Patxi Bronchalo, Jesús Silva y Antonio María Domenech son tres curas que saben lo que es estar en Internet, en la parroquia y en mil cosas más, como sus parroquianos, acelerados y llenos de cosas y gente por atender. Y en este contexto... ¿cuándo rezar? ¿Y cómo rezar? Más aún... ¿por qué rezar?

La oración es el gran tema de esta entrega de Red de Redes, el programa de vídeos de catequesis que impulsa la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) con estos tres populares sacerdotes interneteros.

Para empezar, Patxi Bronchalo habla de las medusas. "No seamos como las medusas", dice. ¿A qué se refiere?

"Las medusas se mueven por el mar a base de impulsos eléctricos, que las propulsan hacia adelante, hacia arriba, hacia abajo… A veces digo que vivimos la vida de la medusa, que nos movemos también por impulsos, sin pararnos a discernir”, advierte Bronchalo. 

Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio Mª Doménech, como todo el mundo, van muy atareados dentro y fuera de Internet. ¿Cómo rezar, entonces?

Estas son algunas de las principales conclusiones a las que llegan los tres sacerdotes:

1) Rezar: ¿una obligación o un regalo?

“Hay personas que se confiesan de que no rezan. Yo les pregunto «¿Qué mandamiento te ordena rezar?»”, destaca Jesús Silva. Añade con entusiasmo que rezar “es un privilegio, ¡un regalo!”.

El sacerdote añade que “rezar es algo bueno para ti, no algo que le debas a Dios” y que “en el momento en el que lo pones como un deber se convierte en una carga, y si es una carga en cuanto puedes te libras de ella”. Bronchalo incide en que esto es “vivir el cristianismo en la ley, no en la gracia ni en el Espíritu”.

2) Sacar tiempo para orar es cuestión de prioridades

Bronchalo también cae en la cuenta de que “cuando uno tiene muchas cosas que hacer, a menudo lo primero que cae es la oración”. Silva apunta que a menudo no es cuestión de falta de tiempo, sino de prioridades. “¿A qué dedico mi tiempo? Si pienso que no tengo tiempo, a lo mejor es que llevo un modo de vida que no es sano, ni para mi cuerpo ni para mi alma”, reflexiona.

Doménech, por su parte, comenta que "en la vida solo hay tres cosas importantes: comer, dormir y rezar”. También plantea la ironía de que uno es muy solícito para hacer grandes esfuerzos por su cuerpo -una dieta, deporte diario…-, pero no tanto por la oración, “que es el alimento del alma”, recuerda. El sacerdote plantea una práctica para ayudar en este sentido: “Al menos una vez al día, puedo preguntarme ¿cómo he comido? ¿Cómo he dormido? ¿Cómo he rezado? ¿Y por qué?”.

Los tres creen que la oración debería ir antes que la acción, incluso si esta actividad es evangélica. “Los propios sacerdotes tenemos muchas misas, fiestas, procesiones… y a veces no le dedicamos ni 15 minutos a Dios”, advierte Domenech.

Su reflexión vale tanto para curas como para laicos atareados: “No puedes mantener ese ritmo si no rezas, porque la transmisión del apostolado es compartir con los demás lo que tú has contemplado con Dios… y si no contemplas nada, ¿qué compartes?”.

3) Rezar te ayuda a no vivir ‘medusamente’

Recuperando la imagen de la medusa, Silva señala que “si no nos paramos a discernir, corremos el riesgo de hacer las cosas medusamente, a impulsos”, y reclama una vida más sosegada.

“Vivimos en un mundo tremendamente activo y activista, con mucha exigencia de actividad: parece que nuestro valor está en hacer más cosas, en producir”, lamenta Bronchalo, y aporta un rayo de esperanza: “Estoy convencido de que llevaríamos mejor el 100% de nuestros problemas con vida de oración… ¡y el 95% a lo mejor hasta se arreglaban!”.

4) Ni se “hace” oración ni pasa nada por aburrirse

Una última idea: “Hablamos de hacer oración, pero esto es confuso, porque la oración en gran parte es estar con Dios, en su diálogo, en su presencia, y no siempre tienes brotes místicos ni sacas conclusiones súper importantes”, dice Silva.

“Hoy -añade- volcamos todo en el hacer, pero cuando uno está con Dios descubre lo importante de ser: tú eres hijo de Dios”.

Bronchalo añade otro matiz: “Cuando dices hacer oración parece que es algo que haces tú, pero quién hace es el Señor”.

También reivindica el aburrimiento -“no pasa nada por aburrirse en la oración, no pasa nada por estar seco”- y recuerda que el fruto de la oración no está en el sentimiento que te deje: puedes salir contento de la capilla por haber estado pensando en tus cosas, o puede haber sido una oración fructífera a pesar del aburrimiento y la distracción.