“Famigo: dícese del amigo virtual; etimológicamente, término procedente4 de facebook y amigo. Hay quienes prefieren interpretarlo como «falso amigo»”. Hasta aquí la definición; y a continuación, la lógica consecuencia: el peligro de facebook, y otras redes sociales parecidas, nueva encarnación del anticristo, del terrible dragón del Apocalipsis, que quiere acabar con la humanidad. Ha paso algo de tiempo, y leyendo uno de los recientes documentos de Benedicto XVI he encontrado la cara opuesta, casi la bendición de las redes sociales: “Deseo invitar a los cristianos a unirse … a la red de relaciones que la era digital ha hecho posible”. No cita facebook, pero la alusión salta a la vista.
Como cada año, la Iglesia celebra una Jornada Mundial de las Comunicaciones, y para prepararla, coincidiendo con la festividad de los periodistas, San Francisco de Sales, el Santo Padre envía un mensaje actualizando sus enseñanzas y magisterio, que también éste tiene actualizaciones, como los programas informáticos que utilizamos. El de este año lleva por título “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”.
El hombre se manifiesta en todo lo que hace. También el cibermundo y las redes sociales son reflejo de esta antropología, de su ser persona. Nuestra presencia en la red transmite un deseo de trascendencia, de inmortalidad, de vivir más allá de mi pequeño círculo vital. Resuenan las palabras de Horacio, en una de sus Odas: “Non omnis moriar” No moriré del todo, no quiero morir del todo, quiero dejar algo aquí, y nada más fácil que dejarlo en internet.
Junto a ese deseo late el anhelo de compartir, de establecer lazos de amistad con otros individuos. El ser humano, cada vez lo constatamos más, no es una isla, un “animal racional” capaz de sobrevivir él solo. Se trata de un ser que vive en relación con, en unión con, y su vida tiene sentido en tanto en cuanto la realiza en compañía de, la “co-realiza”.
“También en la era digital, cada uno siente la necesidad de ser una persona auténtica y reflexiva”. Cuando se relaciona cibernéticamente está suponiendo la veracidad y autenticidad de la otra parte, supone por defecto que es verdad la otra parte, y sólo en un segundo momento se plantea la posible duda.
Internet, las redes sociales, la era digital, la comunicación virtual, son humanas. Pero no pequemos de ingenuidad; implica también algunos riestos y peligros. El primero, lo cita el Papa en su misma “bendición” a la red: unirse a la red “no simplemente para satisfacer el deseo de estar presentes, sino porque esta red es parte integrante de la vida humana”. El hombre anhela llenar la soledad de su corazón, pero no lo conseguirá con cientos o miles de webs. La soledad se llena al construir sobre el fundamento de la verdad, la autenticidad. “El valor de la verdad que deseamos compartir no se basa en la ´popularidad´ o la cantidad de atención que provoca”. Una verdad no es más cierta porque aparezca antes en google, o porque este referenciada o avalada por muchas páginas.
Un segundo criterio que no hemos de olvidar: la creatividad responsable. Creatividad llama a originalidad, novedad, espíritu inquieto y sensible; y responsable nos recuerda nuestro carácter ético en todo lo que hacemos, nuestra capacidad y obligación de dar respuesta a nuestos actos. Benedicto XVI, con esa mezcla de platonismo y espíritu ignaciano, nos invita a examinarnos, nos lanza algunas preguntas muy concretas: ¿Quién es mi ´prójimo´ en este nuevo mundo?; ¿Existe el peligro de estar menos presentes con quien encontramos en nuestra vida cotidiana ordinaria?; ¿Tenemos el peligro de caer en la dispersión, … en un mundo "diferente" al que vivimos?; ¿Dedicamos tiempo a reflexionar críticamente sobre nuestras decisiones? ¿a alimentar relaciones humanas que sean realmente profundas y duraderas?”.