Ríos de tinta (aunque cada vez sea más virtual por la crisis del papel) corren estos días en medios de comunicación sobre la grandeza teológica de este gran hombre que nos acaba de dejar. Creo que seguirá siendo poco todo lo que se diga y estudie al respecto dada la envergadura cuantitativa y cualitativa de su obra teológica. Las 15.000 páginas de sus obras completas en la edición alemán dicen mucho de ello.
Sin embargo, hay un aspecto del que no se habla suficientemente y que sería aplicable tanto a su etapa de sacerdote-obispo-cardenal como a su pontificado. Me refiero al aspecto de la predicación.
Es conocida la tesis del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar de que la teología y la santidad corrieron parejas hasta la Edad Media.
Hasta entonces pastores, teólogos y predicadores coincidían en la misma figura. Los Santos Padres fueron grandes pastores y la mayor parte de su teología está recogida en su actividad de predicación. El pueblo de Dios recibía un banquete de evangelización a través de la riqueza, presentada muy diversamente según tradiciones o lugares, de la predicación litúrgica, o de las explicaciones mistagógicas de los sacramentos.
Por más que se haya insistido desde las instancias vaticanas en los temas de la predicación y la homilía (exhortación apostólica Verbum Domini sobre la palabra de Dios en la vida de la Iglesia; Directorio Catequético, 29 de mayo de 2014; el Papa Francisco, en preciosos párrafos en la Evangelii gaudium, 135-143), la predicación en la Iglesia suele tener un notable déficit de preparación, contenido y expresión comunicativa.
Si desde la Edad Media se separó la santidad y la teología, en nuestro tiempo la predicación anda muy descolgada de la teología. Es verdad que son funciones distintas. La teología pretender ahondar en el misterio de Dios y de la revelación, hacerlo comprensible en cada momento de la historia. La predicación, por su parte, debería buscar introducir a los fieles en el misterio de Dios, para lo cual muchas veces se hace necesaria una tarea explicativa de la Palabra de Dios aunque no sea de naturaleza estrictamente teológica.
El volumen de escritos de predicación de Joseph Ratzinger es asombroso: se trata del volumen 14, que consta de 3 tomos con un total de 2.200 páginas. Todavía están a la espera de ser publicados en nuestra lengua. A ellos hay que sumar otras 400 páginas del tomo 12 que incluyen predicaciones en retiros sacerdotales, ordenaciones sacerdotales y diaconales, primeras misas y misas jubilares. Este sí existe ya en castellano: Predicadores de la Palabra y servidores de vuestra alegría (BAC, Madrid 2018).
Esperemos que los editores se lancen pronto con los otros tres mencionados… y con todo el resto de la obra que falta por publicar. La predicación de los años como Papa se recogió en tres volúmenes en la BAC siguiendo los tres años litúrgicos. Son 1.500 páginas.
La lectura de esta inmensidad de predicación descubre la altura del que es pastor y teólogo. El cariz de estos escritos no es asemejable a los escritos teológicos. Ya hemos dicho que se trata de funciones distintas. Ahora bien, la tarea del Pastor, en su función de predicación, siempre está acompañada en Ratzinger/Benedicto XVI por la roturación para desentrañar hondamente la Palabra de Dios que se proclama en la liturgia. En ese sentido la liturgia dirige la tarea del predicador. El mismo Benedicto XVI dijo, al presentar su Obra completa, que deseaba que el primer volumen a publicar, haciéndose eco del orden de los documentos en el Concilio Vaticano II, fuera el dedicado a la liturgia. Desde él habría de leerse el resto de su obra.
La densidad, que no dificultad o nebulosidad, de los escritos de predicación está cimentada hondamente en el discurso teológico, bíblico y litúrgico. No pretende crear discusión en torno a los temas a tratar. La predicación y la liturgia no están para ello. Desde las verdades firmes de fe, Ratzinger/Benedicto XVI pretende introducir los fieles en el misterio de Dios para que lo vivan y saboreen. La carencia de ese soporte sólido teológico lleva, en la predicación de nuestros días (episcopal o sacerdotal), al sentimentalismo, al moralismo (si es que hay contenidos de este tipo) o al aburrimiento y desconexión si la homilía asimila al lenguaje del mundo o cae en tópicos que nada tienen que decir al fiel que la escucha.
Cuando preparé los tres volúmenes mencionados de la predicación de todo su pontificado no tuve temor de expresar que se podía poner en paralelo la predicación de San León Magno y la de Benedicto XVI. Mi afirmación hubiera sido muy atrevida si no fuera porque alguien autorizado dijo algo parecido. Me refiero al cardenal Angelo Bagnasco, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, que reconoció la grandeza de este ministerio papal y lo eligió como modelo para todos los pastores de la Iglesia, cuando a los obispos del Consejo permanente de la Conferencia Episcopal Italiana, el 21 de enero del 2010, dijo: "No tememos decir que nos admiramos de esta arte suya, y no nos cansamos de señalarla a nosotros mismos y a nuestros sacerdotes como una alta y extraordinaria escuela de predicación. Como el papa León Magno, también el Papa Benedicto pasará a la historia por sus homilías".
El autor del artículo, Pablo Cervera, al presentar a Benedicto XVI uno de los tomos de sus obras completas en español, en cuya edición y traducción ha participado.
La predicación de Benedicto XVI ha quedado atrás en el tiempo pero impresa para ser asimilada, estudiada aprovechada. Hoy, su desaparición aumenta la importancia e interés de su ministerio como pastor-teólogo. El 20 de marzo de 2018 me llamó para visitarle y darme las gracias (sic!) por lo que había hecho en la preparación de sus obras completas y de predicación como Papa. Hoy nuevamente doy gracias a Dios por el regalo que han sido su persona y su obra para mí y para toda la Iglesia.
Pablo Cervera ha preparado los volúmenes 11; 7,1; 7,2; 8,1; 8,2 de las 'Obras completas' de Joseph Ratzinger/Benedicto XVI y tres volúmenes con toda la predicación de su Pontificado. Todo ello publicado en la BAC.