En Emaús participan laicos y consagrados, católicos con gran formación y personas no creyentes, ateas o de otras religiones. Y también gente que arrastra grandes sufrimientos. La tónica general de todo el que sale de ellos es que ha sido tocado por el Espíritu Santo.
Sin embargo, poco más se conoce de lo que ocurre dentro de estos retiros. Lo saben únicamente los que participan pues al ser un encuentro basado en gran parte en testimonios de vida y experiencias es necesario que los que participan estén tranquilos al desnudar su alma sabiendo que esto no saldrá fuera. Por ello, su éxito es aún más llamativo pues se basa únicamente en el boca a boca de que ese fin de semana es un soplo del Espíritu Santo.
Estos retiros se fundaron hace ya más de 30 años en Miami (Estados Unidos) de manos de Mirna Gallagher y un grupo de mujeres, bajo la supervisión del obispo y del párroco. Con los años llegaron también a Argentina donde el entonces arzobispo de Buenos Aires, el hoy Papa Francisco los acogió con entusiasmo. A España llegaron en 2010 y su expansión está siendo muy rápida. Y los testimonios hablan por sí mismos.
Uno de ellos es el de Elena, una madrileña madre de cinco hijos. En una entrevista en Mater Mundi, esta mujer explica en qué consisten los Retiros de Emaús así como su experiencia personal tras haber caminado en ellos, algo que le ha transformado la vida.
Antes que nada explica que todo el retiro está basado en el pasaje del Evangelio de San Lucas (24, 13-35) que versa sobre los discípulos de Emaús y como éstos caminaban tristes tras la muerte de Jesús. Por el camino se les suma un hombre, al que le cuentan sus sufrimientos. Y es al partir el pan en la cena cuando pudieron reconocer que era Jesús.
“El retiro está basado en esto, en hacernos entender que Jesucristo ha caminado siempre a nuestro lado, que no nos ha dejado nunca solos y que por muy tristes o duros hayan sido los acontecimientos que hayamos tenido él siempre ha estado ahí y somos nosotros los que no hemos sido de reconocerle”, explica esta mujer.
Según afirma Elena, en estos retiros ha visto a personas de todo tipo, pues es para todos. Así, por ejemplo cuenta que en el último que se realizó en la Parroquia de Santa María de Caná en Pozuelo (Madrid) había cuatro mujeres ateas. “Las cuatro salieron tocadísimas”, asegura, y a una de ellas le preguntó cómo se le había ocurrido asistir a un retiro como el de Emaús.
La respuesta de esta mujer refleja la necesidad que hay de encontrar respuestas al sentido de la vida. Esto le dijo a Elena: “Realmente no soy súper feliz, me falta algo en mi vida. Estoy buscando aunque no sé por dónde tengo que ir. No creo en Dios pero sí creo en mi tía. Me fío de todo lo que me dice y me dijo que viniera”.
Esta reflexión refleja el espíritu de los retiros de Emaús. Por un lado, cómo Dios llena un vacío y por otro como es el boca a boca, es decir, la propia experiencia personal la que está haciendo que cada vez más gente acuda a esta convivencia de fin de semana.
Esta mujer atea salió el domingo de una manera completamente diferente a cómo entró el viernes. “Son las pequeñas grietas por las que el Señor se cuela, no dice sí al Señor pero dice sí a su tía pero mientras el Señor actúa. Esta mujer salió del retiro de una manera que no puedo explicar. Dio su testimonio en la iglesia, fue impresionante…”, relata Elena durante la entrevista.
Y es que durante estos años de experiencia como colaboradora de estos retiros afirma que ha visto llegar a “personas llenas de heridas, sintiéndose incapaces de recuperar sus vidas, su alegría, su visión sobre la vida pero el único que puede transformar nuestro corazón es él a través de este encuentro personal”.
Los retiros de Emaús son de dos tipos, unos realizados por hombres y otros por mujeres
Ella misma explica la necesidad con la que la gente llega de Dios, sean católicas o no, pues la sociedad actual intenta mostrar que todo el mundo es feliz, que cuanto más se tenga más feliz puede ser uno pero en realidad, dice Elena, “te das cuenta de que eso no es suficiente y no llena el corazón del hombre, la gente necesita más pues el sufrimiento está ahí y esto no se combate con más dinero o con un trabajo mejor. Sólo se combate con la presencia de Dios en tu vida”.
Ella recuerda a la perfección el día en que hizo el retiro: “salí feliz pero no puedo decir que me cambiara la vida pero sí me tocó el corazón de todo lo que viví allí”. Y es que el Señor la llamaba, explica, a ir más allá.
Durante un par de años alejada de los retiros, “Dios me puso en el corazón la necesidad de no desengancharme del todo. Un día fui a la misa de un retiro de hombres y en la merienda que organizan las mujeres de pronto sentí la necesidad fortísima de servir”. Fue a hablar con la organizadora pero ésta le dijo que sería muy complicado porque había mucha cola para servir.
Y un día estando ya en el avión para ir de peregrinación de Medjugorje, “esa mujer me llamó y me dijo que había sitio para mí y que podría servir. Y esto me cambió la vida. Ese fue mi primer retiro de servicios y el Señor me fue llamando a servir una y otra vez”.
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