La vicepresidenta de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo (ACAI) afirma en un artículo publicado recientemente que, si bien el número total de abortos ha disminuido, no es verdad que haya sido gracias a las efectivas políticas en materia de salud sexual y reproductiva llevadas a cabo en España, y en particular a la dispensación sin control en las farmacias de la píldora del día después. No es posible atribuir a la PDD la disminución del número de abortos porque su liberalización se produjo a finales de año, sin tiempo suficiente para que tuviera un efecto “positivo”.
A esto hay que añadir el hecho de que cada vez llegan menos mujeres en edad reproductiva a nuestro país. Las casi 110.000 que llegaron en el 2008, quedaron reducidas al año siguiente a tan sólo 12.000. Por tanto, si son el principal grupo candidato a abortar, al reducirse el número de las potenciales abortistas, los abortos no pueden sino disminuir. Y tal situación no se debe a ningún éxito en las políticas para tratar de reducirlo, sino a que las mujeres van aprendiendo la manera de impedir la concepción del hijo y a destruirlo por medios químicos o mecánicos en sus primeros días de vida, lo cual evita la necesidad de pasar después por un aborto quirúrgico.
Para entender qué ha pasado, en primer lugar, hay que explicar que el 40% de los abortos que se realizan en España provienen de mujeres emigrantes. Las cuales, obviamente, suponen un porcentaje mucho menor de las mujeres españolas en edad fértil. Por otro lado, el 60% de las emigrantes proceden de Hispanoamérica, donde sufren la presión machista, que las lleva a estar supeditadas al hombre, también en el aspecto sexual y por tanto, a sufrir embarazos no deseados. La solución ante un embarazo no deseado, obvia desde el punto de vista de la patronal abortista, es destruir esa nueva vida recurriendo al aborto. Un porcentaje también muy importante de mujeres emigrantes procede de Europa del Este, donde el problema es diferente: En sus países la mujer no está tan sometida, pero no tiene acceso fácil a métodos anticonceptivos. Por tanto, para ellas, el aborto es EL método anticonceptivo. Por esa razón, el 61% de los abortos que se realizan en España son de mujeres procedentes de Europa del Este. Durante los tres primeros años de estancia en nuestro país de las mujeres inmigrantes la tasa de aborto entre ellas es de más de un 70%. Una vez que empiezan a adaptarse a las costumbres españolas (es decir, utilizan anticonceptivos) la tasa de abortos entre ellas disminuye hasta el 20%. Considerando que 1 de cada 5 embarazos en España termina en aborto, la tasa de abortos de las extranjeras podemos decir que se iguala a la de las españolas, pasado ese tiempo de adaptación a la cultura (de la muerte) local.
Por tanto, hay que ser cautos frente a los datos que se nos presentan de reducción de los abortos en España. Puede parecer el mundo al revés. Aparentemente, las empresas dedicadas al aborto se alegran de que disminuya el número de abortos mientras que los que defendemos la vida nos preocupamos por el mismo hecho. Todo tiene su explicación. Por parte de las clínicas, en realidad solo tratan de lavar su imagen ante la sociedad, aparentando querer participar en la cultura tan de moda de la “educación sexual y reproductiva”, cuando la verdad es que su enfado es manifiesto por la pérdida de negocio que podría suponer un mayor rigor en el control del cumplimiento de la condiciones de la ley. El coladero que suponía de hecho la ley anterior que despenalizaba el aborto en tres supuestos se ha legalizado en la nueva ley, estableciendo el aborto como un derecho dentro del límite temporal de las primeras catorce semanas de gestación. A esto hay que sumarle el evidente descenso de “mercado potencial” que amenaza su negocio.
Por parte de los defensores de la vida, la preocupación está muy justificada: No es solo que un solo aborto ya es una desgracia de dimensiones incalculables. Es que si disminuyen los nacimientos, hay que poner en perspectiva la tasa de abortos frente al número total de embarazos. En efecto, si bien es cierto que en el 2009 (últimos datos disponibles) el aborto disminuyó ligeramente (111.482 abortos, frente a los 115.812 del 2008), no lo es menos que, como he indicado, tal descenso proviene de la bajada que se produjo entre las mujeres inmigrantes. Los abortos entre las españolas, por el contrario, aumentaron un 3% (de 52.000 a 53.500). En general, sigue siendo alrededor de un 20% el número de embarazos que acaba en aborto en nuestro país. Porque el número de nacimientos se redujo de los 518.513 niños del año 2008 a tan solo 492.931 en el 2009. Y por otro lado, el alarmante aumento (hasta casi un 100%) de las ventas de la PDD indica que en España se consumen unas 700.000 píldoras de Levonorgestrel al año. Es sabido que la PDD puede ser abortiva, si el óvulo ha llegado a ser fecundado, al impedir su anidación en el útero. Lo cual puede ocurrir aproximadamente en la mitad de los casos. Esto significa que producto de su consumo, se han producido en España otros 350.000 abortos químicos, además de los 110.000 quirúrgicos. Con la diferencia de que los que son producto de la PDD “no se ven”, ni computan en las estadísticas. Pero no por ello dejan de ser reales. A la vista de estos números, afirmar que en España el aborto está en retroceso es no querer ver la realidad. O pretender manipularla. No sé cuál de las dos opciones es peor.