He procurado mantener un milimétrico equilibrio en mis redes sociales entre los mensajes de felicitación por su Goya y por su extraordinario discurso a Jesús Vidal, de Campeones, y aquéllos que recordaban, indignados e impotentes, que a los niños con alguna deficiencia se les aborta masivamente en la España que emocionada les premia y les ovaciona si sobreviven. He compartido unos y otros mensajes, porque comparto unos y otros.
Por un lado, el actor no merece que ninguna reivindicación eclipse su éxito profesional, por muy urgente y dramática que sea. Y por otro, tampoco podemos dejar que una sociedad que mata en el seno materno con total cobertura legal y médica a los discapacitados se permita gorgoritos sentimentales que fomenten su complacencia espiritual.
Ese equilibrio -a Jesús lo que es de Jesús Vidal y al César lo propio de un Nerón- no es difícil de entender, pero sí de practicar. Quizá yo no ayude subrayándola, pero es importante ser conscientes de que esta contaminación entre una gran alegría y una gran indignación es omnipresente, aunque no tenga siempre un escaparate tan espectacular como una gala de los Goya.
El aborto, eugenésico o libre o cualquier otro, del mismo modo que ha entristecido y enturbiado el merecido galardón de Jesús Vidal, se cierne sobre los discursos más bonitos y las instituciones más importantes de nuestra política y nuestro Estado de Derecho y del Bienestar. Tantos como hablan de los Derechos Fundamentales del Hombre se olvidan del derecho a la vida, y eso vacía su mensaje aquí y en la ONU. O a los que se les llena la boca con que la Constitución consagra la igualdad de todos los españoles se les pasa el detalle de la existencia de quienes no son iguales para nacer. Las loas a la democracia, ¿no pierden fuerza moral cuando pensamos que el parlamento ha servido para legitimar o, mejor dicho, legalizar el aborto? ¿Pueden afrontarse con valor, sin complejos, con honestidad, los males de España sin coger por los cuernos la existencia rutinaria de abortos constantes en cada rincón de nuestra geografía?
Hay cosas excelentes en los valores e ideas que hemos ido señalando, como fueron excelentes los aplausos y las lágrimas de emoción al premio y al discurso de Jesús Vidal, pero como sociedad tenemos los pies de barro. El aborto deslegitima, contamina, ensucia o, en el mejor de los casos, como éste, distrae de todo lo bueno y lo hermoso.
Publicado en Diario de Cádiz.