Es un hecho que en muchas regiones del mundo los cristianos son hoy "la minoría más oprimida y atormentada", y esto ha entrado con fuerza en nuevos términos en el lenguaje de la suprema autoridad de la Iglesia católica.
En el discurso navideño a la curia romana del pasado 20 de diciembre – el discurso en el que cada año el Papa establece el estado de las cuestiones principales de la Iglesia – Benedicto XVI ha usado por primera vez la palabra "cristianofobia".
Como tema para la jornada mundial por la paz que se celebró el pasado 1º de enero, el Papa escogió la libertad de fe: tema considerado necesario luego de un año tan "marcado por las persecuciones, la discriminación, por terribles actos de violencia y de tolerancia religiosa".
Después del Ángelus del domingo 2 de enero el Papa ha definido a aquella que pone en la mira a los cristianos, como "estrategia de violencias" que "ofende a Dios y a la humanidad entera".
Y seguramente volverá sobre estos temas en el discurso que tendrá el próximo lunes 10 de enero, como cada inicio de año, al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sed.
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Los ataques recientes que más han impresionado a las autoridades de la Iglesia han sido el del 31 de octubre contra la catedral siro-católica de Bagdad y el del 31 de diciembre contra la iglesia copta de los Santos de Alejandría de Egipto, con varias decenas de muertos y heridos.
En ambos casos la agresión ocurrió cuando las iglesias estaban llenas de fieles por la misa.
Y en ambos casos las motivaciones del ataque han mostrado rasgos comunes. Típicamente religiosos, por un Islam "puro" contra los infieles y apostatas. Al reivindicar la agresión a la iglesia de Bagdad, los autores de la masacre incluyeron entre sus móviles la venganza por el presunto secuestro, por parte de los coptos, de dos mujeres egipcias convertidas del cristianismo al Islam.
La Iglesia copta siempre ha afirmado que tales conversiones nunca ocurrieron y que las dos mujeres, esposas de sacerdotes, están bajo protección por temor a que sean raptadas.
Pero son cuatro años que tales acusaciones son continuamente repetidas, con una campaña similar a la que en Occidente se hace para salvar del patíbulo a la iraní Sakineh. El pasado 31 de diciembre, inmediatamente después de la prédica del viernes, desde la mezquita que está a doscientos metros de la iglesia de los coptos de Alejandría de Egipto que pocas horas después sería atacada, partió un cortejo de musulmanes que reclamaban la liberación de las dos mujeres.
Los cristianos y sus iglesias se han convertido en el blanco principal y declarado de las células islamistas. Es un blanco fácil y eficaz, que inmediatamente conquista las primeras páginas de los medios de comunicación de todo el mundo, con mucha más visibilidad que las masacres entre musulmanes sunitas y chiítas, que sin embrago continúan, y con efectos más fuertes sobre la población y los estados. En Irak, en Egipto, en todo Medio Oriente, en Asia, en África y hasta en Europa.
También en Nigeria, por ejemplo, donde las sanguinarias agresiones entre cristianos y musulmanes eran hasta ayer consideradas por las autoridades de la Iglesia sustancialmente "políticas", el juicio ha cambiado.
En la víspera de Navidad una serie de explosiones contra iglesias en Jos, capital del estado nigeriano de Plateau, provocaron 86 muertos y un centenar de heridos. En los días que siguieron varios lugares de culto cristianos fueron atacados por hombres armados en el área de Maiduguri, en el noreste de Nigeria, provocando otras víctimas. Los asaltos fueron reivindicados por la secta islamista Boko Haram. El 4 de enero pasado, el arzobispo de Jos, Ignatius Ayau Kaigama, declaró a la agencia Fides:
"En el pasado los enfrentamientos en Jos y sus alrededores tenían un componente religioso que se mezclaba con otras motivaciones: las frustraciones de los jóvenes desocupados; las rivalidades entre pastores y agricultores; las tensiones étnicas entre indígenas e inmigrantes de otras regiones del país. Estos ataques de Navidad tienen en cambio un claro significado religioso porque se ha querido golpear los símbolos del cristianismo durante su festividad más santa, junto con la Pascua. En segundo lugar, en los enfrentamientos anteriores se usó arma blanca y algunos fuciles. En cambio en este caso se ha usado explosivos. También por esto pienso que los últimos acontecimientos van más allá de Nigeria".
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Pero el último caso que ha suscitado atención, que convence más a las autoridades de la Iglesia a ver la obra en el mundo islámico como una general "estrategia de violencias" anticristiana ha sido el asesinato en Pakistán, el 4 de enero, de Slaman Taseer, gobernador de Punjab y potencial futuro primer ministro.
Taseer era musulmán. Pero su culpa – declarada por el mismo que lo asesinó, uno de sus guardaespaldas – ha sido el querer abrogar la ley que en Pakistán castiga la blasfemia y que es usada estructuralmente para condenar a muerte sólo a cristianos con pretextos como acusaciones.
Más todavía. Taseer se jugó por salvar de la ejecución, a causa de esta ley, a una cristiana pakistaní de nombre Asia Bibi.
La campaña a favor de Asia Bibi está en curso desde hace tiempo en diferentes países. En Italia, los llamados para salvarla son difundidos con mucho vigor por los dos medios de comunicación de la conferencia episcopal, el diario "Avvenire" y el canal de televisión TV2000.
En la vigilia de Navidad Taseer se había reunido con el arzobispo de Lahore, la capital de Punjab, Lawrence John Saldanha. Quien después de la muerte del gobernador, declaró al corresponsal de "Avvenire":
"En Pakistán existe un enfrentamiento entre el Islam ortodoxo y el liberal. Es una lucha que se arrastra desde el nacimiento del país y hoy ha llegado a un umbral crítico. Donde lo que prevalece es la violencia y los atentados. Donde talibanes y grupos terroristas ligados a al-Queda amenazan no sólo a las minorías religiosas sino a todos los ciudadanos. Nosotros cristianos, en esta situación, somos un ´soft-target´, un objetivo fácil".
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El pasado octubre los obispos del Medio Oriente tuvieron en Roma un sínodo especial dedicado a su región, en la cual la Iglesia ha tenido su primer gran florecimiento, pero donde ahora los cristianos corren el riesgo de desaparecer, empujados al exilio por las continuas agresiones.
Cada país tiene características peculiares. Y así también la resistencia de los cristianos. En el Líbano en los años de la guerra civil, los cristianos combatían con sus propias milicias armadas. En Egipto los coptos protestan vivamente en las plazas y se enfrentan con la policía. En Nigeria a veces ocurre que asaltan las mezquitas.
Pero casi en todas partes la resistencia de los cristianos es pacífica. Irak es hoy el ejemplo más sobresaliente de matanzas realizadas contra víctimas inocentes e inermes, asesinadas sólo por ser cristianas.
Y pensar que precisamente de Irak viene la palabra "genocidio". La acuñó en 1943 un abogado judío polaco, Raphael Lemkin, gran promotor de causas humanitarias, después de haber estudiado el sistemático exterminio de cristianos asirios realizado diez años antes por los gobernantes musulmanes de la nueva nación iraquí surgida de la caída del imperio otomano.
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En resumen, los hechos recientes confirman los juicios de fondo del Papa Joseph Ratzinger sobre el Islam, sobre su no resuelta relación entre fe y razón, de la que nace la violencia contra los infieles y apostatas.
En el mismo año de la lección de Ratisbona, el 2006, Benedicto XVI se trasladó también a Turquía. Y antes de la Navidad, en el discurso a la curia, lanzó al mundo musulmán esta propuesta revolucionaria:
"En un diálogo por intensificar con el Islam deberemos tener presente el hecho de que el mundo musulmán se encuentra hoy, con gran urgencia, frente a una tarea muy similar a la que a los cristianos fue impuesta a partir de los tiempos del iluminismo y que el Concilio Vaticano II – como fruto de una larga y fatigosa búsqueda – ha plasmado en soluciones concretas par la Iglesia católica. [...]
"Por una parte, hay que oponerse a una dictadura de la razón positivista que excluye a Dios de la vida de la comunidad y de los ordenamientos públicos, privando así al hombre de sus criterios específicos de medida.
"Por otra parte, es necesario acoger las verdaderas conquistas del iluminismo, los derechos del hombre, especialmente la libertad de la fe y de su ejercicio, reconociendo en ellos elementos esenciales también par la auténtica religión. Como en la comunidad cristiana ha habido una larga búsqueda sobre la justa posición de la fe en relación a aquellas convicciones – una búsqueda que ciertamente no será jamás concluida definitivamente – así también el mundo islámico, con la propia tradición, está frente a la gran tarea de encontrar al respecto soluciones adecuadas.
"El contenido del diálogo entre cristianos y musulmanes será en este momento sobre todo el de coincidir en este compromiso por encontrar soluciones justas. Nosotros cristianos nos sentimos solidarios con todos aquellos que, precisamente en base a sus convicciones religiosas de musulmanes, se comprometen contra la violencia y por la sinergia entre fe y razón, entre religión y libertad. En este sentido, los dos diálogos de los que he hablado se compenetran recíprocamente".
La actual "estrategia de violencias" anticristiana es la prueba de que el mundo islámico está dramáticamente lejos de la revolución iluminista, invocada por el Papa Benedicto.