La actualidad circula a tal rapidez, que ni el límite de 110 km/hora logra frenar su enloquecida carrera. Si la semana pasada, la publicación de las actas de las conversaciones que se traían entre manos agentes del Gobierno y los pajaritos de ETA puso de los nervios a todos los medios informativos, ha bastado que ZP dijera el sábado ante los suyos que se retira del zafarrancho de combate político al terminar la legislatura, para que todo aquello haya pasado de repente a mejor vida. Sin embargo, en la vorágine de tal avalancha de noticias y comentarios sobre el mismo tema, se deslizó un detalle en el que no ha reparó casi nadie, aunque tiene un gran significado. Me refiero a la participación en dichas conversaciones de mediadores pertenecientes al Centro Henri Dunant para el Diálogo Humanista con sede en Ginebra.
Calvinista fervoroso, masón insigne que ocupa un lugar destacado en el “santoral” de la escuadra y el compás, Henri Dunant, banquero y filántropo suizo, fundó la Cruz Roja Internacional en 1863, a la vista de la terrible carnicería que presenció personalmente, causada por la batalla de Solferino (1859) en la guerra de francesas y piamonteses contra los austriacos, para crear el reino unificado de Italia bajo el cetro de Víctor Manuel II, también masón. En 1901, Dunant, recibió el premio Nobel de la Paz, compartido con Frederic Passy.
El centro ginebrino Henri Dunant es una institución masónica fundada en 1999 para mediar o actuar de buen componedor en los conflictos armados que puedan surgir en cualquier rincón del planeta, aunque nadie les d´´e vela en el entierro. Obedece a la filosofía del buenismo pacifista, muy propia de la “fraternite” del mandil, mas para esto precisamente se creó la ONU y sus múltiples organismos y agencias, anegados, unos y otras, de “hermanos”, y últimamente de abanderadas del género. En marzo del año pasado fue nombrado presidente honorario de ese centro el ínclito Javier Solana, perejil de muchas salsas internacionales por “ser vos quien sois”, para que no haya duda alguna sobre la filiación de Solana por un lado y del centro por otro.
El Henri Dunant tenía, hace cinco años, unos treinta funcionarios pertenecientes a diecinueve nacionalidades. Ahora serían más seguramente, dado que la función crea el órgano. Se financia con aportaciones de numerosos estados y organismos políticos, entre los que destacan Suiza, Noruega y demás países nórdicos, Reino Unido, Comisión Europea, EE.UU., etc. En España contribuyen, posiblemente entre otros, el gobierno autónomo vasco de Pachi López y el ayuntamiento donostiarra de Odón Elorza, acaso por los “servicios prestados” a la causa del irredentismo vascuence.
Este centro actúa siempre con absoluta discreción, según la terminología masónica, o lo que es lo mismo, con total secreto. De ahí que sus actas de las reuniones Gobierno-Eta permanezcan encerradas bajo siete llaves, como el sepulcro del Cid, en los sótanos blindados de algún banco suizo. De ahí, también, que sigan y seguirán ocultas hasta que a los sociatas enmandilados españoles les convenga. Nunca antes. Pero si el secretismo más hermético rodea a este oscuro cambalache entre emisarios del ejecutivo de ZP y los matones de la chapela, tenemos para enterarnos de algo de lo que ocurre, a las actas o notas de Eta. No serán actas “oficiales” de los mediadores masónicos, pero no hay por qué dudar que se trate de apuntes veraces.
Los etarras, desde siempre, nunca han dejado de tomar notas o levantar acta de sus reuniones y entrevistas con terceros “para que conste” y se haga público cuando les interese. Como no se fían de nadie, ni siquiera de sí mismos, lo dejan todo por escrito, a fin de que no haya lugar a malas interpretaciones. Sólo les falta llamar a un notario para que dé fe pública de lo negociado con la parte contraria. Algunos plumillas y políticos afectos al Gobierno de ZP echan en cara a quienes hacen caso a los papeles de Eta, que se fíen de los etarras y pongan en cuarentena la versión oficial, pero resulta que, como dijo alguna vez el sabelotodo Rubalcaba, los pistoleros de Eta podrán matar y extorsionar, pero no mienten; en cambio, los portavoces del Gobierno, empezando por el propio vicepresidente y ministro del Interior, no dicen una verdad ni cuando se equivocan. Eso es lo que tenemos.
Calvinista fervoroso, masón insigne que ocupa un lugar destacado en el “santoral” de la escuadra y el compás, Henri Dunant, banquero y filántropo suizo, fundó la Cruz Roja Internacional en 1863, a la vista de la terrible carnicería que presenció personalmente, causada por la batalla de Solferino (1859) en la guerra de francesas y piamonteses contra los austriacos, para crear el reino unificado de Italia bajo el cetro de Víctor Manuel II, también masón. En 1901, Dunant, recibió el premio Nobel de la Paz, compartido con Frederic Passy.
El centro ginebrino Henri Dunant es una institución masónica fundada en 1999 para mediar o actuar de buen componedor en los conflictos armados que puedan surgir en cualquier rincón del planeta, aunque nadie les d´´e vela en el entierro. Obedece a la filosofía del buenismo pacifista, muy propia de la “fraternite” del mandil, mas para esto precisamente se creó la ONU y sus múltiples organismos y agencias, anegados, unos y otras, de “hermanos”, y últimamente de abanderadas del género. En marzo del año pasado fue nombrado presidente honorario de ese centro el ínclito Javier Solana, perejil de muchas salsas internacionales por “ser vos quien sois”, para que no haya duda alguna sobre la filiación de Solana por un lado y del centro por otro.
El Henri Dunant tenía, hace cinco años, unos treinta funcionarios pertenecientes a diecinueve nacionalidades. Ahora serían más seguramente, dado que la función crea el órgano. Se financia con aportaciones de numerosos estados y organismos políticos, entre los que destacan Suiza, Noruega y demás países nórdicos, Reino Unido, Comisión Europea, EE.UU., etc. En España contribuyen, posiblemente entre otros, el gobierno autónomo vasco de Pachi López y el ayuntamiento donostiarra de Odón Elorza, acaso por los “servicios prestados” a la causa del irredentismo vascuence.
Este centro actúa siempre con absoluta discreción, según la terminología masónica, o lo que es lo mismo, con total secreto. De ahí que sus actas de las reuniones Gobierno-Eta permanezcan encerradas bajo siete llaves, como el sepulcro del Cid, en los sótanos blindados de algún banco suizo. De ahí, también, que sigan y seguirán ocultas hasta que a los sociatas enmandilados españoles les convenga. Nunca antes. Pero si el secretismo más hermético rodea a este oscuro cambalache entre emisarios del ejecutivo de ZP y los matones de la chapela, tenemos para enterarnos de algo de lo que ocurre, a las actas o notas de Eta. No serán actas “oficiales” de los mediadores masónicos, pero no hay por qué dudar que se trate de apuntes veraces.
Los etarras, desde siempre, nunca han dejado de tomar notas o levantar acta de sus reuniones y entrevistas con terceros “para que conste” y se haga público cuando les interese. Como no se fían de nadie, ni siquiera de sí mismos, lo dejan todo por escrito, a fin de que no haya lugar a malas interpretaciones. Sólo les falta llamar a un notario para que dé fe pública de lo negociado con la parte contraria. Algunos plumillas y políticos afectos al Gobierno de ZP echan en cara a quienes hacen caso a los papeles de Eta, que se fíen de los etarras y pongan en cuarentena la versión oficial, pero resulta que, como dijo alguna vez el sabelotodo Rubalcaba, los pistoleros de Eta podrán matar y extorsionar, pero no mienten; en cambio, los portavoces del Gobierno, empezando por el propio vicepresidente y ministro del Interior, no dicen una verdad ni cuando se equivocan. Eso es lo que tenemos.