Leemos en el evangelio de San Mateo: “Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás. Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón” (Mt 12,41-42). Es cierto que Jesús se refiere a su generación, pero ¿qué sucede con la actual?
San Ignacio de Antioquía, en su carta a los magnesios, escribe: “No os dejéis engañar por doctrinas extrañas”. Esto ha sucedido en todas las épocas, pero, en la nuestra, tanto o más que nunca. Nunca se me olvidará una conversación con una chica inglesa, en la que me dijo: “En teoría soy anglicana, en la práctica soy sin religión, pero como el ser humano necesita creer en algo, en lo que yo creo es en los horóscopos”. Recuerdo que a mis amigos y a mí no nos pareció precisamente un buen negocio cambiar a Jesucristo por los horóscopos. Creo que fue Chesterton el que contaba que en una conversación con treinta profesores no creyentes absolutamente todos llevaban algún amuleto como protección.
En estos momentos estamos bajo la dictadura de lo políticamente correcto y quien decide qué es lo que debemos pensar es el lobby LGTBIQ. Me quedé estupefacto cuando el Ayuntamiento de mi ciudad de Logroño decidió por unanimidad no permitir que el 20 de mayo de 2017 el autobús de Hazte Oír pudiese entrar en Logroño por afirmar lo que puedes leer en cualquier libro de Ciencias: que los niños tienen pene y las niñas vagina; mientras que lo políticamente correcto es decir que los niños tienen pene o vagina y las niñas tienen vagina o pene.
Estos días hemos tenido el caso de un profesor de Biología de Alcalá suspendido de empleo y parte del sueldo por enseñar que sólo hay dos sexos que se distinguen porque los varones tienen los cromosomas XY y las mujeres XX. Esto, que es una obviedad, para los inquisidores de la ideología de género es una gravísima herejía. Menos mal que, ante el escándalo producido, han tenido que levantar la sanción. Pero, como católico y además sacerdote, me queda una duda. Dado que la Biblia dice: “Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó, y los creó macho y hembra” (Gén 1,27), con lo que está claro que Dios creó dos sexos, la pregunta es: “¿No se estará tratando de prohibir enseñar la doctrina cristiana?”
Que yo sepa, aunque no sé por cuanto tiempo, en España todavía no está prohibido ser católico. Pero mucho me temo que con la abolición de la Ley Natural y la promoción del aborto, de la eutanasia y de las leyes antifamiliares y antivida, y de que los hijos no son de los padres sino del Estado -legislación diabólica, según un cierto cardenal Bergoglio-, estamos ante una ofensiva para destruir las raíces cristianas de nuestro país.
Afortunadamente, la gente no es tan tonta como creen los defensores de la ideología de género y se empieza a reaccionar, como se ha visto en el caso del profesor de Alcalá. Y es que no se puede jugar impunemente ni con la Ciencia ni con el sentido común, por lo que aunque cada día nos encontremos con nuevas estupideces, los niños seguirán diciendo papá y mamá y no progenitor A y progenitor B, aunque sólo sea porque los partidarios de la ideología de género podían haber buscado una palabra más fácil de pronunciar. Los datos científicos son muy claros, y así el Colegio de Pediatras de Estados Unidos afirma en una declaración: "Son los hechos y no la ideología quienes determinan la realidad", y "la sexualidad es un rasgo biológico objetivo".
Desde que empecé a ocuparme de la ideología de género siempre he creído que uno de sus talones de Aquiles era el deporte femenino. En los Juegos Olímpicos de Tokio compiten transexuales en deportes femeninos, un auténtico robo deportivo: como mínimo, habría que permitir a las auténticas mujeres doparse para mejorar su nivel de testosterona.