Una mudanza, una conversión o una simple casualidad. Un día "el primero" para ir a una parroquia nueva, solo o en familia. No es raro que al acabar la misa, los nuevos feligreses , al salir, sientan frialdad. Nadie se acerca a saludarles o conocerles. Muchas veces la respuesta será sencilla y directa: no volverán a misa.
Así lo vivió el evangelizador Marcel LeJeune, fundador del programa Catholic Missionary Disciples.
Recién casado, se cambió de ciudad con su familia y tuvo que buscar una nueva parroquia, tratando por todos los medios de integrarse en una comunidad y conocer a los fieles.
"Nadie nos dio la bienvenida, nadie se acercó, nadie nos saludó por primera vez", recuerda.
La auténtica comunidad católica
La suya "no es una experiencia poco común", pero su respuesta sí: tras un año de intentos fallidos, él y su esposa tomaron la iniciativa y reunieron a otros matrimonios recién casados con el objetivo de "hacer algo, aunque fuese de forma imperfecta. Empezamos a aprender sobre la auténtica comunidad católica, lo difícil que puede ser y crecimos como discípulos al ser desafiados a vivir nuestra fe".
De acuerdo con su experiencia y la definición de comunidad, conjunto de personas vinculadas por características o intereses comunes", LeJeune fue consciente de que la comunidad, en el ámbito católico, "debe parecerse más a una familia que a un club, no se trata de estar de acuerdo o de llevarse bien, sino de quererse y cuidarse unos a otros, incluso a aquellos a quienes no te gustan o no les gustas".
Así lo hacían los primeros cristianos, que "vivían en una comunidad, se reunían regularmente, rezaban juntos, se servían y responsabilizaban los unos de los otros y se conocían entre ellos", explica. El Evangelio está lleno de ejemplos.
Pero aquella comunidad de cristianos primitivos, "generalmente, no se parece a las parroquias de hoy en día".
En primer lugar, explica, porque la auténtica comunidad católica "no es una burbuja", sino que se supone que "debe llegar a los demás, atraer a los otros a los sacramentos, su sentido es el bien del mundo y no solo de los que van a misa".
Como evangelizador, escritor y autor de varios libros y presidente de Catholic Missionary Disciples, Marcel LeJeune es una de las voces más autorizadas en norteamérica al hablar de evangelización.
En otras palabras: "La comunidad no es el objetivo. Jesús es la meta, el cielo es la meta, la santidad es la meta. Pero no podemos alcanzarlo plenamente sin una comunidad católica fuerte. Cuando enfocamos nuestra vida en Jesús, el cielo y la santidad, la comunidad no necesariamente sucede, pero es posible que surja. Pero se necesita iniciativa y voluntad".
Consciente de que muchos fieles y parroquias se encuentran "estancados" en este aspecto, propone cinco pasos para construir una comunidad católica fuerte.
1º) Toma la iniciativa
LeJeune y su esposa vieron que tenían que "salir de la zona de confort y liderar", aún estando "mal equipados, sin tener experiencia de liderazgo" o siendo "más jóvenes" que la gente que les rodeaba. Dejaron de "esperar a que actuara otro" y tomaron la iniciativa. "Todo lo que se necesita para formar una comunidad y relaciones sólidas es alguien con quien comenzar", explica.
2º) La oración, imprescindible en la comunidad
Para abrirse "al poder de Dios" y lograr "un impacto espiritual en la vida de los demás", se necesita oración. "Si realmente queremos construir comunidades católicas fuertes, debemos comprometernos a rezar por aquellos que deseamos tener en la comunidad, incluso por quienes aún no conocemos. Todos ellos deben ser añadidos a la lista de oración diaria", subraya.
3º) No subestimar algo tan simple como una invitación
El simple hecho de invitar a alguien a una reunión, un evento o una misa transmite mucho: no solo que esa gente le importa a quien le invita, sino que quiere que forme parte de su vida. Y muchos están esperando esa invitación. Según sus datos, "un 43% de los católicos no practicantes se plantean volver a vivir su fe, pero ¿qué ocurrirá si nunca son invitados a hacerlo", plantea.
Es algo que se puede "extrapolar" a quienes sí van a misa, pero carecen de amistades cristianas o de una comunidad. También ellos "están esperando una invitación", y es tan sencillo como "presentarse a alguien en misa, hablar un rato y acabar invitándole a una reunión, una comida o un café. No es algo que haya que pensar mucho, solo hacerlo más".
4º) Visión a largo plazo: voluntad de servir
Pero según LeJeune, donde se encuentra el "verdadero objetivo" es "en la inversión", en dedicar tiempo.
"Las personas que invierten en una comunidad pensarán más en cómo servir a los demás, en lugar de preguntarse `¿qué obtengo yo de esto?´. Estas son las personas que están dispuestas a invertir profundamente en una comunidad, pero con la visión de llegar a más. Así como no puedes ser discípulo de Jesús cuando vives separado de Él, no puedes ser parte de una comunidad cristiana y vivir separado de los demás", explica. Por ello, una comunidad cristiana que no tenga un liderazgo con iniciativa y una visión a largo plazo, probablemente fracasará.
5º) Como Jesús, con paciencia crear relaciones y confianza
Lejeune propone también "mirar a Jesús" y hacer lo que Él hizo. "Él tomó la iniciativa por los suyos, rezó por ellos, les invitó e invirtió en ellos y tuvo un profundo impacto. Pasó mucho tiempo con la gente, hizo crecer las relaciones, desafió a otros, les dio responsabilidades, los dejó fracasar y los perdonó y nosotros necesitamos hacer lo mismo", explica.
Se trata de tener "iniciativa" en las relaciones con la comunidad, que no se queden "en la superficie", pero que tengan la paciencia necesaria para conocerse, generar confianza, compartir las debilidades y rendirse cuentas unos a otros".
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