Los socialistas andan enredados en peleitas internas para designar candidatos a la presidencia de la comunidad de Madrid y al ayuntamiento de la capital. En buena medida no entiendo esa gresca que se traen entre manos, al menos en lo que el ayuntamiento se refiere. Endeudado hasta las cejas, bien poco podrá hacer el que venga a suceder a Ruiz Gallardón, si logra desbancarle, que esa es otra. Pero lo que menos entiendo es que pretendan sustituir al actual alcalde, progre donde los haya, muy de temer “hijo de la Viuda”, que es lo que ahora se lleva en las alturas del PSOE, con tanta verborrea o más que ZP, por otro que difícilmente podrá reunir tantas credenciales afines a los siniestros, quiero decir, a la siniestra, o séase a la izquierda. Además tiene asiento propio en la cúpula del PP y todo el apoyo de don Manoliño, el padre del invento, o más bien ya el abuelo, es decir, el Tutankamon pepero.
 
Me parece a mí que los sociatas nunca estuvieron tan bien representados en el consistorio matritense, y menos con mando en plaza. Ni siquiera en tiempos del profesor, y no digamos del liviano Juanito Precipicio, como le llamaba la lengua viperina de don Enrique. “Le advierto que yo soy agnóstico”, me dijo una vez que me llevó a visitarle un infeliz amigo de ambos, que le informó que yo era católico de estricta observancia. “Pues peor para usted”, estuve a punto de contestarle, pero mi educación y respeto a los mayores, me aconsejó contenerme.
 
Pienso que para redondear la jugada, el PP tendría que proponer como candidata a la CAM, a la deslenguada de Celia Villalobos, otra superprogre pepera, expresión máxima del arriolismo, la filosofía del gran gurú del peperismo, porque ya se sabe que cuando dos se acuestan en el mismo colchón, acaban siendo de la misma condición. En definitiva que con los candidatos del PP de los que estoy hablando, jamás estaría mejor representado el PSOE en el poder comunero y municipal de Madrid. Tomás Gómez no pasa de ser un alcalde de pueblo, por muchos habitantes que tenga Parla, más triste que un entierro de tercera. Le oyes hablar y recibes la sensación de estar escuchando “La alegría de la huerta”, pero en versión fúnebre. ¿Y qué decir de la Trini, que se trago con anzuelo y todo la milonga de la gripe A, aquel número de alarmismo terrorista que los granujas la Organización Mundial de la Salud montaron para hacer mucho más ricas aún a las farmacéuticas de turno, como aquello de las vacas locas, la peste aviar y alguna otra enfermedad infecciosa de transmisión no virtuosa precisamente. Tampoco hablo de ese de los deportes con un apellido de rancio abolengo carpetovetónico, aún más “alegre” que Tomás Gómez sin cabe, pero en futbolero.
 
En fin, que los nietos del Abuelo (Paulinito le llamaban de chaval) y tataranietos de Anderson (autor de las “Contituciones de los Francmasones”) no tengan en Madrid un banquillo más lucido, será de lamentar por su parte, pero que el PP siga presentando a los progres infiltrados en sus propias filas, es para echarse a llorar. Desde luego, si yo viviese en Madrid no votaría a Gallardín ni llevado a pie de urna esposado por la Guardia Civil. Para laicistas, manirrotos y enmandilados, ya tenemos bastantes en el Gobierno central.