Recientemente, The New York Times publicó el obituario de Terry Wallis, un hombre de Arkansas de 57 años que murió el 29 de marzo en un centro de rehabilitación. Lo que convertía a Wallis en noticiable es que fue una especie de Rip van Winkle neurológico: se despertó en 2003 tras 19 años en un estado de conciencia mínimo.
En 1984, Wallis, que entonces tenía 20 años y estaba casado y con una hija pequeña, conducía una camioneta con dos pasajeros. El vehículo patinó y chocó contra la barandilla de un puente, cayendo sobre el lecho seco de un río. Un pasajero murió, el otro resultó sin heridas graves, y Wallis fue extraído de entre los hierros tetrapléjico y en coma.
Su familia le visitaba con frecuencia, pero estaba siempre inconsciente. De repente, el 11 de junio de 2003, saludó a su madre y rápidamente empezó a comunicarse con quienes tenía alrededor, entre ellos su mujer y su hija, quien tenía ahora 19 años y también un hijo.
“En el plazo de tres días, pasó de decir ‘Mamá’ y ‘Pepsi’ a recobrar la fluidez verbal”, declaró el doctor Nicholas Schiff, neurocientífico en Weill Cornell Medicine, en Manhattan, quien estudió el cerebro de Wallis. “Se encontraba desorientado”, dijo a The New York Times, “y pensaba que estaba aún en 1984, pero, por lo demás, reconocía a todas las personas de su familia y hablaba con fluidez”.
Llegó incluso a recuperar algún movimiento de brazos y piernas. Tras su despertar, fue cuidado por sus padres y su hija. (Su matrimonio había concluido en divorcio.)
“Creo que el legado de máximo nivel de Terry a la neurociencia”, dijo el doctor Schiff, “es interesarnos de forma continua, desinteresada y profunda en comprender cómo la conciencia humana puede recuperarse tras una lesión cerebral grave”.
Wallis se recuperó dos años antes de que a Terri Schiavo, una mujer de Florida con lesión cerebral, se le privase de alimentación en 2005 hasta provocar su muerte, en un caso que llegó hasta el Tribunal Supremo de Estados Unidos y dio la vuelta al mundo.
Naturalmente, muchas personas se preguntaban si ella no podría recuperarse también. Algunos médicos insistían en que era posible; otros, con la misma insistencia, decían que no. Con el beneficio de la distancia, parece que Terry Wallis tenía un “estado mínimo de conciencia” (sus lesiones eran menos graves y parte de su cerebro consiguió regenerarse), mientras que Terri Schiavo parece haber sufrido un estado vegetativo persistente.
Sean cuales fueren los juicios médicos, ambos estaban claramente vivos, aunque no conscientes. El hecho de quitarle la hidratación y la nutrición a Terri Schiavo, lo cual la condujo a la muerte, fue descrito por muchos como un asesinato.
Publicado en BioEdge.
Traducción de Carmelo López-Arias.