El fenómeno de las identidades transgénero es un misterio que por el momento carece de explicación científica. Pero… ¿la necesita? Una explicación es una espada de doble filo, así que algunos observadores dicen que no hace falta. Sin explicación, existe el peligro de que la medicina dé marcha atrás y vuelva a describirla como una forma de enfermedad mental. Con explicación existe el peligro, aún peor, de que los críticos intenten “arreglarla”, llevando a abusos contra los derechos humanos. Por lo cual, al menos por el momento, los defensores del fenómeno transgénero están sobreviviendo sin ella.
El periodista transgénero Alex Barasch, que escribe para publicaciones como el Washington Post, Variety y Slate, alegaba a principios de año que buscar explicaciones científicas para las identidades transgénero podía hacer más mal que bien: “La triste realidad es que el esencialismo biológico no siempre ayuda a la causa”, escribió. (El “esencialismo biológico” es lo que los periodistas normalmente describen como “los hechos”.) Los escáneres cerebrales y la genética mandan señales confusas: “A la comunidad LGBTQ no nos ayuda que nuestra validez dependa de lo que podamos aprender, si solo podemos escanear los cerebros adecuados o identificar los genes adecuados, y si confiamos en el volumen del córtex frontal más que en lo que las personas nos dicen de sí mismas. Más que en buscar un fundamento biológico más firme, quienes realmente quieran avanzar en la causa deben empezar por creer a las personas trans cuando proclaman lo que son”.
Sin embargo, los científicos son insaciables en su búsqueda de causas. Una causa política carente de causa científica terminará tarde o temprano desinflándose en una no-causa. Así pues, apartándose de la biología, algunos científicos transgénero están buscando mucho más allá.
Por ejemplo, en su más reciente edición on line, el International Journal of Sexual Health publica un artículo que propone que una causa podría ser la reencarnación. Sí, la reencarnación. Un tema que aparece en los cómic manga y en blogs muy friquis, pero que ahora forma parte del creciente acopio de pruebas que apoya la ciencia trans.
En "Childhood Gender Nonconformity and Children’s Past-Life Memories", cuatro científicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia analizan datos que sugieren que las niñas que se comportan como niños y los niños que se comportan como niñas están recordando una vida anterior en la que tuvieron un sexo diferente. “Además de la genética y de las influencias ambientales, las vidas anteriores pueden ser un tercer factor que define el desarrollo de la personalidad”, consideran los autores: “Nuestro estudio demuestra que entre los niños que describen la memoria de una vida anterior, existe una fuerte asociación entre la disconformidad de género y las memorias de una vida anterior como miembro de un sexo diferente”.
Podría pensarse que invocar la reencarnación es absurdamente acientífico. Sin embargo, esto es ciencia transgénero, así que se aplican distintos estándares de demostración. Además, la International Journal of Sexual Health es una publicación revisada por iguales, así que ¿quién es usted para cuestionar si hace falta o no “demostración” para avanzar en la causa de la ciencia transgénero? Como dice Alex Barasch, debes "empezar por creer a las personas trans cuando proclaman lo que son”… incluso sobre sus vidas anteriores como princesa de Egipto o guerrero vikingo.
Un signo aún más perturbador de que la ciencia puede estar tirando la toalla es la posición sobre temas transgénero planteada por la publicación científica líder mundial, Nature.
En octubre, un informe del departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS, Health and Human Services) fue filtrado al New York Times con un borrador de definición de género basada en la genética y los órganos genitales. Esto crearía un marco legal “sobre bases biológicas claro, basado en la ciencia, objetivo y mensurable” para las normas y regulaciones gubernamentales específicas para los sexos.
En un editorial titulado “La propuesta de Estados Unidos para definir el género no tiene base científica”, Nature estalló furiosamente. Alegaba que la propuesta “es una idea terrible que hay que echar abajo. No tiene fundamento científico y desandaría décadas de progreso en la comprensión del sexo (una clasificación basada en características corporales internas y externas) y del género, una construcción social relacionada con diferencias biológicas pero también enraizada en la cultura, las normas sociales y el comportamiento individual”.
Es curioso que, más o menos al mismo tiempo, The Economist, que no es una publicación científica pero que investiga escrupulosamente y es socialmente progresista, publicase una reseña escéptica sobre la controversia transgénero. Su preocupación era principalmente que una interpretación progresista de los derechos trans pondría en riesgo a mujeres y niños. Alegaba que es demasiado pronto para cambiar la legislación incorporando una nueva comprensión de los temas científicos: “La idea de que el género y el sexo biológico son cosas totalmente separadas es nueva y pobremente concebida”.
Así pues, ¿podría ser demasiado categórica la afirmación de Nature de que asignar el sexo según la genética y los genitales “no tiene fundamento científico”? Quizá lo que quiere decir realmente es que la Administración Trump está ignorando el “consenso científico”, que contempla el sexo como algo complicado y el género como un espectro.
La idea de que el consenso de los expertos constituye la verdad científica es un legado de la guerra sobre el cambio climático que nos resulta familiar. Sin embargo, como muchos analistas han señalado, si el consenso fuese el criterio último, la Iglesia tenía razón y Galileo estaba equivocado. La ciencia trabaja con la observación, las medidas, los experimentos y la replicación. En el caso de los temas transgénero, hasta el momento, hay muy poco de todo ello.
Lo que preocupa a los apologistas transgénero es admirable: proteger la dignidad de las personas transgénero y no-binarias. Nature describe los planes del HHS como “la última en una serie de propuestas que abusan de la ciencia o la ignoran, y perjudican a grupos marginados buscando votos fáciles”.
Pero ¿qué tipo de ciencia? ¿Una ciencia basada en “el consenso de los expertos” más que en la aplicación laboriosa del método científico? ¿Una ciencia basada en la reencarnación? Dada la escasez de hechos biológicos y la urgencia política de justificar la ideología transgénero, no es extraño que algunos científicos estén recurriendo a un misticismo irracional e indemostrable.
El debate transgénero está corrompiendo la forma de trabajar de la ciencia. Si esta dudosa tendencia se acelera, ¿veremos a científicos estudiando la relación entre lo transgénero y la frenología? ¿La astrología? ¿La homeopatía? La razón parece estar yéndose por el desagüe.
Dennis Denuto (interpretado por Tiriel Mora) es un personaje de la película australiana The Castle (Rob Stich, 1997): un mal abogado que justifica su posición en "the vibe": "El ambiente", "Lo que se lleva", "Lo que hay".
Las palabras inmortales del desventurado abogado Dennis Denuto resumen el nuevo método científico si la ciencia transgénero se convierte en el consenso de los expertos: “Es la justicia. Es la ley. Es el ambiente… He dicho”.
Publicado en Mercatornet.
Traducción de Carmelo López-Arias.