La pandemia, con el confinamiento y la consiguiente crisis económica devastadora, está haciendo mella en la Iglesia. Juan Uribe, presidente del Instituto de Fundraising Católico, no duda en hablar de "bancarrota", y no solo de parroquias y diócesis, sino de las entidades y ONG católicas en general. El mensaje positivo es que hay solución y el Instituto de Fundraising Católico la ofrece gratuitamente a quien quiera ponerla en práctica.
-¿Qué situación económica percibe en la Iglesia a consecuencia de la covid?
-No es la situación que yo percibo, es la realidad a la que se enfrentan las parroquias, archidiócesis y entidades católicas a las que asesoro. La Iglesia está en bancarrota. La situación que me he encontrado es dramática.
-¿Y es generalizada?
-Le pongo tres ejemplos. El Vaticano prevé una caída del 45% de sus ingresos. Hace un mes, una importante conferencia episcopal estuvo a punto de declararse en quiebra. O un caso tremendo, el de una archidiócesis americana: antes, sostenía a los sacerdotes con un salario; ahora los sacerdotes han dejado de cobrar y son ellos los que, con su patrimonio personal, están sosteniendo a la archidiócesis. Es un problema generalizado. Y no solo de las estructuras territoriales de la Iglesia, también de instituciones y ONG católicas, congregaciones, conventos, etc.
-¿Toda la culpa es de la pandemia?
-Venía fraguándose en todas las entidades que no se han adaptado a un sistema de donación moderno en el mundo digital. Ya empezaban a atravesar una situación similar, para la cual el coronavirus solo ha sido la estocada final. El confinamiento hizo que lo ingresos se fueran a mínimos. La colecta de las misas era una ayuda que ahora, aunque los sacerdotes mantengan su presencia a través de la red, se ha venido a nada porque no tenían una base constante de fieles que ayudasen.
Juan Uribe Arbeláez es licenciado en Empresariales con estudios superiores en finanzas, derecho y fundraising. Su trayectoria en banca, bolsa de valores y empresas privadas le ha permitido conocer con detalle el mundo del marketing financiero. Desde hace veinte años aplica esta experiencia al complejo mundo del fundraising religioso.
-¿Hay solución, pese a que la crisis de la pandemia va para largo?
-Hay solución cambiando la filosofía de la captación de fondos. La Iglesia no se ha modernizado en la forma de hacer fundraising, sigue actuando como antes. En los primeros siglos de cristianismo había una compartición de bienes, luego funcionó el sistema del diezmo, más adelante las limosnas... Pero hoy, cuando el Estado ya no ayuda a la Iglesia, se sigue dependiendo de limosnas, y no de donativos.
-¿Qué diferencia la limosna del donativo?
-En la limosna, el fiel da dinero, pero lo da casi por compasión. En los donativos, por el contrario, el fiel colabora porque se siente identificado con aquello a lo que dona, siente que "forma parte" de ello. Porque el fundraising no solo busca recaudar, busca también evangelizar y dar a conocer la Palabra. Cuando se lleva a cabo esta modernización, los fieles que están constantemente conectados a su ordenador, a su tablet, a su teléfono móvil, etc., no solo reciben mensajes de petición de ayuda de las entidades con las que colaboran, también son evangelizados a través de ese mismo medio.
-¿En qué consiste la ayuda que ofrece el Instituto de Fundraising Católico?
-Un webinar gratuito de 40 minutos, disponible 24 horas al día, 365 días al año, en el que doy 10 claves concretas con las que una entidad católica o una institución de la Iglesia puede revertir la situación.
-¿Hay esperanza, entonces?
-El panorama es desolador, pero hay esperanza. Funciona. Tan sencillo como esto: las entidades que adoptan estos diez pasos con el Instituto de Fundraising Católico no están sufriendo hoy este problema con tanta gravedad. Le pongo el ejemplo de una conocida emisora católica de radio en un país centroamericano: de caer un 80% en sus ingresos respecto a 2019 ha pasado a superar la recaudación del año pasado.
-Toda crisis es una oportunidad, como suele decirse...
-Dios de todo saca cosas buenas. Es una gran oportunidad que abre la posibilidad de un crecimiento grande.
-¿Cree que la Iglesia es sensible a esta necesidad de adaptar sus sistemas de recaudación?
-La Iglesia tiene que reaccionar y despertar. No estoy haciendo un llamado alarmista, es una situación real. Si se adoptan estos principios, no solo se revierte la situación, sino que permite a las entidades tener una economía vigorosa para cumplir, desde sus propios carismas, el fin para el que nacieron.
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