La humanidad se encuentra en los inicios de la revolución genética, una de las más importantes o la más importante que nunca se ha dado en el campo científico. Ha empezado una nueva época, gracias a los enormes progresos de la biología y sus consecuencias. La genética permite al ser humano intervenir en el proceso de la evolución, incluso en el suyo propio, lo que ciertamente plantea problemas éticos. La investigación científica, en sí no es buena ni mala, sino que lo que es bueno o malo es el uso que se haga de ella. Por ello, si el desarrollo científico no está sujeto a criterios éticos ni a una legislación adecuada, puede conducir a las mayores aberraciones, como se ha visto en algunas horribles experiencias del siglo XX. A fin de proteger tanto la supervivencia humana como la calidad de vida, la bioética, vocablo acuñado en 1970 por V.R. Potter, relaciona los hechos biológicos con los valores éticos y quiere ser una guía para el comportamiento en el campo biológico. De lo que se trata es de no tener que elegir entre ciencia y moral, sino lograr el uso moral de la ciencia. Su objetivo es lograr que los avances médicos sirvan al bien de la humanidad y su objeto la intervención del hombre sobre la vida humana, intervención facilitada por los descubrimientos de las ciencias médicas y biológicas. Nace por ello como una actuación multidisciplinar, cuando como consecuencia de estos progresos, se producen efectos en la naturaleza y en el propio ser humano. Afecta principalmente al ámbito de la medicina, pero no únicamente, pues todo aquello que repercute en la supervivencia y en la calidad de vida, como las ciencias sociales y la ética ambiental, forma parte de su objeto de estudio. En la medicina ha de afrontar los problemas que constantemente están surgiendo, como los que plantea el progreso científico o la nueva relación entre médicos y pacientes, pues hoy se reconocen a los dos protagonistas derechos y obligaciones mutuos que deben ser armoniosamente conjugados.
Estamos viviendo una época de cambios e incesante desarrollo, que nos ofrece grandes posibilidades y expectativas, pero también riesgos. Ante un futuro del que somos responsables, tenemos que preguntarnos sobre las posibilidades que se nos ofrecen y qué es lo que debemos hacer, pues hay límites que no debemos franquear, como el respeto a la vida y dignidad humanas, y otros en cambio que podemos e incluso debemos traspasar en nuestras investigaciones.
Pero un gran problema es el de las relaciones entre norma moral y ley civil en una sociedad pluralista, donde muchos lamentablemente han perdido toda referencia a una verdad objetiva y, por tanto, tan solo pretenden la coexistencia pacífica entre las diversas mentalidades. En consecuencia ante la cuestión de los límites éticos del progreso tecnicocientífico, se busca un consenso, aunque sea momentáneo, especialmente en los temas siguientes: a) comienzo de la vida humana; b) diagnóstico prenatal y problemas eugenésicos; c) reproducción humana artificial o asistida, en todas sus modalidades e implicaciones técnicas; d) experimentación con seres humanos en todas las fases de la vida, incluidos embriones y cadáveres; e) información clínica y comunicación veraz de su situación al enfermo, con los problemas en torno a la muerte digna; f) terapia y manipulación genética en todas sus formas.
Es indiscutible que el gran avance de las ciencias biomédicas plantea serios problemas que deben ser abordados en el ámbito de nuestras sociedades seculares y pluralistas y a los que es necesario dar una respuesta desde una ética común, en algún modo consensuada y que refleje las opiniones éticas compartidas. Estos cambios y progresos han hecho ver la necesidad de establecer comités interdisciplinares de bioética, organismos de tipo consultivo, por lo que permanece intacta la responsabilidad del profesional que ha de decidir, y que están compuestos por gentes con distintos conocimientos, ideologías y puntos de vista, en primer lugar en las instituciones de base, como pueden ser hospitales y laboratorios, y después en otras, como las instituciones nacionales, existiendo en bastantes países los comités Nacionales de ética, o internacionales, funcionando en la UNESCO un Comité ético internacional desde 1997, tras aprobarse por dicho organismo el 11 de Noviembre de dicho año su Declaración Universal sobre el genoma humano y los Derechos humanos. La experiencia de estos comités, a veces sin embargo demasiado imbuidos de lo políticamente correcto, de las disposiciones legales del momento o de la mentalidad corriente, pero cuyo objetivo fundamental es lograr una mayor humanización, uniendo los valores éticos con la biología y todo lo que hace referencia a la vida humana, enseña la conveniencia de llegar a acuerdos por consenso que permitan tomar decisiones exigibles a todos, especialmente en las cuestiones concretas, así como tener claros los valores de referencia en caso de conflicto, como pueden ser los derechos humanos, los códigos deontológicos profesionalespara nosotros la inspiración cristiana, la búsqueda de la verdad, a cuyo servicio todos debemos estar, etc.
Para el diálogo bioético son imprescindibles: responsabilidad, conocimientos científicos, tolerancia, respeto al otro, fidelidad a los propios valores, escucha atenta, humildad; disponibilidad a la cooperación, reconocimiento de que nadie puede arrogarse el derecho de monopolizar la verdad y que todos hemos de hacer un esfuerzo de receptividad, la posibilidad de cuestionarse las propias certezas desde otras posiciones, la razonabilidad de los argumentos... Sucede a menudo, que una vez que los hechos están claros, gente con visiones del mundo muy diversas pueden llegar a las mismas conclusiones. Pero es necesario para ello la escucha recíproca, la competencia profesional interdisciplinaria y la autenticidad de los acuerdos. Son auténticos estorbos las visiones reduccionistas, los sectarismos y sobre todo la ignorancia, sin olvidar que nos encontramos en estos comités con frecuencia con antropologías y éticas a veces no sólo irreductibles, sino incluso contradictorias, y también su instrumentalización por parte de las fuerzas políticas.