La Pascua de 2024 ha supuesto un hito para la Iglesia en Francia: con más de 12.000 nuevos adolescentes y adultos bautizados, se trata de una cifra récord. Una de las conclusiones más llamativas sobre los nuevos bautizados la pasada Semana Santa en Francia es el elevado porcentaje de conversos provenientes del islam. Según cifras de la archidiócesis de París, estos últimos representarían más del 10% de los adultos bautizados en la capital.
Los principales organismos dedicados a formar a la Iglesia y los católicos en el trato con estos catecúmenos son Ananie, dedicado a la acogida, y Misión Ismeria, más enfocada en anunciar el Evangelio.
La cuestión de cómo acoger a los musulmanes que se acercan a la Iglesia está suscitando reflexión y debate en la iglesia francesa. Un país donde se calcula que los musulmanes representan el 10% de la población y cuya tendencia es al alza, siendo en algunas zonas ya una mayoría demográfica.
Según un reciente estudio del Instituto Kantar de París, el porcentaje de los jóvenes franceses de entre 18 y 30 años nacidos en familia musulmana se identifican con el islam es mucho mayor de lo que se identifican con el catolicismo los nacidos de familias cristianas.
Como plantea Marguerite de Lasa en La Croix, la cuestión de cómo acoge la Iglesia a estos conversos es cada vez más acuciante y suscita el debate de si establecer o no una diferencia frontal en los términos entre el catolicismo y el islam.
En este sentido, la web de Ananie, arroja una lista de "pasos en falso" a evitar, buena parte de ellos tendentes a prevenir excesos del ecumenismo.
Entre las actitudes a evitar, se mencionan:
-No devolver a los conversos a su propia comunidad
-No limitarlos al islam
-No decirles que compartimos la misma fe
En este sentido, uno de los sacerdotes del apostolado observa que muchos de los musulmanes que se acercan no se sienten integrados, pero no por un rechazo a su antigua creencia, sino por una excesiva aceptación de la misma.
"Algunos musulmanes tuvieron que llamar a la puerta de seis o siete parroquias antes de sentirse acogidos. Por un exceso de caridad, a veces les aconsejamos que sigan siendo musulmanes cuando piden el bautismo", comenta.
Actualmente, explica De Lasa, la Iglesia francesa asiste a un debate entre dos propuestas para acoger a estos conversos: por un lado, la visión del diálogo interreligioso surgida tras el Concilio Vaticano II, "poco proactiva en la evangelización explícita y que insiste en el hecho de que Dios ya actúa en el corazón de los musulmanes". Por otro, se encontraría la visión de aquellos más partidarios de una proclamación explícita de la fe y que cuestionan que las parroquias sean recelosas de acoger a estos conversos por miedo a ofender a los todavía musulmanes.
Hablando de Misión Ismeria, se plantea los "recelos" que este apostolado puede haber despertado entre los partidarios del diálogo interconfesional, quienes la critican por su modalidad apologética al incidir en pasajes del Corán que demuestran "que su fe no tiene sentido, es irracional o violenta".
Julien Argoud, investigador sobre el fenómeno de las conversiones del islam al catolicismo, propone medidas concretas de acogida.
En primer lugar, la de la precaución, dadas las problemáticas que supone para el nuevo cristiano el abandono del islam o la conversión al catolicismo.
"En la inmensa mayoría de los casos, hay una ruptura más o menos larga entre el converso y su familia, que puede durar desde tres meses hasta varios años", explica Argoud.
En este sentido, el sacerdote Xavier Chavane también invita a que estos nuevos cristianos no perciban rechazo por su religión de origen, pues "si les rechazamos, la persona no se sentirá comprendida".
También llama a "no interferir en la comprensión de lo que es el islam", ya que no es raro observar como occidentales de tradición o cultura cristiana se dirigen a musulmanes "a veces con una torpe buena fe", transmitiendo "su visión benévola del islam". En este sentido, menciona el ejemplo de un matrimonio católico que le explicaba a un antiguo musulmán salafista que el islam "es una religión de amor", lo que al catecúmeno le resultó "pretencioso". "Hay que partir de donde está la persona, y acoger su experiencia, aunque sea violenta", comenta.