Su ponencia trató sobre los retos para evangelizar jóvenes en la era digital. A partir de dos expertos sociólogos y filósofos, Zygmunt Bauman (con su "sociedad de la modernidad líquida") y Byung-Chul Han (con su crítica a la sociedad hiperconsumista) estableció algunos rasgos de esta sociedad con los jóvenes, este campo donde el sembrador, el evangelizador, intenta sembrar.
"Hay muchas más oportunidades de las que parece", avisó mosén Bruno.
En esta "sociedad líquida" todo cambia. "Los jóvenes líquidos están más abiertos a la Iglesia que los antiguos jóvenes sólidos", avisa Bérchez. Son menos hostiles, tienen curiosidad. Pero eso no quiere decir que perseveren. Siempre quieren "algo nuevo".
Eso significa que el evangelizador debe ser creativo. "La creatividad es la apuesta de hoy. Jesús era muy creativo, se inventaba una parábola según quien tuviese delante", explica Bérchez. Curiosamente, algunas cosas eclesiales que no cambian, como los edificios, los viejos templos, llaman la atención del joven de hoy.
Si el joven o adolescente se aburre, simplemente, no acudirá a las actividades eclesiales. "El joven de hoy tiene terror a aburrirse, no lo soporta", afirma Bérchez. Quizá los jóvenes de antes tampoco querían aburrirse y se aguantaban, no les quedaba más remedio. Pero los de hoy no piensan aguantar: se irán. El joven líquido no irá a la iglesia si no hay un punto de diversión.
Una clave del éxito de LifeTeen es que es divertido. "Hay diversiones que te abren a los demás y que crean comunidad. A un animador de jóvenes no puede faltarle una gran batería de juegos y dinámicas", avisa Bérchez. LifeTeen es un método que, precisamente, aporta toda esta batería de juegos e ideas.
La sociedad líquida fabrica mucha gente herida y dañada, abandonada, descartada, por ejemplo, por el "amor líquido". El joven se sabe frágil y sabe que no es improbable que acabe como un "residuo", un "descarte" de otros.
Una pastoral de "hospital de campaña", de sanación, de escucha y acogida, podrá recoger a todos esos heridos, como Jesús recogía a leprosos, paralíticos y lisiados, que eran los que mejor entendían el evangelio. Y escucharles, escucharles, escucharles, con paciencia
Por mucho zumbido que tengan en el móvil, muchos contactos supuestos, los jóvenes sienten bastante soledad y temen quedarse aún más solos. Además, la masa virtual no les llena: necesitan el contacto físico, real. Por eso, apreciará mucho sentirse acogido, físicamente, en grupos de gente real, fuera de internet, en las parroquias, locales eclesiales... Además, al joven, que teme estar solo, la Iglesia le enseña que con Dios nunca está solo. Y cuando lo experimenta en la oración, empieza a ser un futuro místico.
Todo el mundo exige al joven que muestre con selfies, fotos y tuits todo lo que hace y dónde está en cada momento. Como eso no siempre es bonito, hay que maquillarlo y filtrarlo, para lograr likes y seguidores. Pero eso cansa y crea angustia al joven. Por el contrario, con Dios no se necesitan filtros ni maquillajes ni selección de fotos: Dios sabe como es cada uno, y a Dios le gusta cada uno de sus hijos. Es descansado ser transparente con Dios.
Los jóvenes y toda la sociedad actual está construida sobre las emociones, que deben salir y expresarse. Esta sociedad líquida es emocional y la pastoral ha de ser, por lo tanto, emocionante. La oración ha de ser emocionante, también. Lo emocionante se siente como real y no se olvida.
Por esa búsqueda de experiencia, de transparencia y de emoción, les atrae lo misterioso. Y eso incluye el Misterio de Dios. No quieren discursos sobre Dios, sino tocar a Dios, tocar la eternidad, experimentar el misterio. Por eso hay que ofrecer esa experiencia en la oración y la adoración.
La gente joven quiere "likes" en su Facebook o red social. Y da likes a aquellos que son "de los suyos", como ellos, lo cual es también narcisismo. Y toda la sociedad fomenta ese narcisismo. Solo fuera de Internet, en lo presencial, aprendemos a mirar de verdad al otro. La Iglesia debe ofrecer esos espacios para enseñar a mirar de verdad. También para enseñar como miran otros: el enfermo, el pobre... La mirada de un pobre enseña mucho al joven narcisista.
También en la adoración eucarística, el joven aprende a mirar a Dios y entiende que Dios le mira profundamente. Hay un trato real, humano, no narcisista. "Hay que hacer que se sientan mirados en la presencia eucarística". Por otra parte, en la Iglesia encontrarán hermanos, con mirada fraterna: eso también es bueno.
Esta sociedad líquida es agotadora. Nos dice a todos que nos creemos, nos autorrealicemos, que seamos distintos del que está a nuestro lado, que averigüemos cada uno quién somos... Eso cansa. La Iglesia, en cambio, es donde Dios sabe quién eres mejor que tú mismo. "Venid a mí los cansados y agobiados". Es un lugar de descanso.
Los jóvenes no quieren ser pasivos, sino ser protagonistas, partícipes, actuar, hacer cosas. Así que tienen que ser evangelizadores, salir y vivir la fe con pasión. Pueden ser misioneros ante sus amigos alejados. Han de saber que para Dios son irrepetibles, únicos, valiosos, que Dios tiene una vocación para cada uno. Cada uno está llamado a ser santo... y cada uno de una manera distinta. "Tú estás llamado a vivir la vida de Cristo". Bruno Bérchez cuestiona: "¿les planteamos este proyecto de vida?"
Como conclusión, resume Bérchez: "La pastoral hoy ha de ser: creativa, divertida, sanadora, acogedora, emocionante, que los mire y ha de ser misionera. Ser cristiano es ser actor, no un consumidor, ser el protagonista. Y eso Dios lo permite. No digamos que evangelizar hoy es especialmente difícil. Simplemente, es distinto a otras épocas".
Una explicación de la modernidad líquida en 7 minutos y estilo sencillo; es el contexto en el que hay que evangelizar hoy; muy distinto al de generaciones anteriores