La Teología Moral Católica trata de conocer, con la ayuda del Espíritu, la verdad moral. Esta verdad, que podemos alcanzar gracias a la razón, se basa ante todo en la Revelación, es decir en la Sagrada Escritura que es Palabra de Dios tanto en el Antiguo como sobre todo en el Nuevo Testamento y en la Tradición, sin olvidar el Magisterio de la Iglesia, ni la Doctrina de Padres, Doctores y Teólogos. Es ahí donde encontramos la respuesta al gran interrogante del ser humano: ¿cuál es el sentido de la vida y cómo alcanzar, si se puede, la felicidad y la inmortalidad?
Leemos en el evangelio: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento mayor de la ley? Él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden toda la ley y los profetas” (Mt 22,36-40).
Por tanto, el cristiano debe amar a Dios, al prójimo y a sí mismo, y como lo que Dios quiere para nosotros es nuestro bien y realización personal, el amor es el verdadero sentido de la vida y, en consecuencia, el camino para lograr realizar nuestra máxima aspiración: alcanzar la felicidad.
El Concilio Vaticano I nos recuerda que la Revelación nos es necesaria para conocer mejor, “de modo fácil, con firme certeza y sin mezcla de error alguno”, incluso aquellas cosas que podemos conocer con la luz natural. Pero ello no significa que las ciencias humanas no tengan nada que decirnos en la investigación moral, sino todo lo contrario, Los conocimientos humanos son fuente de moralidad, aunque como nos dice el Concilio Vaticano I la Revelación nos es necesaria para conocer mejor incluso aquellas cosas que podemos conocer con la luz natural "de modo fácil, con firme certeza y sin mezcla de error alguno". Es indiscutible que todas aquellas ciencias que nos permiten conocer mejor al hombre tienen su puesto como auxiliares de la Moral, pues es la razón la que constituye al hombre como sujeto moral. Así la Ética, en cuanto reflexión filosófica racional sobre la dignidad del ser humano y su actuar, puede servirnos de orientación, ya que el hombre experimenta la llamada imperativa del Bien, y descubre que por ese camino llegará a realizarse como persona, esforzándose en lograr lo que debe llegar a ser, siendo la obligación un estímulo hacia metas más altas, y por el contrario todo atropello a la persona, venga de donde venga, es una tremenda inmoralidad, aunque no hemos de olvidar que el objeto y fin de la Teología Moral, la persona de Cristo y la Historia de la Salvación, son algo que está más allá del campo de la reflexión ética.
No olvidemos tampoco la Biología, la Psicología y la Medicina en sus diversas variantes, pues nos dan a conocer nuestras estructuras físicas y psíquicas y nos ayudan a evaluar la responsabilidad, así como las ciencias sociológicas, con su estudio del mundo en que nos movemos, siendo en consecuencia necesario un diálogo y un buscar juntos soluciones con todos aquellos que se preocupan de la mejora del mundo en que vivimos. En fin, todo aquello que afecte de un modo u otro al hombre, repercute también en nuestro conocimiento moral. porque como nos dice el Concilio Vaticano II: “Hay que reconocer y emplear suficientemente en el trabajo pastoral no sólo los principios teológicos, sino también los descubrimientos de las ciencias profanas, sobre todo en psicología y en sociología, llevando así a los fieles a una más pura y madura vida de fe”.
Es indiscutible que todas aquellas ciencias que nos ayudan a conocer al hombre tienen su puesto como auxiliares de la Moral, tanto más cuanto que necesitamos el conocimiento científico porque hay muchas cuestiones a las que la Biblia sola no puede darnos respuesta, siendo la razón la que constituye al hombre como sujeto moral. Es decir, la revelación y las ciencias humanas son las dos grandes fuentes de la Teología Moral.