El diario El País, nada amable habitualmente con la Iglesia Católica en sus informaciones, se muestra en esta ocasión sorprendido por el fenómeno eclesial generado en torno a la parroquia de Santa María de Caná, en Pozuelo de Alarcón, una de las más populares de España.
El templo congrega a miles de personas y cada domingo está abarrotado durante las misas, congregando incluso a cientos de personas que desde el atrio escuchan a través de un sistema de megafonía.
Para muchos, y en ello se centra el reportaje de El País, el secreto de este éxito se debe al sacerdote don Jesús Higueras, el actual y único párroco que ha tenido la parroquia desde que se erigiera en 1995, aunque entonces no fuera más que un barracón. A continuación mostramos íntegramente el sorprendente y hasta elogioso artículo sobre este carismático religioso y su parroquia que publica el diario de mayor tirada en España:
Don Jesús, un párroco de masas en el municipio más rico de España
Cada misa de domingo Don Jesús Higueras se abre paso entre una multitud para llegar al altar, como los curas de hace un siglo. Primero, cuando sale de la sacristía con los monaguillos, se cuida de no pisar a los niños que juegan en una pequeña antesala que sirve de guardería; luego en un vestíbulo atestado, los parroquianos hacen un pasillo para que entre en la nave principal donde le esperan en silencio solemne cientos de personas, jóvenes y mayores, muchos de pie, en huecos que han encontrado como buenamente han podido porque 20 minutos antes ya no había sitio en los bancos.
Fuera del templo, han quedado en un atrio unas 200 personas que siguen la ceremonia por el sistema de megafonía con la concentración de quien escucha un audiolibro, sin distraerse por los correteos de algún niño que juega con un patín. Muchas son familias numerosas con tres, cuatro o más pequeños. Mientras Higueras conduce la misa, cuatro sacerdotes atienden a los pecadores en confesionarios con pequeñas luces de semáforo en la puerta y cuando llega el momento de la comunión, 14 asistentes le ayudan para que no se forme una cola eterna.
En tiempos de crisis de fe, Higueras es uno de los pocos párrocos de masa que quedan en Madrid. Este madrileño menudo de 55 años está desde hace 24 al frente de la parroquia de Santa María de Caná, en el adinerado municipio de Pozuelo de Alarcón (86.172 habitantes), que colinda con la capital por el oeste. Se trata quizás de la iglesia de Madrid que más comuniones reparte –compran 40.000 formas al mes- aunque la archidiócesis no lo puede confirmar porque no hace estudios de asistencia a los templos.
Los domingos celebra seis misas y todas se llenan. En los bancos caben 700 personas sentadas, pero a las más concurridas asiste el doble. Hasta 1.800 personas suelen asistir a la más popular, la de las 13.30 horas. Don Jesús calcula esa cifra por el número de comuniones que dan. A veces no tienen suficientes hostias y solo llegan a repartirlas por los pelos. “Algún día hemos tenido que partir de urgencia las que ya teníamos”, dice Higueras.
Alguna otra iglesia de Madrid también se llena, gracias a los turistas en el centro, o a los mayores en el barrio adinerado de Salamanca. Pero en Caná muchos fieles están convencidos de ser una parroquia de récord. “Esta es la mejor de Madrid”, dice Ignacio Masoliver, un adolescente de Aravaca. “No sé explicar qué tiene pero a la gente le encanta”.
Caná es una parroquia erigida en territorio amigo. Aquí, en la ciudad más rica de España, siempre ha arrasado la derecha, el grupo ideológico que según las encuestas del CIS, se aferra a la tradición de la misa dominical. Pero si le preguntas a los fieles, el secreto del éxito de Caná es “don Jesús”, a quien describen como un hombre entregado a su comunidad.
“Yo creo que el día de mañana le harán obispo, lo que pasa es que el arzobispo sabe que aquí hace un trabajo impresionante”, dice Reyes Hernández, de 57 años, directora de la Fundación Caná, creada por Higueras para ayudar a jóvenes con discapacidad.
Higueras no ha necesitado recurrir a excentricidades de telepredicador para llenar su iglesia. En sus homilías no hay soflamas ni sobresaltos. Su audiencia le sigue sin perder el hilo. La escena parece un retorno a los tiempos menos individualistas en que no existía el móvil porque nadie, ni los jóvenes, parece acordarse de que existe durante los más de treinta minutos de servicio. “Es un crack”, dice la parroquiana Carmen Vázquez. “El día que se lo lleven Pozuelo se deprime”.
“Soy un tipo normal”, zanja él en uno de sus pocos ratos libres, sentado en su despacho, quizás algo incómodo con tantos halagos de unos feligreses que le adoran. Ya no hay misa, pero esta iglesia no para. La planta baja es una especie de escuela donde cientos de personas participan en talleres, desde informática para personas con discapacidad hasta una ITV para matrimonios. Él y otros cinco religiosos tienen en este nivel sus pequeños apartamentos.
En opinión del párroco no hay una formula de éxito que otras iglesias puedan copiar de Caná más allá de que abran sus puertas más tiempo para recuperar a los fieles, algo que ha pedido el Papa Francisco. Caná abre de 7:00 a 21.30 horas, y a muchas horas bulle de gente que entra y sale para participar en las actividades o para hablar con Don Jesús. “Dedico ocho horas al día a escuchar a las personas, me cuentan sus disgustos, su vida”.
Su iglesia nació en 1995 como un barracón. Le destinó a Pozuelo el entonces arzobispo Antonio María Rouco Varela para que se ocupara de un nuevo barrio que estaba naciendo en torno a la Avenida de Europa, una arteria flanqueada de pisos amplios para familias con alto poder adquisitivo.
Él venía de tres años en Colmenarejo, en la sierra, y antes cuatro en Canillejas, un barrio humilde del este de Madrid, muy azotado por la droga en los 80. Allí atendió bastantes funerales por sobredosis o ajustes de cuenta, pero él no ve grandes diferencias con su parroquia actual. “Todos los problemas son parecidos en el sentido de que nacen del corazón del hombre, la codicia, el afán de protagonismo, la tristeza, la soledad”.
La parroquia de Santa María de Caná, en Pozuelo de Alarcón, ha merecido menciones de la revista estadounidense Architectural Digest por su singular diseño.
Cuentan los parroquianos más veteranos que desde el primer día el barracón se quedó pequeño. “Es como un misterio por qué venía tanta gente. Se asomaban y se quedaban”, recuerda Manuela de Mena. Higueras comenzó una colecta de fondos y en tres años recaudaron 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros). Le encargó el proyecto a su tío, el arquitecto Fernando Higueras, que diseñó un templo de ladrillo con formas de ciencia ficción que le han valido una mención en la revista estadounidense Architectural Digest. Tiene una torre de 37 metros, que sobresale por encima de los chalés y pisos bajos del municipio. Desde que fue inaugurada en 1999, muchos la conocen como “la catedral de Pozuelo”.
Como siempre han tenido problemas de espacio, Higueras dice que comenzó en el año 2000 a hacer lobby al Ayuntamiento para que le cediera una parcela de 1.000 metros cuadrados, algo que consiguió finalmente este año y que ha sido criticado como un trato de favor por PSOE y Somos Pozuelo, partidos de la oposición a la alcaldesa Susana Pérez Quislant (PP). El acuerdo, aprobado en pleno el 26 de septiembre con los votos de PP, Cs y Vox, supone una cesión en propiedad. Higueras dice que las dedicará a la obra social de su centro, en especial la que lleva a cabo la Fundación Caná, dirigida a personas con discapacidad. El concejal de Somos Pozuelo, Unai Sanz, critica que a otras fundaciones que han solicitado cesiones de suelos no se les ha atendido, incluso tratándos de cesiones temporales a cambio de un canon. “El terreno va a pasar a formar parte del patrimonio de la Iglesia, y dejará de ser público. Es un regalo”, lamenta.
Uno de los eventos estrella en Caná son las “velas” de los jueves, una hora de meditación de 21.30 a 22.30 horas que son especialmente populares entre los jóvenes. En la penumbra, Higueras dirige la ceremonia, improvisando reflexiones sobre el día a día de un cristiano. Al fondo del templo decenas de jóvenes con sus mochilas, escuchan atentos, sentados sobre el suelo. Es su rutina al terminar de estudiar para el instituto o la universidad. Muchos tienen en su teléfono los mensajes diarios de tres minutos que graba Higueras. Se emiten en el canal de televisión 13 TV, de los obispos españoles, y también se comparten en grupos de WhatsApp con cientos de seguidores.
Después, van a tomar algo a los bares de moda de la Avenida Europa o se quedan charlando largo rato en corros, hasta que Higueras o alguno de sus ayudantes les cierra la verja, como tuvo que hacer el jueves pasadas las 23.00 horas el sacerdote ayudante Fernando del Moral para luego retirarse a sus aposentos en la planta baja. Bromea diciendo que a estos jóvenes les cuesta apartarse de la iglesia. “Este es un lugar de gracia”, dice con patente felicidad, sabiendo que trabaja en un templo excepcional.