«La escultura religiosa debe hacer visible lo que es invisible, mostrar el rostro de Dios al que se acerca a rezar», comenta Javier Viver Gómez, escultor madrileño de 41 años y uno de los mayores exponentes del arte religioso contemporáneo. Autor de obras como «La Bella Pastora» en el convento del Instituto Iesu Communio de La Aguilera o la Virgen de la Iglesia de Santa Mónica en Rivas Vaciamadrid, este doctor en Bellas Artes se inspira en el funcionamiento de la fotografía como idea principal para realizar una obra plagada de realismo y espiritualidad.
En su estudio madrileño, rodeado de cámaras de fotos y proyectos de esculturas, Viver comenta a LA RAZÓN que su obra «es una reacción al arte contemporáneo, que tiene un mensaje muchas veces para especialistas. Mi discurso, en cambio, utiliza un realismo imaginero que conecta con el público y que tiene que ver con la mística de Santa Teresa».
«Me presentaron a sor Verónica y conectamos muy bien. Para ella era providencial el elemento inspirador de mi escultura, que es lo que se conoce como “pintura sin manos”. Un ejemplo de esta técnica es la de «La Verónica», por este hecho me interesa tanto la fotografía, porque conecta con la realidad, y el milagro se produce al revelarse la imagen», afirma el escultor sobre su encuentro con la superiora del Instituto Iesu Communio en La Aguilera, donde reside «La Bella Pastora», su obra más representativa.
Otro ejemplo del tirón que tienen las obras de este joven artista es el de la Iglesia de Santa Mónica en Rivas Vaciamadrid, donde Javier ha esculpido una imagen de la patrona del templo y de la Virgen. «En Rivas ocurrió algo muy curioso. Después de diez años de cambios de proyectos se construyó la primera parroquia de la que llaman “La ciudad sin Dios”. El día de la inauguración la iglesia estaba tan abarrotada que aunque tenía sitio reservado me tuve que quedar en la calle. Fui al día siguiente y todas las misas estaban repletas. Es llamativo que el edificio más emblemático de la ciudad sea su iglesia», comenta Javier.
Para este genial artista, el arte religioso se encuentra en un momento de empobrecimiento. «Juan Pablo II decía que los artistas y la Iglesia debían recuperar la hermandad que siempre habían tenido. Noto cierto complejo hacia la imaginería realista. Muchas veces miramos hacia Oriente, cuando esto no tiene nada que ver con nuestra sensibilidad, con nuestra forma de rezar», comenta Viver y añade que, «como ha dicho Benedicto XVI, es importante el estudio del arte en los centros eclesiásticos, como lo hacían los primeros padres que contaban con la teología y la iconosofía».
La Nueva Evangelización y el arte se necesitan para Javier Viver. «El papel del arte es decisivo. Si tú quieres ofrecer la redención a la humanidad no se hace comunicando simplemente una serie de verdades; las formas de hacerlo son importantes, la belleza de vida es lo que produce el atractivo. Hay lugares como La Aguilera donde te sientes como imantado: los gestos, la forma de vida… te cuentan la verdad», concluye.
Un artista que muestra lo invisible
Profundamente religioso, Viver entiende el arte como un medio desde el que mostrar realidades invisibles. «El arte hasta cierto punto tiene esa capacidad de trascender lo inmediato para comunicarte realidades eternas, de poder superar la muerte y hablarte de la salvación. Cuando le pedimos a un modelo que pose, debe ser casi un icono, que refleje la parte que todos vemos pero también lo invisible de su ser», comenta el artista. Como ha explicado en otras ocasiones, «la imagen es un elemento decisivo que configura nuestra sociedad» y es a través de su obra como pretende llevar a cabo una nueva evangelización, puesto que en el fondo «toda obra de arte es religiosa». Este ejemplo de nueva evangelización puede verse claramente en «La Bella Pastora» y sus esculturas de la parroquia de Rivas. Javier Viver es doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y ha expuesto en centros como el Queens Museum of Art de Nueva York o la Galleria Nazionalle d’ Arte Moderna de Roma.