En el mismo año del arranque del milenio, con 47 años, Dominique Rey fue nombrado obispo de la diócesis de Fréjus-Toulon, en la Costa Azul. Un lugar paradisiaco para una Iglesia que estaba lejos de serlo, pues no en vano Francia fue uno de los países donde la crisis postconciliar más se notó en todos los ámbitos, en particular en el de la práctica religiosa y en la falta de vocaciones.
Quince años después, la realidad que presenta esa porción del rebaño que Juan Pablo II confió a monseñor Rey es muy distinta. Es la diócesis francesa con más ordenaciones por habitante, permitiéndose incluso el lujo de "exportar": actualmente tiene 252 sacerdotes trabajando en su territorio y 93 en misión fuera de él. Lo cual está asegurando -caso cada vez más raro en Europa- que todas las parroquias tengan párroco.
El año pasado cinco jóvenes recibieron las órdenes, por sólo 3 de la gigantesca archidiócesis de Lyon. Una desproporción que se explica, en buena medida, por la acción pastoral del obispo, destacado por La Vie como auténtico "laboratorio de la Nueva Evangelización": al prelado no le importó llamar a su diócesis a decenas de realidades eclesiales especializadas en nuevas formas de apostolado, aunque fuesen extranjeras.
Lo importante, dice el obispo, es "partir de las necesidades de la gente", y con ese pragmatismo, que él "asume", acoge "desde carismáticos a tradicionalistas, pasando por fieles más clásicos o miembros de Tierra Solidaria", señala La Vie, con el objeto de permitir la "fertilización -una de sus palabras favoritas- entre personas de culturas diferentes".
Entrevistado por La Vie, monseñor Rey explica los "muchos puntos estructurales" en los que basa su acción: "El primero es la dimensión del primado de la gracia. Se pueden tener ideas, tomar iniciativas, llevar a cabo programas pastorales, pero lo que es previo a toda nuestra acción es lo que Dios hace a través nuestro. Yo atribuyo el dinamismo de la diócesis a la presencia de una intensa vida contemplativa. Tenemos la suerte de tener numerosas comunidades monásticas aquí: cistercienses, monjes de Lérins, cartujos, benedictinos, etc. Forman un soporte en la vida interior. Lo que nos recuerda que el primer recurso de la evangelización, más que las empresas personales es la capacidad de acudir a las fuentes de la misión: la fuente sacramental, en particular la adoración eucarística".
No se trata, pues, de "estrategias" ni de "técnicas": "No, pero el segundo pilar es el lugar que se atribuye a los carismas, en sentido amplio, y a la forma de vivir el Evangelio según quién lo proclame. Intuimos que no es la talla del zapato lo que determina el tamaño del pie, sino al revés".
Y señala el mal y el remedio: "Hemos conocido pastorales que a veces nos han encerrado en esquemas coactivos, soviéticos. Al revés, hay que partir de lo que cada uno recibe como don de la gracia de Dios, para así dar lo mejor de uno mismo".