Sin embargo, nada esto ocurrió el pasado miércoles en Telemadrid, la televisión pública madrileña, en el programa Eso no se pregunta . Durante los 40 minutos de la emisión una mezcla muy heterogénea de la vida religiosa madrileña respondió a varias preguntas dando pie a mostrar de manera natural y en horario de máxima audiencia lo que realmente es servir al Señor a través de este tipo de vocaciones.
Un joven diacono a punto de ser ordenado, un sacerdote diocesano de un barrio popular, un párroco franciscano, un misionero, varias monjas de distintas órdenes y edades y una joven consagrada fueron los que se sometieron a este “interrogatorio”.
¿Qué querías hacer antes de ser religioso? ¿Es duro renunciar al amor de pareja? ¿Cuántas veces te han dicho que estás loco? ¿Te han insultado alguna vez por tu profesión? ¿Echas de menos tener hijos? ¿Es la Iglesia machista? ¿Cómo llevas los votos de castidad, obediencia y pobreza? ¿Te has arrepentido alguna vez de tu decisión?
Estas son las preguntas que realizaron a los protagonistas, lo que les permitió dar testimonio desde su experiencia de la alegría de ser religioso, también de las dudas y crisis que han vivido en su vida. Pudieron hablar con naturalidad de la castidad y también de cómo forman parte de la sociedad de hoy. Derribaron tópicos y mostraron una realidad que difícilmente llegaría a parte de la audiencia de otra manera.
La mayoría de ellos confesaba que no estaba entre sus planes ser religioso. Pilotos, cantantes, periodistas, artistas, médicos y hasta dueño de una taberna de moteros eran los sueños que tenían. Pero decidieron dejarlo todo para seguir a Jesucristo. Y todos coincidían que no ha sido una pérdida sino una ganancia La palabra común era “alegría”, tanto para definir su vida, como para explicar cómo surgió su llamada.
“Me encantaba la alegría, naturalidad y sencillez de los religiosos”, afirmaba el Fray Antonio Roldán, mientras que Leticia Egido, esclava carmelita contaba cómo las religiosas “aparecieron en mi parroquia y me llenó la alegría con la que se querían”. “Cuando vi la felicidad de las monjas supe que Dios venía a mí”, afirma por su parte el diácono Javier Peño al igual que Beatriz Castelló, esclava del Sagrado Corazón, que confesaba “no conocía la vida religiosa ni esa manera de seguir a Jesús con tanta alegría y naturalidad”.
Por ello, aunque no exentos de dudas y crisis, decidieron dar el paso, del cual no se arrepienten ni aunque una parte de la sociedad les considere unos locos. “Bendita locura”, decía una de las religiosas entrevistadas. Y es que coincidían en que en este momento no se cambiarían por nadie.
Una de los aspectos por el que más les preguntan es sobre su renuncia a casarse, a los hijos y su apuesta por una vida en castidad. Reconocen que no es fácil pero es otra forma de vivir el amor. “He renunciado al amor de exclusividad, de ser posesivo de una persona. Pero he universalizado el amor”, aseguraba el sacerdote de Verbum Dei mientras Daniel Navarro, sacerdote en Usera, afirmaba que “no lo vivo como una renuncia sino que he apostado por otra pareja: ni la mismísima Naomi Campbell me haría tambalear ahora mismo”.
"Uno tiene pareja para ser feliz, para estar lleno, ahora a mi lo que me llena el corazón es el amor de Jesucristo”, agregaba Peño.
También respondieron de cómo reacciona la gente por la calle cuando les ve así como de los insultos y malas miradas que reciben. Coincidían en que se han sentido juzgados y ridiculizados por ser sacerdotes o religiosas. E incluso algunos de ellos dijeron haberse acercado a estas personas para preguntarlas por qué y hablarles de su vida.
Pero el ser religioso también tiene cosas buenas en este sentido. “Hay gente que también se acerca para darte las gracias por tu opción de vida”, indicaba Susete Mourato. Más explícito era el sacerdote Daniel Navarro, que contó que ir de cura “es dar muchísimo testimonio. Me han pedido por la calle confesar, dar bendiciones, hasta he dado bendiciones desde la bici”.