Existe la idea preconcebida de que para conseguir éxitos en el apostolado juvenil hay que ofrecer a los chicos actividades superficiales y “divertidas”.
En la experiencia del padre Matthew Pittam, sacerdote converso del anglicanismo en 2011 y adherido al ordinariato Nuestra Señora de Walsingham, lo que de verdad fue un revulsivo fue algo tan tradicional y “aburrido por monótono” como el Rosario. Lo contó en Catholic Herald:
Cuando comencé a trabajar como capellán juvenil tenía la equivocada idea de que todo tenía que ser convencionalmente atractivo. Vi lo que la pastoral juvenil católica estaba haciendo y probé a replicarlo en mi contexto. Animé a muchos estudiantes a asistir a grandes actos e intenté dirigir por mí mismo eventos más pequeños, con cierto éxito. Desde fuera parecía que funcionaba, pero pronto comprendí que muchos jóvenes solo se comprometían de forma bastante superficial. Probablemente era porque lo que yo les ofrecía tenía un tono de superficialidad.
La comprensión de que las cosas no estaban funcionando llegó en un momento en el que la escuela de secundaria donde soy capellán empezaba a usar devociones más tradicionales. Un colega docente comenzó a dirigir un club del rosario semanal durante la pausa para comer y en muy poco tiempo consiguió un gran éxito. Algunos de los alumnos más improbables comenzaron a asistir e incluso a dirigir las sesiones. Siempre estaba el incentivo de beberse gratis un chocolate caliente, pero los estudiantes asistían fielmente todas las semanas y traían a sus amigos.
Comenzamos a distribuir rosarios y estampitas a los alumnos que mostraban interés. Incluso ahora, no hay muchas semanas en las que no me pidan uno de nuestros packs especiales. Esta misma semana vi a un pequeño grupo de alumnos rezar el Rosario en la capilla antes de comenzar las clases, lo que me animó mucho.
He comprobado que el grupo de alumnos que vienen al club del Rosario es muy variopinto. Unos son jóvenes que se resisten a la vida y la disciplina del colegio. Algunos alumnos que asisten al club provienen de situaciones familiares totalmente caóticas y un número no pequeño son no católicos. Parecen encontrar en el Rosario algo que les falta en su experiencia vital.
San Josemaría Escrivá recomendó una vez: “Te aconsejé, seguro, que rezaras el Santo Rosario: ¡bendita monotonía de avemarías que purifica la monotonía de tus pecados!” (Surco, 474).
Aunque el Rosario puede considerarse monótono, también es consistente. Para muchos de los jóvenes con quienes trabajo, la consistencia es algo que falta en su vida. Desgraciadamente, el colegio puede ser el único aspecto estable de su vida, que gira en movimiento acelerado. Cuando la vida familiar es difícil y desordenada, una forma de oración predecible, familiar y segura puede resultar potente y provechosa.
Hace varios años, yo trabajaba con un joven que tenía significativas dificultades sociales y emocionales. Durante un tiempo le ayudé de forma personal. También iba al club del Rosario y finalmente logró confianza en sí mismo para dirigir las oraciones y dirigir a los estudiantes más jóvenes. Una vez me comentó que había entendido el aprendizaje del rosario y la dirección del grupo como un gran logro personal. Nunca habría conseguido esa experiencia con otras formas de culto, a causa de su ansiedad. De forma tranquila, el Rosario había transformado su vida (o al menos parte de ella).
Justo antes del verano estaba dando una homilía en el colegio y pedí a los presentes que me dijesen qué historias de la Biblia conocían. Gracias a Dios, los estudiantes que sabían el Rosario estaban allí ese día. Pudieron citar la Anunciación, la Visitación, la Natividad, la Presentación en el Templo, etc. También pudieron decirme de qué van esas historias. En verdad aquello me hizo recordar el adagio de que “el Rosario es la Escritura en un cordel”. En una época en la que pocos cristianos leen las Escrituras, el Rosario es un buen fundamento e introducción a la Palabra de Dios.
El Rosario es solo un pequeño aspecto de nuestro trabajo con los jóvenes en la escuela, y sin embargo ha sido clave para ayudar a algunos de nuestros alumnos a profundizar en la comprensión de su fe. Otros aspectos del ministerio juvenil son importantes, pero creo que nuestro trabajo con los adolescentes puede gozar de un poder y una influencia aún mayores cuando introducimos en ellos las riquezas de nuestra espiritualidad católicay no nos avergonzamos de las devociones más tradicionales.
De este sencilla forma he visto cómo el Rosario no es solo la llave de la oración, sino un instrumento para la misión.
Traducción de Carmelo López-Arias.
Artículo publicado originariamente en Cari Filii News