El papa Francisco en una misiva enviada a los obispos que participan de la 105 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, les pidió que toda la pastoral sea “en clave misionera”.
La Plenaria, que se realiza en una casa de retiro en la ciudad de Pilar, a pocos kilómetros de Buenos Aires, avisó de distintos peligros:
- que “la enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial”
- que hay peligro de “una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual”,
- un “clericalismo de mercado” que impide “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Y concluyó indicando que “la Virgen nos enseñará el camino de la humildad y ese trabajo silencioso y valiente que lleva adelante el celo apostólico”. Y pidió que recen por él, “para que no me la crea y sepa escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero”.
Queridos Hermanos: Van estas líneas de saludo y también para excusarme por no poder asistir debido a “compromisos asumidos hace poco” (¿Suena bien?) Estoy espiritualmente junto a ustedes y pido al Señor que los acompañe mucho en estos días.
Les expreso un deseo: Me gustaría que los trabajos de la Asamblea tengan como marco referencial al Documento de Aparecida y “Navega mar adentro”. Allí están las orientaciones que necesitamos para este momento de la historia. Sobre todo les pido que tengan una especial preocupación por crecer en la misión continental en sus dos aspectos: misión programática y misión paradigmática. Que toda la pastoral sea en clave misionera.
Una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro.
La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial; mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio. Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.
Les deseo a todos ustedes esta alegría, que tantas veces va unida a la Cruz, pero que nos salva del resentimiento, de la tristeza y de la soltenoría clerical.
Esta alegría nos ayuda a ser cada día más fecundos, gastándonos y deshilachándonos en el servicio al santo pueblo fiel de Dios; esta alegría crecerá más y más en la medida en que tomemos en serio la conversión pastoral que nos pide la Iglesia.
Gracias por todo lo que hacen y por todo lo que van a hacer. Que el Señor nos libre de maquillar nuestro episcopado con los oropeles de la mundanidad, del dinero y del “clericalismo de mercado”. La Virgen nos enseñará el camino de la humildad y ese trabajo silencioso y valiente que lleva adelante el celo apostólico.
Les pido, por favor, que recen por mí, para que no me la crea y sepa escuchar lo que Dios quiere y no lo que yo quiero. Rezo por ustedes.
Un abrazo de hermano y un especial saludo al pueblo fiel de Dios que tienen a su cuidado. Les deseo un santo y feliz tiempo pascual.
Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide.