En algunas ocasiones se ha dado el tremendo caso de que un embrión ha sido confundido en alguno de los pasos en los que es manipulado en el centro de reproducción asistida, resultando que una madre termina gestando un hijo que no es suyo. Recuerdo ahora el caso de una mujer inglesa que acudió en diciembre de 2007 a que le implantaran el embrión que le quedaba después de varios procesos de FIV, para descubrir que, sorprendentemente, ya no estaba en los tanques. La mujer no podía tener niños por problemas en las trompas de falopio, y llevaba en tratamiento de fertilidad desde 1996, después de pasar varios años en lista de espera. Según parece, un médico en prácticas de la clínica de Cardiff (Gales) del Servicio Nacional de Salud inglés (NHS) donde estaba en tratamiento cogió el embrión de una incubadora equivocada y no siguió los procedimientos correctos para su identificación. De este modo, el pobre embrión terminó implantado en otra mujer que no era su madre biológica. El caso fue que la mujer a la que le habían implantado por error el embrión equivocado, al enterarse de que el hijo que gestaba no era suyo, decidió abortarlo. Con ello acabó con las ilusiones de la verdadera madre (y con la vida del pobre niño que no tuvo la culpa de nada). La mujer fue indemnizada por el NHS para compensar el lamentable error de identificación que la privó de su última posibilidad de ser madre.
 
En otro caso, en Estados Unidos, también se produjo un error de identificación del embrión. Así, una mujer de Ohio llamada Carolyn Savage descubrió con horror cuando estaba mediado su embarazo que le habían implantado por equivocación el embrión de otra mujer. Los médicos se deshicieron en disculpas y le ofrecieron la posibilidad de abortar (parece que en su lógica, era la mejor alternativa. Igual que cuando ocurre cualquier equivocación en un trato mercantil: Se devuelve la mercancía equivocada y se recibe una nueva, tal y como se había encargado). El caso es que Carolyn decidió en este caso seguir adelante con su embarazo, para dar el hijo, una vez nacido, a su auténtica madre biológica. La madre gestante se puso en contacto con la madre biológica del niño para decirle que le entregaría a su hijo y para pedirle un momento con el recién nacido para decir ‘hola’ y ‘adiós’ al bebé que estuvo gestado durante nueve meses.
 
Este problema surge en los centros de FIV, porque, según parece, los gametos y los embriones pasan por diversos contenedores mientras están en el centro de FIV. Y aunque se utilizan técnicas de doble control por medios electrónicos para asegurar su identidad, parece que no es suficiente para evitar los errores de identificación. Así lo reconoce un trabajo recientemente publicado en noviembre de este año en la revista , donde un grupo de investigadores del Departamento de Biología Celular, Fisiología e Inmunología, de la Universidad Autónoma de Barcelona explica cómo ha logrado implantar unos diminutos códigos de barra de silicona en embriones de rata que garantizan una inequívoca identificación de los mismos. Los investigadores indican en los antecedentes de su trabajo que a pesar de los sistemas de identificación y etiquetado doble de los gametos y embriones en los centros de reproducción humana asistida (RHA) no es posible evitar que se produzcan confusiones debido al traslado de contenedores al que son sometidos (?). No salgo de mi asombro. Porque si un bio banco no es capaz de identificar con garantías cualquier muestra biológica que esté en sus registros, apañados estamos. Es algo tan básico que si no se disponen de medios para garantizar una correcta identificación debería perder la licencia.
 
El caso es que, por extraño que parezca, se trata de una situación que se da en ocasiones. Para evitarlo, los investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona han desarrollado un diminuto código de barras, como los de las latas del supermercado, hecho de silicona, que se inyecta en el espacio perivitelino de los embriones de rata. En el experimento que publican en el número de noviembre de 2010 de la revista , se implantaron entre uno y cuatro códigos de barra por cada embrión. Se probaron tres tipos diferentes de códigos de barra para ver cuál era más eficaz. Los embriones así marcados fueron cultivados in vitro hasta el estadio de blastocisto. Cada 24 horas se evaluó la tasa de desarrollo embrionario, la retención de los códigos de barras en el espacio perivitelino y la posibilidad de identificación de los embriones. Por último, los embriones con los códigos de barras fueron congelados y descongelados en la etapa de 2 células para comprobar la validez del sistema después de la criopreservación. Por un lado, se vio que si se implantaban más de un código de barras, había más posibilidades de que los retuvieran, a través de las diferentes divisiones celulares. Gracias a ello se los podía identificar inequívocamente. Pero un exceso de códigos resultaba por otro lado negativo para la supervivencia del embrión. Porque entonces no los soltaban tras la implantación. Y no sabemos qué efecto puede tener en el embrión comenzar su desarrollo con un código de barras de silicona implantado en una de sus células iniciales. También se pudo identificar de este modo cuál de los tres tipos de etiquetas era más efectivo. Dado que más del 90% de los embriones eran capaces de conservar al menos uno de los códigos de barra que se les había implantado, se concluye en el estudio que esta técnica funciona y puede ser muy útil en el ámbito de la RHA.
 
Esto de marcar las cosas con códigos de barras fue un gran invento. Gracias a ello, con los modernos lectores de códigos, las colas son mucho más llevaderas en el supermercado. ¿Se imaginan ustedes qué pasaría si las cajeras tuvieran que teclear a mano los precios de todos y cada uno de los productos? Las protestas de los compradores en las colas interminables serían tremendas. Pues bien, esta tecnología ahora se puede utilizar para identificar correctamente a los seres humanos, y no confundirse implantando a uno en vez de a otro.
 
Como el umbral de la sorpresa sube con la costumbre, de vez en cuando noticias como esta hacen saltar de nuevo nuestras alarmas y replantearnos hacia dónde caminamos con semejantes técnicas de fecundación humana artificial, que no dejan de ser una auténtica manipulación eugenésica. Porque de lo que estamos hablando es de una técnica que permite identificar con mayor precisión cuál es el embrión en concreto que tenemos entre manos. Y así poder saber si es a ese en particular al que le damos la opción de continuar su desarrollo o no. ¿A nadie se le revuelve el estómago de pensar que los seres humanos puedan ser marcados con códigos de barras? Los nazis utilizaron ya este sistema (algo más burdo, pues se trataba de un código numérico tatuado en los brazos) para el mismo fin. Casi 70 años después, la Humanidad aún no ha aprendido de sus errores.