Recientemente, la emisora de radio franco-belga RCF (Radio Chretienne Francophone) entrevistó a Georges Delrieu, secretario general de Obras Misionales Pontificias en Francia, quien respondió a preguntas sobre qué puede entenderse por "país de misión".

Según un estudio del Instituto Nacional de Estudios Demográficos, en 2020, por primera vez en la historia del país, el 51% de las personas en el tramo de edad entre 18 y 59 años declaraban no tener religión. Pero esa irreligiosidad no afecta a todos por igual, sino que se concentra (un 58%) en los franceses sin ascendencia migratoria, es decir, mayoritariamente cristianos. Aunque un 29% de los franceses se declaran católicos, los musulmanes son ya el 10% y la distancia no deja de disminuir.

De misionados a misioneros

En esas circunstancias, la naturaleza de la vocación misionera es muy distinta a su concepción clásica, señala Delrieu.

A principios del siglo XX, el 75% de los misioneros católicos del mundo eran franceses, en buena medida como consecuencia de la política colonialista de los países europeos en el siglo XIX. Pero la misión entendida como "un misionero blanco rodeado de pequeños nativos delante de su choza es una imagen de Épinal", matiza en alusión a las célebres cartulinas coloreadas de la Francia decimonónica: "Sigue existiendo, pero ahora se está desarrollando en Europa otra forma de misión. Vemos venir misioneros de países que en otro tiempo fueron países de misión, y que nos evangelizan en nuestra propia tierra".

Bienestar y descristianización

Hay otro matiz en la idea de misión, que es el propio comportamiento individual de cada cristiano, que "comienza en nuestro corazón": "La misión es averiguar, más allá de las apariencias, si en nuestro país la gente acepta vivir como Jesús quiere. La misión tiene aspectos muy diferentes y es muy desigual, pero es inherente a nuestra vocación de bautizados".

La entrevista completa a Georges Delrieux.

En las sociedades materialistas "la ausencia de la trascendencia conduce al absurdo. Para muchas personas, el despliegue de bienes materiales es una condición para la felicidad. Al cabo de un cierto tiempo se dan cuenta de que no resuelven nada, y de que hay que aproximarse a las cuestiones sobre la trascendencia, de la vida eterna".

La tentación de las comodidades materiales está relacionada con el fenómeno de la descristianización, señala Delrieu: "Cuando el bienestar se convierte en un fin en sí mismo, se convierte en enemigo de la fe. Para entrar en la fe y seguir a Cristo, hay que asumir que hay que abandonar un cierto número de cosas".

A pesar de las dificultades, ve el presente y el futuro con esperanza: "El cristianismo del siglo XIX era muy triste, la catástrofe permanente. Es verdad que todos somos pecadores, pero también tenemos esperanza. Hay que dar gracias al Señor por todo lo que nos da". Y considera que "las redes sociales y los medios de comunicación son instrumentos muy buenos para anunciar a Cristo".

En cuanto a Obras Misionales Pontificias, recuerda que no es una ONG: recogen donativos en 140 países y los responsables nacionales, en asamblea general, deciden los proyectos que apoyarán, desde construcción de seminarios y escuelas a la financiación de la formación religiosa o la construcción o reparación de capillas o iglesias: "Son proyectos conocidos, verificados, sobre los cuales tenemos un control sostenido en el tiempo. Y tenemos gente sobre el terreno para comprobar lo que se hace con los donativos enviados".

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