La eliminación masiva y sistemática de seres humanos a la que asistimos en la actualidad, -como supuesto remedio recetado a las madres embarazadas con dificultades o pretendida "solución final" para el caso de las personas enfermas o de edad avanzada-, escandalizará profundamente en el futuro a las generaciones que nos sucedan.
No sé cuánto de próximo o lejano diste de nosotros ese futuro, pero llegará un día en que nuestros descendientes experimentarán una amarga sensación de horror y repulsa moral, por la indiferencia e insensibilidad con que nuestra generación ha convivido y contemplado, impertérrita y apática, el casi universal ataque al bien supremo que es la vida.
Una implacable eliminación de decenas de millones de personas indefensas e inocentes que, desprotegidas legalmente por el Estado y abandonadas por una sociedad en la que ha terminado por entronizarse la cultura de la muerte, se han convertido en las víctimas inocentes de los últimos cincuenta años, en un número y con una complicidad de los Estados y la sociedad sin parangón en la historia de la humanidad.
En el pasado tenían las clases señoriales potestad sobre la vida y muerte de los esclavos; hoy la tenemos todos sobre la vida y muerte de nuestros propios hijos y de nuestros mayores. Se ha democratizado y extendido al conjunto de la población, el poder sobre la vida de millones de personas.
Un poder de exterminio que en España ha alcanzado la cifra de un millón y medio de víctimas, sin que durante años reaccionarán nuestra sociedad ni sus líderes políticos e intelectuales, excepto unas pocas personas que casi podríamos contar con los dedos de las manos.
Pero gracias a esas pocas personas, esencialmente buenas y con conciencia de su propia responsabilidad ante unos hechos que repugnan al sentido común, poco a poco fueron creándose y organizándose distintas asociaciones y fundaciones en defensa de la vida en España que, feliz y puntualmente, decidieron unirse hace dos años para convocar de forma masiva a todos los españoles de buena voluntad, con el fin de reivindicar a una sola voz en las calles de Madrid, algo tan razonable y esencial como que la LA VIDA SÍ IMPORTA.
En aquella Manifestación celebrada el 17 de octubre del 2009, se concentraron en Madrid un número aproximado al millón y medio de personas, las cuales contribuyeron a acelerar y consolidar la progresiva toma de conciencia de una sociedad que llevaba demasiado tiempo tapándose los ojos y no queriendo ver, hasta qué punto y de qué forma el bien supremo que es la vida ha sido puesto en la picota por nuestros gobernantes y legisladores, precisamente en las etapas decisivas de la existencia en que más indefensos somos los seres humanos: en el vientre de nuestras madres y en el ocaso de nuestra existencia.
Una sociedad en la que no sólo no hemos querido asumir nuestra propia responsabilidad ante la inacción de nuestros gobernantes, sino en la que sus miembros nos evadimos de aportar esos valiosos e invaluables granitos de arena personales que tantas vidas contribuyen a salvar.
Dos años después, un mayor número de asociaciones y fundaciones se han vuelto a unir, para organizar de forma unitaria y anual el DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA, los días 25 de marzo o en torno a dicho día, con el fin de señalar, al menos una vez al año, lo necesarios e insustituibles que somos todos y cada uno de nosotros, para revertir esa cultura de la muerte en la que amargamente chapotea nuestra sociedad y, como no, para mostrar a nuestros gobernantes un SÍ A LA VIDA que les haga reaccionar y actuar en consecuencia.
La cultura de la muerte no terminará desapareciendo hasta que todos y cada uno de nosotros entendamos que eso depende, casi de forma exclusiva, del tiempo que cada cual decida generosamente destinar a difundir el amor a la vida; de las ganas que pongamos en ayudar a esas otras víctimas que son las madres embarazadas con problemas; y, no lo duden, de nuestra imprescindible presencia en las Manifestaciones que anualmente se celebrarán en las ciudades de España en el DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA.
Los convocantes han querido que las Manifestaciones se organicen en distintas ciudades españolas, las cuales irán sumándose progresivamente con los años, hasta que llegue un día en que no haya un rincón de España donde el SÍ A LA VIDA no se deje escuchar con auténtico alborozo y esperanza.
Ese es uno de los objetivos del DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA, difundir la cultura de la vida y transformar a la sociedad civil en un garante y protector de las personas más débiles, inocentes e indefensas, sobre las que hoy se está cebando la locura inexplicable de unos pocos y la indolencia moral de la inmensa mayoría.
Nuestra presencia es la mejor muestra de nuestro compromiso real con la vida, y el mejor testimonio que podemos ofrecer para contribuir, siquiera una vez al año, a que las cosas sigan evolucionando a favor de los más débiles. Nada hay más humano ni tan radicalmente inexcusable. Tú y yo, la sociedad civil, podemos ganar la batalla por la vida a poco que decidamos aportar nuestro granito de arena.
En mi caso lo he hecho colaborando y haciéndome suscriptor de la FUNDACIÓN REDMADRE (www.redmadre.es); y, por supuesto, asistiendo en mi ciudad a la próxima Manifestación en el DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA.
Que nuestros hijos o nietos no tengan que avergonzarse un día por la pasividad de una generación que optó por la comodidad, la indiferencia y el silencio, ante la muerte provocada de seres humanos inocentes que lleva muchos años perpetrándose en España y en el mundo entero.
El DÍA INTERNACIONAL DE LA VIDA es la oportunidad que tenemos para salir de nuestra modorra moral, clamando en las ciudades de España ese SÍ A LA VIDA que despierte las conciencias de nuestros conciudadanos, devolviendo la paz y el sentido común a nuestra sociedad.