Tras la caída del Ejército francés en 1940 Jean Paul Sartre fue encerrado en un campo de concentración: Stalag 12D. En ese cautiverio el autor existencialista por excelencia, ateo de padre y muy señor mío, escribió una obra de teatro sobre la Navidad. Fue él quien se lo ofreció a unos sacerdotes católicos también presos. Ajá: la primera obra teatral de este ateo oficial aborda un capítulo esencial de la simbología cristiana. No está mal para un autor que negó la piedra angular de todas las religiones: la misma existencia de Dios. Bien por Sartre.
Esta historia la destapó el profesor de la Universidad Francisco de Vitoria José Ángel Agejas hace ya unos años, cuando se sorprendió al encontrar unas frases atribuidas a Sartre sobre la Navidad sin que la obra referida apareciese en su bibliografía, al menos en castellano.
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Según sus pesquisas, la pieza teatral no quedó sepultada por el olvido gracias a que en 1962 algunos de aquellos presos le pidieron permiso para publicarla y representarla. Sartre aceptó, pero siempre que quedaran claras sus reservas sobre la obra y sus circunstancias: durante su cautiverio no dudó «ni siquiera por un momento» de la inexistencia de Dios, pero eso no le impidió escribir una obra para conseguir «la unión más amplia posible entre cristianos y no creyentes». Como escribe el profesor, fue una Navidad ganada a los nazis.
Más de ochenta años después, y sin nazis en el horizonte, me pregunto que si Sartre fue capaz de escribir una obra sobre la Navidad sin que le salieran sarpullidos y sin por ello negarse a sí mismo, ¿no podría el presidente del Gobierno felicitar la Navidad sin recurrir al eufemismo del «felices fiestas»? ¿Tanto le cuesta? Cuidado, que se empieza así y se acaba celebrando comuniones civiles porque el niño -o la niña- se va a quedar sin regalos. No se preocupe, presidente, quítese el corsé progre y felicite la Navidad y los Reyes Magos, que es perfectamente compatible con un Estado aconfesional y con toda secularización, incluso con la negación misma de Dios. Acercarse al cristianismo no implica acercarse a la fe. No es ya cuestión religiosa, sino de tradición cultural, tolerancia y unidad. Que se lo digan a Sartre.
Publicado en ABC.