores. Le siguen Toledo (67); Valencia y Sevilla (63); Cartagena (60); Córdoba (58); Alcalá de Henares (45); Barcelona (35); y Granada (31). Pero sorprende el número de abandonos en Madrid. También hay que destacar que de los 1023 candidatos al sacerdocio, 241 estudian en los 13 seminarios diocesanos Redemptoris Mater, dirigidos por el Camino Neocatecumenal. Este dato está produciendo una sorprendente campaña interna en contra de estos seminarios. Un movimiento que no parece muy lógico. Si hablamos de penuria vocacional, ¿por qué problematizar al veinte por ciento de los futuros sacerdotes?
El nuncio en España, monseñor Renzo Fratini, que tampoco es que se prodigue mucho en público, alertó a los obispos españoles en la última plenaria del peligro del «psicologismo» como criterio a la hora de decidir si un joven tiene vocación y si se puede ordenar sacerdote. Alertó de una práctica que comienza a ser frecuente: que la vocación la decidan los «psicólogos». Sin lugar a dudas, es importante conocer la personalidad, pero más relevante es que los seminaristas tengan una intensa vida de oración, de estudio serio y de normal inserción en las comunidades cristianas.
Publicado en ABC.