La última escaramuza en torno a Melilla provocada por Marruecos, no es más que un nuevo eslabón de la cadena interminable de conflictos con España que viene reiterando la monarquía alauita desde que recuperó la independencia en 1956. Con una particularidad: tales escaramuzas continuarán indefinidamente mientras Marruecos siga siendo una dictadura coronada de carácter expansionista, como suelen ser todas las dictaduras que se precien. Aún huelen a pólvora y sangre las tiranías de Hitler en Alemania, Stalin en la URSS, Mussolini en Italia, Videla y sus pares en Argentina, Nasser en Egipto, Mao en China, etc. Y en nuestros días y en nuestra casa, aunque sin llegar todavía a las manos, o sea, en tono menor, las permanentes exigencias de “quiero más” de catalanistas y sabinianos en sus respectivas taifas. Es la naturaleza de los regímenes nacionalistas autoritarios, guarden o no las apariencias “democráticas”.
Este tipo de regímenes necesitan mantener en carne viva el sentimiento “patriótico” de “su” pueblo, a fin de tapar las tropelías y mangancias de la casta que los dirige, oprime y exprime. Para ello, nada mejor que mantener encendido el espíritu maniqueo, inventarse algún enemigo externo, también reivindicaciones permanentes a costa del vecino, el irredentismo, casi siempre más supuesto que real, de territorios o lugares que consideran patrimonio propio, “robados” en algún momento de la historia por sus poseedores actuales. Ese sería el caso de Ceuta, primero portuguesa desde 1415 y luego española a partir de 1580, y Melilla, castellana desde 1497, ocupada tras su abandono por los piratas berberiscos que en ella tenían la guarida. Todo esto ocurría bastante antes del nacimiento del reino marroquí alauita, que empezó a tomar forma hacia mediados del siglo XVII, después de un larguísimo período de inestabilidad política, de idas y venidas de unos y otros por aquellos páramos bereberes.
Marruecos es hoy un país moderno gracias a las grandes sumas de dinero enterradas en él por las potencias protectoras –Francia y España-, y en el caso español con una larga y cruel guerra colonial de por medio, guerra que propició la caída de la monarquía alfonsina, la llegada del caos republicano y, finalmente, la guerra civil y el régimen de Franco. ¿Y cómo está pagando Marruecos su liberación de la barbarie medieval, los piojos y la miseria? Y que nadie me diga que no, porque yo estaba allí.
Desde 1956, en que recuperaron el autogobierno, la satapría aluita no ha hecho más que apoderarse de territorios, la mayoría de ellos sin título de propiedad alguno que avalase su rapiña, como hicieron con el inmenso Sahara Occidental, sus minas de fosfatos y las posibilidades de yacimientos de oro negro. En tiempos de Aznar asaltaron el islote de Perejil, pero la firme reacción del Gobierno español parando los pies al Mojamé, dio lugar a la terrible venganza del 11-M. ¿O no fue así? ¿O fue sólo cosa de unos moritos incontrolados? Porque, me pregunto, ¿a qué iban ciertos capitostes sociatas a Rabat antes de las elecciones de 2004? ¿De turismo, a fumarse un porrete gratis? ¿A qué fue ZP perdiendo el culo tan pronto como ganó unas elecciones que hasta la gran tragedia tenía perdidas? ¿A qué obedecen las componendas y pasteleos de los actuales gobernantes españoles, con sus modales tan finos, cada vez que el comendador de los creyentes estornuda en las fronteras de las plaza de soberanía? ¿Qué le deben para mostrarse tan complacientes y acomplejados ante sus acosos fronterizos?
Que nadie se equivoque. Y menos que nadie quienes abogan por la “devolución” de Ceuta y Melilla a los marroquíes. ¡Pero si jamás pertenecieron al reino alauita! Estos tales, o son unos solemnes ignorantes que hablan por boca de ganso, o, mucho peor, no se han enterado aún que pagar peaje al chantajista por perdonarnos la vida sólo sirve para aumentar su apetito y repetir una vez y otra la jugada a fin de subir el precio de su “tolerancia”. Pero ello no significa que vayan a cesar las constantes reivindicaciones. Ayer fue la invasión con la marcha verde del Sahara Occidental, luego la ocupación por las bravas de Sidi Ifni, después el peñasco de Perejil –en cuyo revés está la causa o pretexto del 11-M, que oficialmente nadie ha querido investigar a fondo, y quienes lo han hecho por libre, han seguido una pista equivocada- ahora Ceuta y Melilla, luego vendrían las islas Canarias, a continuación el reino nazarí de Granada, más tarde la mezquita de Córdoba y su califato, posteriormente el Toledo de esa melonada de las tres culturas que se sacó de la manga, si no me falla la memoria, el fantasioso de Américo Castro, no mucho después el reino zaragozano de los renegados Banu-Qasi, y así hasta volver de nuevo al río Guadalete, que de la mano del actual conde don Julián, derrotarían otra vez al sarnoso de don Rodrigo. Y si no lo hicieran en el campo de batalla, que ahora eso no se estila, o en un Tribunal constitucional cobarde y mediatizado, lo harían en los despachos de políticos sectarios, entreguistas y traidores, que parecen no tener otro objetivo que malbaratar España. Si la idea de nación es un concepto discutido y discutible, ¿qué podemos esperar del majadero, bueno, dejémoslo en sujeto, que dice estas cosas? ¡Y que haya gente que todavía le votaría!