Las reacciones virulentas del progresismo oficial ante la constatación por parte del Obispo Reig Plá de que en el matrimonio hay mucha menos violencia doméstica que en las relaciones de hecho, han puesto de manifiesto uno de los problemas más serios de la política actual respecto a la familia: la priorización de los prejuicios ideológicos frente a los hechos.

La ideología oficial (la del seudoprogresismo laicista de género) lleva a afirmar que es lo mismo un compromiso estable de vida en común abierto a la vida y jurídicamente blindado que la relación de hecho y sin compromiso; que es lo mismo la unión de un hombre y una mujer que la de dos personas del mismo sexo; que la protección jurídica del vínculo matrimonial es peor que la garantía del divorcio exprés; que merece más protección el aborto que el derecho a ser madre. Estos son prejuicios ideológicos que no se corresponden con los hechos.

Las leyes vigentes en materia de familia responden por desgracia a los citados prejuicios. Por eso esas leyes hacen tanto daño a la familia. Hay que volver a legislar atendiendo a la realidad de las cosas y para eso hay que mirar sin miedo esa realidad.

Cuando se mira la realidad de las cosas se comprueba que una sociedad con muchas familias estables es una sociedad más sostenible, una sociedad que genera más bienestar para la generación actual y deja un mundo mejor para las generaciones futuras. Matrimonios estables quiere decir personas en clima de acogida permanente, por eso la ley debe primar la protección del matrimonio y no facilitar el fracaso que supone el divorcio. Dar vida es un inmenso bien personal y social; por eso la ley debe proteger la vida y el derecho a ser madre y no financiar el inmenso drama del aborto.
Lo razonable sería que las leyes incentivasen lo que funciona, lo sostenible, sin perjuicio de contemplar los fracasos que la libertad humana hace inevitables. Este es el reto de una verdadera política familiar para una época de crisis: construir de nuevo sobre los hechos, dejando de lado las ideologías absurdas.

BENIGNO BLABenigno Blanco es presidente del Foro de la Familia

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