Ha suscitado un notable interés “el aperitivo” que he dedicado a la progresiva pérdida, producida en los últimos decenios, de signos distintivos de nuestra identidad de cristianos. Un fenómeno que sería necesario tratar de parar, también porque, siendo conscientes de que estamos volviendo a ser una comunidad de minoría, tenemos siempre más necesidad de volver a adueñarnos de algunos signos. No hay que inventar nada nuevo, bastaría redescubrir algunos aspectos de nuestra tradición.
Nos choca hoy ver cómo los creyentes musulmanes, en cualquier lugar donde se encuentren, cinco veces al día se paran y se arrodillan para rezar. Simplemente tomando inspiración de este ejemplo señalo que existe unmovimiento católico español que propone volver a la parada cristiana de la jornada. Se trata de una iniciativa que ya ha recogido muchísimas adhesiones y que reúne a quien decide recitar la oración del “Ángelus” por la mañana, al mediodía y a la tarde. Se utilizan los móviles y (en la versión “mínima”, aquella que habitualmente nos encuentra en medio de la gente) suena la alarma a las 12 en punto.
Estas personas, cuando oyen el sonido, se paran y se retiran en oración algún minuto (si en ese preciso momento no tienen tiempo para recitar el Ángelus se contentan con un Ave María). Ciertamente, debemos evitar cualquier forma de exhibicionismo, de espíritu de revancha. No debemos echarles en cara a los otros nuestras señales de identidad. Pero con un comportamiento humilde, podemos renovar la memoria de la Encarnación de Dios y, por tanto, de nuestra salvación, por medio de esa sencilla oración en medio de nuestra jornada laboral.
Otro bello signo nos podría venir de la aplicación del Concilio Vaticano II. En la Constitución conciliar dedicada a la Liturgia (Sacrosantum Concilium) se lee que la lengua latina ha de ser mantenida en los ritos latinos. Sería una cosa bella poder volver a enseñar algunas partes de la Misa en latín y sobre todo – tomando en serio al propio Concilio – aprender en su forma original al menos el Credo.
Hoy muchos católicos tienden a sacralizar la Constitución italiana, fruto del trabajo de compromiso entre las tradiciones comunista, liberal y católica. Pero nosotros, como católicos, tenemos ya una gran “constitución” sagrada y fundamental, y es el Credo. Sería cosa buena volver a enseñarlo en latín, lo que permitiría, en ciertas ocasiones, en los grandes santuarios por ejemplo, manifestar en la oración y en el canto una unidad incluso en la lengua. Son solamente dos ejemplos, pero existen otros muchos posibles.
Traducción del original en italiano por José Martín.
www.labussolaquotidiana.it
Traducción del original en italiano por José Martín.
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