La acusación es clara y concisa: «Haber convertido a 300 habitantes de Laos a la fe cristiana». Según informa la Agencia Fides, la detención del misionero Bountheung se llevó a cabo hace una semana, después de que fuera convocado e interrogado dos veces en el mes de agosto.
Las preguntas se centraron en la fe y la conversión al cristianismo de 300 ciudadanos del país en mayo del 2011, todos pertenecientes al pueblo de Nongpong. El misionero indígena se había trasladado a vivir allí hace más de diez años, había construido una casa y trabajaba en la tierra, dando así testimonio con su entrega del amor a Cristo. Sus convecinos, después de haber visto y conocido a Bountheung, decidieron libremente acoger la religión cristiana, cosa que alarmó sobremanera a las autoridades locales.
Así, la Policía convocó al misionero, y después de interrogarle y forzarle a vender sus propiedades, le expulsó de la aldea. Pero las conscecuencias no terminan aquí: los 300 habitantes de Nongpong han sido conminados a renunciar a su fe cristiana si desean seguir viviendo en el pueblo. No podrán continuar reuniéndose en las casas para rezar, y deberán vivir en la selva y sobrevivir allí por su cuenta.
De acuerdo con la ONG Human Rights Watch , la orden viola el derecho de la ciudadanía, ya que Bountheung vivido y trabajado en el pueblo, y tiene sus papeles en regla como «residente permanente». Asimismo, añade la ONG, la medida viola el derecho a afiliarse a cualquier religión de su elección, garantizada por la Constitución de Laos.
Pero Bountheung es sólo la punta del iceberg. En realidad, una víctima más de la situación que se vive en Laos desde hace años. En 2010, casi 50 cristianos del pueblo de Katin vieron sus pertenencias confiscadas y destruidas por las autoridades locales, y tuvieron que huir a la selva, donde se quedaron sin comida, ropa extra, abrigo o cualquier medio de supervivencia.
Incluso en los casos en que los cristianos no son inmediatamente expulsados de sus hogares, aún pueden ser objeto de persecución: se les priva de sus derechos como ciudadanos a recibir educación pública, asistencia médica o acceso al agua potable.
En otra aldea, Nahoukou, a unos 40 km de la ciudad de Savannakhet, en la misma provincia, las autoridades locales interrogaron e intimidaron a Tongkoun Keohavong, un laico de la comunidad cristiana, preguntándole el por qué del aumento de cristianos en el pueblo.
Tongkoun explicó que a partir de febrero de 2012, más de 30 aldeanos habían ejercido su derecho a la libertad religiosa y habían decidido abrazar la fe cristiana. Las autoridades exigieron tanto a Tongkoun como a los demás aldeanos que abjurasen de su fe y dejasen de reunirse, bajo pena de ser expulsados de la aldea.
La Agencia Fides también ha informado de que los cuatro cristianos detenidos en junio en la provincia de Luang Namtha han sido puestos en libertad después de imponerles una fuerte multa y confiscarles sus bienes. ¿El delito? Los habían encontrado anunciando el Evangelio a un ciudadano. Según la ONG Christian Solidarity Worldwide, en la provincia de Luang Namtha se han producido ya por lo menos quince casos similares: los creyentes han sufrido abusos por parte de las autoridades locales debido a su religión.
Laos es un pequeño país que se sitúa entre Tailandia y Vietnam, al sur de Asia. Después de la llegada al poder del comunismo en 1975, uno de los objetivos fue erradicar el cristianismo del país.
A pesar de que su constitución profesa la libertad de religión, toda expresión de estas creencias deben ser «beneficiosa para el país y la gente». Dado que el budismo ha tenido una gran influencia durante siglos en el sudeste de Asia, se acepta como parte de la cultura de Laos. Se aplica lo mismo también para el brahmanismo y el animismo. El cristianismo, sin embargo, es considerado como una religión occidental y extranjera, y por tanto vista por las autoridades con sospecha y temor.
Christian Aid está respondiendo a esta situación en Laos con oraciones y apoyo financiero a los misioneros nativos. El dinero contribuirá a ayudar los creyentes perseguidos en el caso de que sean desalojados de sus casas y tengan que empezar de nuevo.