Lorenzo y Mari Ángeles, junto con el sacerdote toledano Joaquín Garrigós, son los organizadores de Family Day y Family Night, dos iniciativas de evangelización en familia que organiza la Delegación de Familia de la diócesis de Toledo. “Aunque el verdadero iniciador es el Espíritu Santo, puntualiza Mari Ángeles.
Todo nació después de un encuentro de familias que organizó la diócesis. “Volvimos con la necesidad de hacer algo, de empezar a evangelizar. Volvimos de aquel retiro un domingo, y el viernes ya salimos a la calle”, recuerdan. “Resulto fácil todo, un convento de monjas nos cedió el templo en una zona de locales de copas y restaurantes del centro de Toledo. Contactamos con un grupo de música que dinamiza la oración y convocamos a unas personas conocidas para interceder por los que salíamos a evangelizar”. En esa primera noche participaron unas 15 personas, era octubre de 2014.
“Ambos teníamos desde siempre la inquietud de salir a hablar de Jesucristo –afirma este matrimonio-. Sentimos los dos que en general en la Iglesia tenemos mucho alimento para gente que no tiene mucha hambre. Hay de todo, retiros y formación de todo tipo, pero siempre vamos los mismos. Hace falta que la gente de fuera tenga un contacto con el Señor, tanto los que no lo han tenido nunca como los que quizá lo tuvieron y lo tienen dormido. Queremos despertar el hambre de Dios, y estamos convencidos de que esto lo quiere el Señor, y nos lo dicen continuamente los Papas”.
Family Night comienza con un rato de oración tranquila, de alabanza, que gusta mucho a los niños. “Es una gozada evangelizar con mi hija”, dice uno de los participantes. “Es una delicia ver a los niños hacer la alabanza, la oración de intercesión, impresiona mucho a la gente que viene por primera vez”, dicen Lorenzo y Mari Ángeles.
Luego, mientras unos se quedan en el templo rezando, el resto sale a hablar de Jesús: “Hay un 80 % de la gente que se paran contigo. El primer contacto es presentarnos: me llamo tal, vengo de esta parroquia y queremos hablaros con Dios. Y hacemos enseguida una pregunta incisiva: ¿crees en Dios?, ¿eres feliz? La gente se anima a contestar a este tipo de preguntas. Es un primer contacto, y enseguida no perdemos el tiempo en anunciar el amor de Dios, y damos un pequeño testimonio personal. Y es muy bonito, muchos lo agradecen”.
Después de un ratito de charla, les invitan a pasar al templo a rezar un rato. Y ahí hay un grupo de gente de acogida, que les da una vela y un papel para hacer una petición ante el Santísimo. Les enseñan a rezar si no saben, o les invitan a hablar con un cura si lo necesitan. Los curas no paran de confesar. Algunas confesiones son de meses o años.
“A los sacerdotes también les gusta y se lo cuentan unos a otros para participar. Uno me dijo una vez: He disfrutado, hace tanto tiempo que no confesaba de esta manera tan bonita”, señala Lorenzo.
Los Family Days tienen lugar un domingo, en una parroquia de un pueblo. “Le pedimos al párroco que convoque a algunos fieles que necesiten un empujón para dar un testimonio. Comemos juntos y luego salimos a evangelizar por la tarde. Vamos a las casas, y les proponemos lo mismo que en Family Night. Nuestros hijos nos escuchan y vienen con nosotros, y al conocer otras vidas ven que la vida no es fácil, y al final es una delicia verles rezar por estas personas”.
El impacto de estas actividades en los niños es claro. Por ejemplo, una de sus hijas comentó un día, después de hablar con una mujer que sufrís mucho por un hijo drogadicto: “Me he dado cuenta de que vivo tan para mí…” En otra ocasión, un niño de 7 años, habló con sencillez y claridad a una mujer que dijo creer más en la ciencia que en Dios: “Pues yo creo que la nada es nada y de la nada no sale nada, y creo que hay un Dios que es el que hace las cosas tan bonitas y tan maravillosas”.
“Es algo que engancha –dicen Lorenzo y Mari Ángeles-. Los niños viven que cada vez que exponen su fe, su fe crece. Todo esto nos hace salir de nuestros grupos estufa y donde estamos muy a gusto para salir y dar razón de nuestra fe a muchos que están muy alejados, a quienes el Señor también les llama y les quiere”.
Además, “para nuestra vida matrimonial ha sido una gozada compartir una tarea apostólica juntos, nos ha hecho mucho bien. A la vuelta siempre nos contamos muchas cosas, o rezamos por personas a las que hemos parado. Y ver que Dios nos llama a esto en matrimonio, juntos, eso nos ha unido mucho más”. Sus hijos “se han acostumbrado desde pequeños a saber que la fe no la puedes guardar y que la tienes que contar, y que tienes que tener algo dentro. Han aprendido el gozo de poder dar a Jesucristo a los demás”.
Toda estas actividad de evangelización “ha evitado que nuestra familia se repliegue en sí misma. Y no puede ser de otra manera; si la familia no sale, sino se da a los demás de alguna manera, entonces no crece”, concluyen.