¿Puede plantearse y llevarse a cabo la evangelización igual que se plantea y se lleva a cabo un plan de negocios? En ocasiones así lo parece, como si la fe no tuviese una palabra que decir. El padre Dwight Longenecker, párroco párroco de Nuestra Señora del Rosario en Greenville (Carolina del Sur), y un influyente bloguero católico, reflexiona al respecto en un artículo en Crisis Magazine:
La garra de Mammón sobre la Iglesia católica
Según cuenta la historia, a Madre Teresa un católico muy rico le ofreció un millón de dólares; ella cogió el cheque, le dio un abrazo y dijo que con ese dinero podría abrir cinco nuevos orfanatos.
El millonario retrocedió, se aclaró la garganta y dijo: "Eso suena muy bien, Madre, pero creo que no lo entiende. Si usted invierte ese millón de dólares tendrá ingresos regulares que le pagarán los costes de mantenimiento de sus orfanatos y usted ¡seguirá teniendo el millón de dólares!".
Ella sonrió y le respondió: "No, es usted quien no lo entiende. Si yo me gasto el millón de dólares para construir cinco nuevos orfanatos, puede ser que venga otro millonario y nos dé dos millones de dólares".
Esta santa cualidad de defender la sabiduría convencional siempre me ha emocionado. Crecí con las historias de milagros contadas por misioneros, de maravillosas respuestas a la oración, de prisioneros que cantaban en la cárcel y de damas peleonas como Madre Teresa que cambiaron el mundo con trabajo duro, horas de oración y un cierto ingenio a la manera de Cristo que desestabilizaba a los millonarios y tumbaba a los sistemas de poder secular.
Si pudiera elegir una crítica sobre las vertidas al establishment eclesiástico sería esta: los jerarcas están esclavizados por el sistema secular y una mentalidad según la cual son las obras las que traen la salvación. Al referirme a "establishment eclesiástico", no estoy apuntado a los católicos, sino a todas esas pobres almas que guían nuestras iglesias mientras sirven, irreflexivamente, a mammón en lugar de al Señor.
"Mammón" no es solo dinero. Es un modo de mirar al mundo que no ve más allá de los planes de negocios, las hojas de balance y los titulares de los periódicos. Los líderes de la Iglesia son, con demasiada frecuencia, rehenes de una comprensión materialista y utilitarista de la Iglesia, como si esta fuera otra organización caritativa aprobaba por el gobierno, como las Scouts, el Rotary Club o United Way.
Como tal, las estructuras eclesiásticas estarían dominadas, no por Sus Eminencias, sino por las eminencias grises: hombres de traje gris como el millonario de Madre Teresa, llenos de conocimiento financiero pero no de fe. El triunvirato secular que domina a toda nuestra sociedad también domina a la Iglesia. Este triunvirato, no elegido, son los abogados, los asesores financieros y los expertos en relaciones públicas. Con un miedo mortal a ser demandados, a perder los bienes de la Iglesia y su reputación, los miembros de la jerarquía toman decisiones cobardes que poco tienen que ver con la fe y mucho con la protección de sus assets and asses [bienes y traseros].
Es famosa la respuesta que dio San Lorenzo a sus perseguidores cuando estos le exigieron que entregara toda la riqueza de la Iglesia: señaló a los pobres de Roma y declaró que ellos eran la riqueza de la Iglesia. Sin embargo, los actuales líderes de la Iglesia sacrifican a su pueblo para proteger sus posesiones, por lo que se toman decisiones, una y otra vez, que acaban entorpeciendo la misión de la Iglesia y limitando a sus ministros que, a menudo, acaban siendo arrojados a los leones para "proteger a la Iglesia". No nos engañemos. Los programas no están diseñados para proteger a nuestros hijos, al obispo o a la Iglesia. Están diseñados para proteger a la compañía de seguros.
La fe y el riesgo
Una y otra vez, se toman decisiones desde un punto de vista meramente secular. Se toman grandes iniciativas para recaudar fondos con nobles ambiciones pero vagos objetivos. Las diócesis contratan empresas, que cobran sus porcentajes, y llegan con folletos brillantes, recaudadores de fondos pagados, vídeos profesionales y grandes gastos de envío.
¿Es así como actúan los santos? No lo creo. Un proyecto de fe empieza con una persona que ve la necesidad que hay, se arremanga y empieza a trabajar. A medida que el trabajo se lleva a cabo, llegan los fondos y el ministerio crece. El testimonio es claro para el mundo, el trabajo del Señor se realiza y la fe del pueblo se refuerza: y todo con una mínima parte del costo, en dinero y mano de obra, de lo que necesitaría el enorme sistema secular.
Este tipo de proyecto de fe ejemplifica el principio católico de subsidiariedad: que los problemas deben resolverse y las iniciativas llevarse a cabo en los niveles más bajos posibles de la sociedad, a nivel local. Este tipo de proyecto comunitario hace que el trabajo se realice sin la interferencia de instancias más elevadas y la presencia de expertos costosos. Este tipo de proyecto de fe incluye un elemento de riesgo, que siempre estará presente, desde el momento emocionante en el que San Pedro quiso caminar sobre las aguas. En cambio, forma parte del instinto de los asesores financieros, los ejecutivos de las compañías de seguros y de los gurús de las relaciones públicas evitar todo tipo de riesgo en todo momento y aplastar cualquier iniciativa que huela a tal.
Soy párroco en una pequeña iglesia de un barrio que tiene grandes desafíos económicos y sociales. No tenemos donaciones históricas, inversiones o propiedades que nos den una renta. Hace tiempo, en una reunión de nuestro consejo financiero, sus miembros mostraron su inquietud por nuestras malas perspectivas económicas. Yo me reí por lo bajo y dije: "Chicos, estamos en una situación magnífica, porque si no tenemos suficiente dinero podremos aprender qué significa vivir en la fe y ver cómo el Señor provee. No debemos preocuparnos. Viviremos con lo que tengamos y ya veremos. Si permanecemos fieles, siempre tendremos lo suficiente".
Cuando una iglesia o una familia, una escuela, una diócesis o una orden religiosa vive de este modo, reciben abundantes bendiciones. Su economía es fluida incluso si viven con lo básico. Hay un aumento en las vocaciones. La fe vive en sus corazones y sus hogares. El evangelio es proclamado con palabras y obras, y todo porque han obedecido al evangelio y aprendido a confiar en Dios, no en mammón.
Traducido por Elena Faccia Serrano.