Una empresa que fabrica productos para venta en farmacia (perdonen el circunloquio, pero me resisto a llamar “medicamentos” a lo que esta empresa produce) ha ideado una campaña conjunta con la Sociedad Española de Contracepción, denominada “Campaña Píldora del Día Anterior”, de apariencia inocua. Pero tan letal, que ha merecido una reprobación, ni más ni menos que de la Comisión Central de Deontología de la propia Organización Médica Colegial. La Sociedad Española de Contracepción es una sociedad científica, cuyos fines son el asesoramiento, difusión, promoción y estudio científico de los métodos anticonceptivos, según ellos mismos declaran en su página web. Lógicamente, su interés está en fomentar los avances científicos que impiden la concepción. De manera que sea más fácil y accesible separar las relaciones sexuales de la reproducción, disociando dos elementos íntimamente ligados, desde un punto de vista antropológico. No es el objeto de este artículo. Pero ha sido precisamente esta capacidad de conseguir la contra – concepción lo que ha disparado la utilización de la mujer como instrumento de satisfacción sexual, despojándola de su dignidad como ser humano. Es decir, justo lo contrario de lo que aparentemente propugnan sus defensores.
El caso es que la SCE lanzó una campaña en febrero, juntamente con la empresa Chiesi España, con el sugestivo título de “Píldora del Día Anterior”. La campaña consistía en la dispensación de cajas con apariencia de medicamentos en los campus universitarios (inicialmente, en el de la Universidad Complutense de Madrid), que contenían una píldora ficticia (de chocolate) y un folleto donde se explicaban todos los métodos anticonceptivos existentes. La campaña se sustenta en una idea madre, que es la necesidad de ofrecer información y formación a los jóvenes en materia de educación sexual para que la afronten con responsabilidad y sin riesgos, contribuyendo así a disminuir los embarazos no deseados y las ETS. En la Sociedad Española de Contracepción están preocupados “porque en España se producen más de 100.000 embarazos no deseados” (es decir, abortos) y hay “un aumento significativo de los casos de infección de transmisión sexual entre los jóvenes”. Por eso, consideran que para no tener que recurrir a “anticonceptivos de emergencia” (que así es como denominan a la PDD), es preferible actuar antes, educando a los jóvenes para que sepan cómo tener relaciones sexuales sin que se produzca el embarazo. De ahí el nombre de la campaña. Lo curioso del caso es que precisamente ese nombre recuerda, por asociación de ideas, a la píldora del día después. Que, casualmente, es un producto fabricado por Chiesi, la empresa que promueve la campaña, con el nombre comercial de Norlevo.
Hay un aspecto incongruente en esta campaña. Pasemos por alto el problema de que la PDD no puede ser considerada un anticonceptivo. De hecho, su efecto resuelta muchas veces abortivo, al impedir la anidación del embrión en el útero (sólo una concepción anti-científica puede llevar a considerar que, como la vida humana no empieza hasta que el embrión se implanta en el útero, su destrucción en los momentos previos a la implantación no supone ningún ataque contra la vida, y por tanto, no es un aborto). Si obviamos este asunto, resulta, como digo, chocante, que la empresa que vende la PDD lance una campaña publicitaria para tratar de disminuir su consumo. Sería comparable a que los fabricantes de cigarrillos hicieran anuncios para fomentar la prevención del tabaquismo entre los jóvenes, su mercado de potenciales nuevos clientes. Habría que despedir al director de marketing que lleva a la empresa a la ruina. Pero es que además, los métodos empleados no consiguen el resultado presuntamente deseado. ¿De verdad pretenden reducir el número de embarazos no deseados y evitar la propagación de las ETS? No parece que fomentar la promiscuidad entre los jóvenes sea el camino más acertado para tal propósito. En el fondo, se pretende hacer creer a los jóvenes que la PDD es un método anticonceptivo más. Un anticonceptivo “de emergencia”, para cuando se tienen relaciones “sin protección”. Sin embargo, como afirma la OMC en su comunicado del 8 de marzo, “está demostrado que la promoción de la píldora del día después no ha contribuido a disminuir los abortos ni las enfermedades de transmisión sexual (ETS). Como consecuencia de la promoción de la actividad sexual sin protección que se ha hecho entre los jóvenes, desde 2001 a 2009 la infección gonocócica aumentó un 99,6% y la sífilis en un 206% (datos de epidemiología del registro de enfermedades contagiosas del Instituto de Salud Carlos III)”. Además, el código deontológico prohíbe la publicidad encubierta de medicamentos, como resulta ser, en realidad, esta campaña. Por eso, el comunicado de la OMC afirma que “una sociedad científica médica no actúa de forma deontológicamente correcta cuando apoya una campaña de un laboratorio cuyo fin es aumentar las ventas de la píldora del día después.”
Al día siguiente del comunicado de la OMC, la Sociedad Española de Contracepción publicó un comunicado-respuesta, en el que se defiende de las acusaciones de prácticas contrarias a la deontología y resumen, en un párrafo final su posición en este tema: “Manifestamos nuestra más firme repulsa al informe emitido, que refleja un posicionamiento ideológico más que ético o científico ante la anticoncepción mediante la píldora de urgencia y ante las campañas de formación en sexualidad y anticoncepción. Aún respetando la ideología y el posicionamiento personal, no creemos que una entidad que dice representar a todos los médicos deba adoptar posturas parciales y de marcado carácter ideológico sin considerar la evidencia científica.” Es decir, que las acusaciones que se les hacen, según ellos, son ideológicas. No entran a rebatir las evidencias científicas de que fomentar la promiscuidad no reduce el número de embarazos ni frena el escalado de las ETS. Para ellos, eso es ideología. Y como, según ellos, todas las ideologías son respetables, la comisión Central de Deontología de la OMC no tiene nada que decir al respecto. Y a su propia posición ideológica la llaman evidencia científica, pero sin justificarla ni demostrarla. Otra vuelta de tuerca más en la manipulación, y una demostración más de la peligrosidad de las ideologías relativistas.