A sus 24 años, Carlo Emmanuel dy Cabristante se forma en el Seminario Internacional de Bidasoa gracias a la ayuda de Fundación CARF y de su obispo, Reynaldo Evangelista, titular de la diócesis de Imus.
Aunque fue criado en una familia que consideraba religiosa, cuenta al portal de Fundación CARF que durante su juventud nunca pensó en esta opción y que entrar a la iglesia cada domingo "era una lucha semanal".
Algo que cambió durante el verano de 2014, cuando su mejor amigo de la escuela le invitó a unirse al grupo de monaguillos, lo que recuerda como "una experiencia interesante", especialmente por su aprendizaje sobre liturgia, disciplina, devoción, amistad, humidad y obediencia.
Después de ese año, vio un post en Facebook publicado por el seminario de la diócesis que anunciaba un programa de búsqueda para que los jóvenes vieran y experimentarán la vida en el seminario. Él lo ignoró… pero su párroco no.
"Me preguntó si estaba interesado. Le dije que no. Sin embargo me animó diciendo que no estaría solo porque otros cuatro compañeros de la parroquia también se unirían. Así que me convenció y empecé el programa" cuenta el joven.
El momento más feliz, en el seminario
Ese año estaba finalizando la escuela y sus padres le preguntaron sobre los estudios universitarios. Pero su mente ya estaba en el seminario, fruto de una vocación incipiente que comenzó a madurar gracias a un sacerdote. Cuando llegó el momento de matricularse en la universidad, les dijo a sus padres que quería ingresar en el seminario. Y ellos rechazaron la petición.
"Entonces, le conté mi lucha a mi párroco. Me dijo que rezara y que no me preocupara. Al final, me permitieron entrar durante un año. Teníamos un acuerdo. Después de un año dentro del seminario, me dijeron que lo dejara y que estudiara otro curso", explica. Aquel tiempo en el seminario, sería para él "el más feliz" de su vida y definitivamente pudo cursarlo completo.
Por aquel entonces tenía 16 años. Y conforme pasaba el tiempo y su vocación crecía, contemplaba como esta "purificaba" la de sus padres al matrimonio, viendo como la familia se unía cada vez más.
"Poco a poco, noté la conversión de la familia. Cada vez que iba a casa para el fin de semana familiar, rezábamos el rosario después de cenar", relata.
Hoy contempla su vocación como "un regalo de Dios" y cada día como "una oportunidad para hacer las cosas bien, ser fiel en la oración, el estudio y en la convivencia con los demás".
Dificultades para evangelizar y crecimiento de sectas y masonería
Emmanuel es un profundo conocedor de la juventud de un país que admira, pero no niega que la posibilidad de evangelizar es, como en el pasado, difícil, aún siendo el país asiático -y tercero del mundo- con mayor número de católicos, con un 82% de la población que afirma pertenecer a la Iglesia.
"Hoy en día es notable el dramático aumento en el número de adeptos a sectas, incluyendo a la masonería", afirma.
Junto con este aspecto, otros retos para la evangelización en el país son el incremento de la población y violencia islámica, así como la violencia y el consumo extendido de las drogas y el alcohol. Respecto a las sectas, destaca la presencia de la secta Iglesia ni Cristo, que cuenta con aproximadamente 2,7 millones de miembros, afirma ser la verdadera Iglesia y suele hacer proselitismo frente a las iglesias católicas después de misa.
Sin embargo, no parece dejar que esto le quite la esperanza, pues a pesar de los desafíos y dificultades de la evangelización, cuenta que al menos en su diócesis es perceptible "un destello de esperanza brilla sutilmente a través de las obras silenciosas de pastores dedicados en cada parroquia. El Señor nos permite hacer el bien y colaborar con Él, haciendo el bien a los demás. Nos otorga la gracia de levantarnos de cada caída causada por el pecado".
En sus declaraciones a Fundación CARF, incide en la importancia del buen ejemplo y el testimonio para llegar a una juventud "que siempre busca integridad".
Claves para llegar a los jóvenes
"Ansían buenos ejemplos de fe inquebrantable. Se dejan persuadir por palabras hermosas que se manifiestan en acción. Si los adultos pierden esta integridad y confían únicamente en palabras vacías o endulzadas, los jóvenes no creerán. Además, necesitan compañía. Acompañar a los jóvenes siempre ha sido el camino correcto para comprenderlos genuinamente", asegura.
Él mismo afirma haber sido testigo de "numerosas heridas" que arrastran los jóvenes, derivadas especialmente de problemas familiares, de la escuela o de incomprensiones, lo que no es problema exclusivo de la juventud filipina, sino de la juventud en todo el mundo.
Concluye aportando sus claves para evangelizar y acercar al mundo, y especialmente a los jóvenes, a la fe: Acompañarlos en su camino, como escuchar sus historias, reconocer sus heridas, apreciar sus esfuerzos en el trabajo y los estudios y mostrarles compasión.